Grasas y seguridad alimentaria
Escribe M. Navarro mnavarro@probenasl.com
13-may-2005 (hace 19 años 6 meses 10 días)La carne juega un importante papel en la nutrición de nuestra sociedad,
aportando proteínas de calidad, grasa, minerales esenciales y vitaminas
del grupo B. Además de su aspecto nutritivo, el consumidor reclama carnes
con menores porcentajes de grasa y más infiltrada en el músculo,
con mejores valores sensoriales, y mayor seguridad, mientras el sector de la industria
alimentaria busca una mejor respuesta de la carne a su manipulación, tanto
en alimentos precocinados como a su uso en la fabricación de embutidos
y carnes reestructuradas.
Las directrices europeas recomiendan que el consumo global de grasas no supere
el 30-35% del total de calorías consumidas y que menos del 10% de las calorías
procedan de grasas saturadas. Esto significa que el 20-25% restante debe provenir
de fuentes mono y poliinsaturadas. También es importante intentar incluir
en la dieta más grasas poliinsaturadas Ω–3 y reducir al mínimo
el consumo de grasas trans. Estos ácidos grasos poliinsaturados (AGPI)
tienen efectos anti-ateroscleróticos e hipocolesterolémicos en el
consumidor.
Respondiendo a esta demanda, el sector intenta producir carnes con perfiles de
infiltración de grasa más homogéneos e incrementar el uso
de ciertos AGPI (Ω-3, Ω-6) en la dieta de los cerdos de engorde. Estos incrementos
de AGPI en la dieta del animal alteran el metabolismo lipídico, produciendo
menores concentraciones de AGS, aumentando las concentraciones de AGPI en la grasa.
El incremento de AGPI en la carne también mejora aspectos de la calidad
de esta, en cuanto a color y sabor.
En los primeros momentos que siguen al sacrificio, los diferentes tipos de
grasa, intra e intermuscular y de depósito, sufren una reacción
de hidrólisis. Esta lipólisis constituye el primer estadio de
la degradación de los lípidos animales, para continuar con las
reacciones en cadena de origen oxidativo que se superponen a la reacción
de hidrólisis, y que conducen a la formación de diversos compuestos
que alteran el sabor y el olor de la carne, además de modificar su color
y consistencia. La oxidación de los ácidos grasos da compuestos
peróxidos, hidroperóxidos, aldehídos, cetonas, alcoholes,
ácidos...
La presencia de compuestos oxidados en la carne es un problema de seguridad
alimentaria. Ha habido casos de intoxicación por alimentos con peroxidación
de las grasas. Algunos productos finales de la oxidación se asocian con
el desarrollo de enfermedades degenerativas (tumores, problemas cardiovasculares…).
Además, la oxidación de la grasa de la carne es un parámetro
muy importante para la discriminación de la carne por motivos sensoriales
y de aspecto.
Así pues, la estabilidad oxidativa del músculo cuando se convierte
en carne es esencial para la calidad de la carne fresca, procesada o cocinada.
El incremento de AGPI en el músculo, aumenta la susceptibilidad de la
carne a sufrir procesos de oxidación, tanto en fresco como en la carne
cocinada. En general, los AGPI son los primeros afectados por la acción
de las lipasas, mientras que los AGS de cadenas largas son menos afectados.
El músculo cuenta con sus propios recursos para prevenir los estados
de estrés oxidativo relativos a la vida. Estos recursos endógenos
(enzimáticos como la superóxido dismutasa, catalasa o glutatión
peroxidasa…, no enzimáticos como el ácido úrico o
el glutatión…) y exógenos (vitamina E, C, carotenoides,
polifenoles –flavonoides-), actúan de manera complementaria y sinérgica
durante la vida del animal, ayudando a contrarrestar los efectos negativos de
la oxidación en el metabolismo.
Cuando el músculo pasa a ser carne, los mecanismos antioxidantes enzimáticos
se paralizan, y la carne depende de sus reservas de antioxidantes para retrasar
su oxidación.
Además, se ha de considerar que en los momentos previos al sacrificio
del animal, este sufre episodios de estrés muy graves, que producen un
gasto de las reservas antioxidantes del animal, y que contribuirán a
acelerar la oxidación de su carne, de manera más marcada en los
animales con altos niveles de AGPI en su grasa.
Por eso en animales alimentados con perfiles de grasas altas en AGPI, especialmente
Ω-3 y Ω-6, son imprescindibles altas reservas en antioxidantes que ayuden a
la carne a su preservación oxidativa, y que actúen en diferentes
ámbitos y de manera complementaria y sinérgica entre ellos. La
vitamina E actúa en la fase lípidica de la célula (membrana
citoplasmática), preservando su integridad. La vitamina C actúa
en el citoplasma y espacios intercelulares, donde se encuentra sustancias altamente
prooxidantes. Recientemente se ha demostrado que algunas familias de polifenoles,
como los flavonoides tienen una hidrofobicidad intermedia entre las vitaminas
E y C, actuando de manera complementaria a estas dos, además de proteger
a las vitaminas E y C de la propia oxidación.
Para mejorar la calidad de la grasa y preservar su seguridad, se pueden aumentar
los niveles de AGPI en la dieta, adecuando además los niveles y variedad
de antioxidantes metabólicos, aprovechando así sus efectos complementarios
durante la última fase del engorde del cerdo.