Resistencias a los antimicrobianos: un resumen
Resistencias a los antimicrobianos: un resumen
Las resistencias a los antimicrobianos (RAM) corresponden a la capacidad de los microorganismos de resistir a la inhibición o actividad letal de un antimicrobiano, teniendo en cuenta la susceptibilidad normal de la especie en cuestión. El término antimicrobiano incluye cualquier sustancia con efecto bacteriostático o bactericida, que sea en un enfoque clínico o para reducir cargas microbianas en materiales y superficies. Esta denominación abarca entonces antibióticos utilizados para tratar infecciones en animales y humanos, así como, por ejemplo, biocidas químicos para desinfectar entornos de procesado de alimentos [1]. De hecho, el lema general utilizado por la OMS en los últimos cinco años ha sido «Antibióticos: manéjalos con cuidado». En 2020, el lema se ha cambiado a «Antimicrobianos: manéjalos con cuidado».
Los antimicrobianos se han utilizado en medicina humana y veterinaria durante más de 70 años y han contribuido enormemente a la lucha contra las infecciones bacterianas. Sin embargo, en las últimas décadas, la aparición y diseminación de bacterias resistentes a antimicrobianos se considera, en estos momentos, uno de los principales desafíos del siglo XXI y una posible catástrofe mundial. En la Unión Europea, se estima que 25.000 pacientes mueren cada año y se gastan, aproximadamente, 1.500 millones de euros en costes adicionales de atención médica relacionados con bacterias resistentes a los antibióticos [2].
Cuando los patógenos adquieren resistencias a los antimicrobianos, pueden suponer un mayor riesgo debido a un posible fracaso de los tratamientos de primera elección (e incluso pérdida total de opciones de tratamiento) y de la mayor probabilidad y/o gravedad de infecciones [3]. Los microorganismos RAM no patogénicos también suponen un problema, ya que pueden transmitir sus mecanismos de resistencia a otros grupos microbianos. La mundialización y magnitud actual del comercio de los alimentos permite la expansión de estas RAM. Esto explica, en parte, que esta problemática sea actualmente una preocupación mundial y uno de los mayores retos en la protección de la salud pública [4]. Los problemas asociados a las RAM están íntimamente relacionados con el uso de antimicrobianos en cualquier área, lo que incluye los usos humanos y veterinarios. La FAO, la OIE (Organización Mundial de Sanidad Animal) y la OMS han llegado a un consenso sobre el hecho de que los microorganismos RAM, transmitidos a través de los alimentos, constituyen un relevante riesgo microbiológico contra la inocuidad de los alimentos [3].
Las bacterias pueden utilizar varios mecanismos para ser resistentes: degradación enzimática (β-lactamasas para las penicilinas y cefalosporinas, acetiltransferasas para los aminoglucósidos, entre muchos otros), modificación de los antibióticos (conseguido, por ejemplo, por Staphylococcus aureus resistente a meticilina (MRSA)), cambios en la permeabilidad celular bacteriana (se reduce la entrada o se expulsa el antibiótico mediante bombas de reflujo) u otras vías para escapar al efecto inhibidor o letal del antimicrobiano. Las RAM pueden ser intrínsecas o adquiridas por mutación o transferencia horizontal de genes de resistencia (THGR). Los principales mecanismos de THGR son: i) la conjugación (transferencia de ácido desoxirribonucleico (ADN) entre dos células mediante contacto directo); ii) la transformación (una bacteria capta ADN libre en el ambiente procedente de otra bacteria lisada); iii) transducción (proceso mediado por bacteriófagos que se unen a las células bacterianas e inyectan el material genético). Intervienen en estos procesos varios elementos genéticos móviles como plásmidos, integrones y transposones. Existen también otros procesos menos conocidos como la translocación de genes de resistencia y virulencia mediante vesículas. Parece ser, en este caso, que se transfieren partículas virus-like durante un proceso de fusión celular [1].
