Necesidades de electrolitos en dietas para lechones

José Francisco Pérez Hernández
07-mar-2002 (hace 22 años 9 meses 15 días)

Hasta bien recientemente, elementos como el sodio, potasio o cloro han recibido un limitado interés en la alimentación del ganado porcino. De hecho, la presencia de Na+, K+ y Cl- en la composición animal es inferior al 0.05%, estando mayoritariamente (90%) Na+ y Cl- distribuidos en equilibrio en los espacios extracelulares; y K+ en los espacios intracelulares en equilibrio con bicarbonato, fosfato o proteínas ionizadas. A pesar de ello, su influencia en el mantenimiento de los equilibrios metabólicos y funcionalidad digestiva es enorme. Su presencia e intercambios (ingerido - excretado) determina en gran medida los equilibrios osmóticos, así como el estado ácido-base metabólico y la conductividad eléctrica de las células.

De forma simple, conocemos que un balance neto (absorbido – excretado) positivo de cationes (Na+, K+) se acompaña de un intercambio metabólico con iones H+, y por lo tanto una tendencia a alcalinizar el metabolismo. Por el contrario, un balance neto positivo de aniones (Cl-) tiende a acidificar. El equilibrio entre ambos determina la influencia ácido:base de la dieta sobre el metabolismo, influencia que puede cuantificarse en términos de Balance electrolítico (BE, mequiv/kg = (Na++K+)-Cl-). Por su parte, el propio metabolismo del animal tiende a provocar modificaciones del estado ácido:base metabólico. Por ejemplo, las fermentaciones digestivas, mediante liberación de ácidos grasos volátiles absorbidos, la inclusión de acidificantes en el pienso o la movilización excesiva de grasa son acidificantes metabólicos, en tanto que una hiperventilación (el jadeo) es alcalinizante. Variaciones en estos equilibrios están estrechamente ligadas al óptimo fisiológico o metabólico, y por lo tanto a las respuestas productivas (véase la importancia en avicultura). En el ganado porcino una acidez metabólica (BE reducidos) puede determinar un descenso en la retención de N y síntesis de urea, y un incremento simultáneo en la excreción urinaria de N amoniacal y calcio. Por el contrario, balances electrolíticos muy elevados pueden limitar los procesos digestivos y de absorción, en especial de la proteína. Las recomendaciones (NRC, 1998) para un animal en crecimiento son: 0.08-0.10% Na; 0.08% Cl y 250 Mequiv.BE/kg.

Particularidad en los lechones

Las primeras semanas tras el destete ofrece una de las etapas más críticas a gestionar por productores y nutrólogos. En estos primeros días los lechones presentan un brusco descenso del apetito e ingestión de agua, una elevada movilización de la grasa corporal, y un notable incremento en la incidencia de heces pastosas y diarreas bacterianas o víricas. Las causas de estos problemas se acumulan en diferentes aspectos, como son la limitada capacidad acidificante del estómago (*Nota, no confundir con el estado ácido:base metabólico), el descenso pronunciado tras el destete en la capacidad de absorción de agua, Na+ y Cl-, y las posibles complicaciones por virus gastroentéricos o E. coli enterotoxigénico. En estas condiciones deterioradas los animales presentan un descenso progresivo del pH metabólico, asociado a una reducción en la concentración plasmática de base y bicarbonato.

La consideración de estos aspectos particulares ha llevado al NRC (1998) a considerar al alza las necesidades en electrolitos de los lechones entre 5-10 Kg (0.20%, Na; 0.20%,Cl). Sin embargo, persisten numerosas incertidumbres sobre el BE recomendable. La bibliografía cita resultados productivamente óptimos en un entorno relativamente amplio de 250 mequiv/kg (-100 y 600 mequiv/kg); lo que sugiere la presencia de diferentes condicionantes a un BE determinado, ya sean procedentes de la dieta (nivel de proteína o fibra, utilización de acidificantes en el pienso) o del propio animal. Así, con raciones de maíz-soja, suero lácteo, plasma porcino y antibiótico, y por lo tanto un nivel de riesgo no muy elevado, se han observado mejoras en el consumo y eficiencia de utilización del pienso (digestibilidad) asociadas al descenso con Cl- (Ej, HCl o CaCl2) en el BE (-100 vs. 200 mequiv/kg). Sin embargo, esta acidificación podría ser contraproducente en aquellas situaciones de riesgo o patológicas, en las que los lechones se predisponen a acidosis. Este particular podría justificar algunas de las respuestas productivas positivas a incrementos en el BE (alcalinizantes), y en particular a la suplementación con K+ (bicarbonatos o fosfatos).

Desde un punto de vista práctico, parece justificable prestar una atención especial al BE ingerido por los lechones, y en concreto disponer de información precisa del contenido en electrolitos de los alimentos en las matrices de composición. No obstante, son evidentes las dificultades de identificar una recomendación general, lo que nos conducirá a contemplar los factores que pueden modificar el estado ácido-base del animal o interaccionar con el BE de la dieta. Posiblemente los BE recomendados hasta el momento (250 mequiv/kg) se hayan de reconsiderar al alza, en especial en situaciones deterioradas de la transición, o cuando se utiliza acidificantes de forma sistemática en el pienso.