¿Por qué se ha llegado a esta situación? La explicación hay que buscarla en la seca de la encina, la explotación masiva de los recursos en los últimos años o, por el contrario, en el abandono de otros lugares que provoca la afloración masiva de matorral. Frente a estas situaciones, “la dehesa sólo se entiende como un sistema donde conviven agricultura, silvicultura y ganadería”, declara José Martínez, investigador del área de Recursos Hídricos que ha pasado a coordinar el proyecto en la actualidad.
La seca de la encina se debe a un conjunto de patógenos, aunque el principal se denomina Phytophthora. Aunque se considera una patología fúngica, el patógeno “no es un hongo”, aclara el científico del Ciale Enrique Monte, “sino un oomiceto”, que es un intermedio en la escala evolutiva entre los protozoos y los hongos. La diferencia es importante porque los hongos no se mueven, pero al tratarse de un oomiceto, Phytophthora posee flagelos que le permiten nadar en el agua, es decir, que para desplazarse necesita condiciones de encharcamiento”, señala el investigador.
Phytophthora, el patógeno que ataca las encinas.
Aquí está una de las claves del problema, pero no se explicaría sin el efecto que han causado en el terreno otros factores relacionados con la climatología y los cambios en las explotaciones ganaderas: la compactación del suelo provocada por la presencia de demasiados animales combinada con un periodo de sequía seguido por lluvias torrenciales como las de este año, favorecen el encharcamiento que necesita Phytophthora para colonizar las raíces de la encina y colapsarlas. Las raíces, por donde la encina obtiene los nutrientes, se llenan de las esporas del patógeno que germinan produciendo hifas, elementos filamentosos que impiden que suba la savia. Por eso, no basta con matar el patógeno, sino que es necesario gestionar bien la dehesa.
¿Por dónde empezar? La idea es crear una red de fincas experimentales (el Ciale tiene algunas) para plantear diferentes escenarios de gestión y ver qué indicadores pueden medir la situación de conservación del entorno. Una de las posibilidades es estudiar los recursos hídricos por satélite para buscar indicadores de degradación física e hídrica del suelo y realizar análisis climáticos de los últimos años para ver si se ha producido una mayor o menor incidencia de sequías.
Enrique Monte | José Martínez | Óscar Lorenzo |
Según apunta Óscar Lorenzo, otra de las tareas será la recogida de materiales biológicos para crear una reserva de germoplasma del resto de las especies vegetales que coexisten con la encina o la evaluación de la pérdida de micorrización, un indicador de que se está rompiendo un equilibrio (las micorrizas son unos hongos que viven en asociación con las raíces de los árboles).
En definitiva, la idea es realizar una evaluación de los daños y correlacionarlos con diferentes formas de gestión para crear un modelo más sostenible y corregir la situación actual.
Según informa DiCYT, la iniciativa partió de la Fundación NIDO Mariano Rodríguez, que desde Salamanca impulsó la creación de la Agrupación Empresarial Innovadora (AEI) El Jamón Ibérico y sus Derivados para pedir proyectos de investigación. El Centro Hispanoluso de Investigaciones Agrarias (Ciale) lidera el proyecto e involucra por primera vez a sus ocho grupos de investigación en una iniciativa conjunta, ya que hacen falta genetistas, microbiólogos, geógrafos expertos en recursos hídricos y botánicos, entre otros especialistas. En poco tiempo se unieron investigadores y técnicos de las administraciones de Castilla y Léon, Extremadura, Castilla-La Mancha y Andalucía, puesto que la sensibilidad política frente al problema también es muy alta. También se incorporó el Instituto Nacional de Investigação Agrária (INIA) portugués y la Universidad de Évora.
Martes, 04 de mayo de 2010
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