Aparición y propagación de RAM
La utilización de antimicrobianos en animales y cultivos, destinados a la producción de alimentos, es un factor potencialmente considerado de riesgo a la aparición y propagación de microorganismos resistentes en los seres humanos. Estos microorganismos RAM se transmitirían a través del consumo de alimentos provenientes de dichos cultivos y/o animales. Actualmente, existe una creciente preocupación por la posibilidad de transmisión de las RAM a través de la cadena alimentaria [2]. La aparición de RAM es un fenómeno natural que se genera progresivamente con el tiempo, habitualmente por modificaciones genéticas. Sin embargo, este proceso se ve acelerado por el mal y/o excesivo uso de los antimicrobianos. Como ejemplos de su uso equivocado, se pueden citar: i) su administración para tratar infecciones víricas (como los resfriados comunes o la gripe) en medicina humana; ii) su uso como estimulantes del crecimiento de animales (en algunos países); iii) para prevenir enfermedades en lotes de animales sanos en producción animal; iv) el abuso de biocidas y fitosanitarios en agricultura [5]. Estos microorganismos RAM están presentes en los humanos, los animales y el medio ambiente, incluyendo el agua, el suelo y el aire. Se pueden transferir de persona a persona, entre las personas y los animales e incluso a través de la alimentación de origen animal y vegetal. El mal control de las infecciones, las condiciones higiénico-sanitarias deficientes y la manipulación incorrecta de los alimentos aceleran la propagación de las RAM [6].
En las industrias alimentarias, durante los procesos de limpieza y desinfección, pueden quedar áreas donde no se alcanzan las concentraciones óptimas de biocidas. Suele ocurrir en zonas de difícil acceso como bajo los equipos, en grietas, entre otras, o simplemente como consecuencia de un uso inadecuado. La presencia de materia orgánica (conocida por inactivar algunos biocidas como los compuestos clorados) puede reducir la eficacia de los desinfectantes. Las concentraciones de biocidas también pueden ser insuficientes, si se enjuagan las superficies con demasiada frecuencia o se aplica sobre superficies mojadas, ya que se diluye el compuesto químico. Además, en las vías de eliminación de aguas residuales, puede producirse un contacto permanente de microorganismos con bajas concentraciones de antimicrobianos. Por ejemplo, se han identificado concentraciones subletales de compuestos de amonio cuaternario en sedimentos de ríos y aguas residuales de hospitales. Es probable que suceda lo mismo con las aguas residuales de explotaciones ganaderas, mataderos e instalaciones de procesado de alimentos. Por lo tanto, las comunidades microbianas presentes en hospitales, granjas, mataderos e instalaciones de producción de alimentos están expuestas de manera recurrente a agentes desinfectantes, y a veces, en concentraciones insuficientes. La mala praxis genera un impacto en la ecología microbiana, acelerando la aparición de RAM y su propagación [2].
Soluciones y medidas a tomar
La dimensión multisectorial que abarca la presente problemática hace que se deban aplicar medidas en todos los ámbitos implicados. El manejo de las RAM, a lo largo de la cadena alimentaria, es complejo y requiere implementar buenas prácticas desde la producción primaria hasta el consumo. La FAO apoya concretamente tener buenas prácticas de higiene y medidas de prevención a la contaminación, así como el uso responsable de antimicrobianos para reducir el riesgo. Este trabajo empieza en la granja, donde todos y cada uno de los operarios de la cadena alimentaria se deben adherir a las buenas prácticas de higiene. Los sistemas de vigilancia y monitorización deben rastrear el uso de antimicrobianos y la emergencia de RAM a través de la cadena alimentaria. De hecho, en determinados países ya existen programas de monitorización de residuos de medicamentos veterinarios y/o de vigilancia de RAM (Plan Nacional de Investigación de Residuos - PNIR en España y Plan Nacional Resistencia Antibióticos - PRAN, como ejemplos). Estos programas se deben implantar en el máximo número de países posibles y reforzarlos en los que lo necesiten. La FAO asesora a países para que desarrollen programas de vigilancia nacionales y habiliten laboratorios de referencia [4].
