Las cerdas de reposición son caras y requieren de un buen manejo para optimizar su fertilidad y longevidad. Por lo general, una primeriza debe parir al menos tres camadas de buen tamaño para amortizarse. A partir de ahí, cada camada supone un beneficio adicional.
El manejo de la fertilidad de la primeriza empieza en la maternidad, identificando las posibles cerditas de reposición. Las futuras primerizas deben seleccionarse de entre camadas grandes (p. ej. ≥ 12 nacidos vivos) ya que su madre ha demostrado buena fertilidad. Sin embargo, con el fin de aprovechar su potencial de fertilidad, las primerizas deben criarse en una camada más pequeña (p. ej. < 8 lechones). Esto también asegura que las primerizas tengan un mejor acceso al calostro que, además de mejorar la inmunidad pasiva, puede reducir la edad de la primeriza en la pubertad e incrementar el tamaño de la primera camada. Asimismo es necesario vigilar la ganancia media diaria (GMD) de la primeriza hasta la pubertad para evitar los extremos, ya que las primerizas criadas > 130 kg a < 175 días corren un mayor riesgo de ser sacrificadas por problemas en los aplomos y las primerizas criadas < 130 kg a ≥240 días son demasiado pequeñas y tienen menos probabilidades de sobrevivir en la granja.
Saber cuándo las primerizas están listas para criar es esencial para un manejo efectivo de la reposición. Si no se dispone de un número adecuado de primerizas listas para cubrir en una semana concreta de cubrición, es posible que no se alcance el objetivo de montas, lo que resulta posteriormente en una paridera vacía que resulta muy cara. Para conseguir predecir la disponibilidad de las primerizas se requiere algún tipo de estimulación de la pubertad para inducir y sincronizar el celo puberal.
El método más común de estimulación de la pubertad es la exposición al macho, que ya se trató en un artículo anterior en 3tres3 escrito por Rob Knox en el que se abordaba el enfoque ‘gold standard’ del traslado diario de las primerizas al macho. Los únicos inconvenientes de esta técnica son la necesidad de mano de obra diaria para mover a los animales y que muchas primerizas muestran un celo sincronizado relativamente ajustado en un corto período de tiempo, pero luego sólo se necesitan unas pocas cerdas en cada una de las semanas de cubrición consecutivas. Para contrarrestar esto, utiliza el contacto 24/7 del macho desde aproximadamente las 20 a 24 semanas (es decir, la edad de sacrificio), ya sea alojadas junto con un macho estéril o separados por una valla. La edad de los machos estériles alojados con las primerizas debe ser de unos 10 meses, mientras que los machos separados por una valla pueden ser mucho mayores si se desea. Retira el macho a las 27-28 semanas y comienza el contacto diario. El celo puberal estará entonces más ampliamente distribuido (figura 1).
Curiosamente, haber sido criada en una camada pequeña y la exposición al macho a partir de las 20 semanas mejoraron significativamente la fertilidad de las primerizas y su longevidad de la granja.
Si la exposición al macho no proporciona los resultados esperados, por ejemplo durante los meses más calurosos, la pubertad se puede inducir mediante el uso de gonadotropinas. Éstas incluyen:
En las cerdas, la LH se convierte en el principal estímulo para que los folículos de tamaño medio crezcan hasta la ovulación, a diferencia de las vacas, en las que la FSH (o eCG) estimulará el crecimiento de los folículos ováricos hasta el momento de la ovulación. Por esta razón, la inducción de la pubertad en cerdas requerirá tanto eCG como hCG, aunque la eCG puede funcionar en cerdas destetadas.
La combinación habitual es:
Después del tratamiento, se espera que las hembras muestren signos de celo entre el 4º y 6º día.
Si se van a utilizar hormonas, el momento del tratamiento dependerá del motivo por el que se utilicen.
Si prevés que en un futuro tendrás algunas parideras vacías, que como se ha indicado anteriormente son muy caras, puedes tomar algunas medidas. Administra una inyección a las primerizas que sepas que son prepúberes (p. ej. aunque sólo tengan 140-150 días y sean cerdas de engorde). Si se reproducen con éxito, pueden esperarse camadas más pequeñas, pero esto es mejor que no tener ninguna, y después las cerdas se descartarán al destete.
Si este es el caso, las opciones serían:
Si una primeriza es cíclica, no responderá a las gonadotropinas. Es posible que ovule, pero la progesterona ya presente en su sangre suprimirá totalmente el comportamiento de celo y, por lo tanto, no responderá.
Si realmente está en anestro, se la puede estimular para que entre en celo. Este patrón de respuesta queda bien ilustrado en la tabla 2, en la que se enviaron al frigorífico primerizas que no estaban en celo y se examinaron sus ovarios para confirmar su estado; el 60 % de las primerizas aparentemente en anestro eran en realidad cíclicas.
Esto refleja que, tanto si se utiliza únicamente la exposición al macho como las gonadotropinas, es vital un buen manejo de la detección del celo.
Número | Porcentaje | |
---|---|---|
Primerizas totales | 175 | 100 |
Prepuberales | 68 | 39 |
Puberales (Cuerpo Lúteo) | 62 | 35 |
Post-puberales (Cuerpo Lúteo + Cuerpo Albicans) | 45 | 26 |
Fuente: Stancic et al. (2011)
Como regla general, la figura 2 presenta un árbol de decisiones sobre el destino de las primerizas que reciben tratamiento hormonal para inducir el celo.
Es importante señalar que la mayoría de primerizas tienen potencial para convertirse en cerdas productivas. Este proceso de selección está diseñado para eliminar a las primerizas menos fértiles y mejorar el rendimiento de las restantes para que expresen su potencial de fertilidad.