El Codex Alimentarius es el punto de partida para las autoridades de control de alimentos para enfrentar a las RAM. Recoge una serie de normas relativas a las RAM, abarcando desde medicamentos veterinarios hasta residuos derivados, higiene de los alimentos, alimentación animal, etc. Estas normas tienen por objetivo prevenir el desarrollo de RAM y minimizar su transmisión, a lo largo de la cadena alimentaria. En este sentido, la FAO, OMS y OIE colaboran, desde hace más de una década, para aportar asesoramiento científico sobre ello. Algunas de las cuestiones a considerar, en el futuro, incluyen las prácticas actuales de higiene de los alimentos y las directrices relacionadas con los residuos de plaguicidas y medicamentos veterinarios, el uso de desinfectantes/biocidas, así como el manejo del agua y el estiércol en la cadena alimentaria. Además, la comunicación y sensibilización de productores y autoridades competentes es crucial en la lucha contra las RAM. El problema es de difícil solución en países que poseen un sistema de control de alimentos débil y fragmentado. Muchas veces, la falta de estructuras y regulación imposibilita la implementación y monitorización de la inocuidad de los alimentos a nivel nacional. Es imperativo crear sistemas nacionales fuertes de control de alimentos, incluyendo sistemas de gestión apropiados, así como acciones para minimizar el impacto de las RAM. Estas mejoras deben ir acompañadas de progreso en otras áreas como aquéllas mencionadas anteriormente: como la agricultura y la ganadería [4].
En España, desde el año 2019, las autoridades decretaron que todos los veterinarios debían notificar las prescripciones de antibióticos realizadas para animales de producción. El objetivo de esta medida es llevar un control de la utilización de antibióticos empujando a los profesionales a una mejor praxis [7]. Existe también una categorización de los antibióticos de uso clínico establecido por la Agencia Europea del Medicamento, que tiene por objetivo disminuir el uso de determinadas moléculas esenciales para el tratamiento de algunas patologías humanas y preservar estos fármacos al máximo [8]. En este sentido, el concepto One Health (“Una Sola Salud”) es también una estrategia mundial para aumentar la comunicación y la colaboración interdisciplinar, en el cuidado de la salud de las personas, los animales y el medio ambiente, entendiendo que todas están ligadas entre sí [9].
Alternativas
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Referencias:
- Environ. Res. Public Health 10, 2643–2669 (2013).
- Ruiz, L. & Alvarez-Ordóñez, A. The role of the food chain in the spread of antimicrobial resistance (AMR). Functionalized Nanomaterials for the Management of Microbial Infection. (Elsevier Inc., 2017).
- Codex Alimentarius, FAO, W. Codex texts on antimicrobial resistance. (2015).
- FAO. Antimicrobial Resistance. (2019).
- Grugel, C. & Wallmann, J. Antimicrobial resistance in bacteria from food-producing animals. Risk management tools and strategies. J. Vet. Med. Ser. B Infect. Dis. Vet. Public Heal. 51, 419–421 (2004).
- WHO. Resistencia a los antimicrobianos. 1–6 (2018).
- Anonymous. Real Decreto 191/2018, de 6 de abril, por el que se establece la transmisión electrónica de datos de las prescripciones veterinarias de antibióticos destinados a animales productores de alimentos para consumo humano, y se modifican diversos reales decreto. Boletín Oficial del Estado 39714–39721 (2018).
- European Medicines Agency. Categorisation of antibiotics in the European Union. EMA/CVMP/CHMP/682198/2017 31, 73 (2019).
- WHO. ‘Una sola salud’: OIE - World Organization for Animal Health. (2019).
Anne-Sophie Hascoët
D.V.M., Ph.D. in Food Science.
sophie@mpaveterinary.com