Una de las muchas definiciones de la palabra paradigma sería la de un patrón o modelo, un ejemplo fuera de toda duda.
Nos encontramos en un momento singularísimo en la porcicultura europea, hasta tal punto que se está produciendo un auténtico cambio de paradigma. En efecto, las pérdidas continúas acaecidas en los últimos años han conducido al progresivo abandono del engorde de cerdos en Europa Central. Todos los países sin excepción anuncian reducciones muy importantes de sus cabañas.
En España hemos constatado que en 2022 se sacrificaron -según datos del MAPA - 1 700 000 cerdos menos que en 2021. En 2021 fueron 58 370 000, en 2.022 “sólo” 56 653 000. Significativo es que durante el primer semestre de 2022 los sacrificios fueron incluso superiores a los del año anterior; las consecuencias del PRRS se manifestaron claramente a partir de julio, no antes.
Venimos de unos años en que el nivel de autosuficiencia de la Unión Europea se encontraba en los alrededores de un 125%; con las reducciones (estructurales en Centroeuropa, coyunturales en España), es probable que esa tasa de cobertura sea sólo de un 110% en 2.023. Sucede que en algunos artículos la UE es excedentaria permanentemente y en otros se ha producido un desequilibrio importante.
Estamos viviendo una reestructuración del sector porcino europeo. La reducción de cabaña en Centroeuropa es estructural (como se ha dicho) y creemos que permanente e irreversible, mientras que en España la capacidad de producción permanece intacta (no se han sacrificado madres) a expensas de que la virulencia (por ahora explosiva) del PRRS se atenúe. Es indudable que el peso específico de España en el sector porcino europeo aumenta y seguirá haciéndolo. Este es un hecho irrefutable.
Los precios de la carne han subido y se mueven en unos niveles jamás alcanzados antes. A estas alturas desconocemos cual será el descenso de consumo debido a la inflación y a las penurias de los consumidores; sin duda alguna habrá cambios en los hábitos de consumo y el de la carne de cerdo retrocederá en toda la UE. Nos falta poder calibrar cuánto.
El quid de la cuestión estriba en saber si la reducción del consumo (inevitable, la inflación atenaza muchos hogares y los precios son cada vez más inabordables) será mayor, igual o menor a la de la producción (cuya caída será mayor de un 10% según todas las fuentes).
Nos encontramos en una auténtica dimensión desconocida que nos lleva hacia un cambio de paradigma. Nos parece que pocas cosas volverán a ser como antes:
Termina marzo con unos precios que son récord histórico en toda la UE. En España hemos superado el cielo de los EUR 2/kg vivo, lo que realmente es EXTRAORDINARIO E HISTÓRICO. Añadamos que el diferencial entre España y Alemania se mantiene cómodamente por encima de los 25 céntimos por kilo en canal: más que suficiente para garantizar una buena rentabilidad en las explotaciones españolas.
Faltan cerdos, faltan muchos cerdos y, de momento, esta coyuntura no tiene solución. Habrá que afrontar la realidad y reducir, o adecuar, las plantillas a la poca carga de trabajo existente.
El precio de los cerdos españoles está encaramándose a unas cimas que dan vértigo. Desde finales de enero del año pasado (EUR 1,02/kg vivo) hasta hoy mismo, se ha prácticamente doblado. Este empuje no es asumible por ninguno de los eslabones de la cadena. Falta circulante y los precios del producto final se han quedado ultracortos. Habrá roturas.
Una gran ola de preocupación (y desconcierto) recorre Europa, con diversos matices en función de los territorios:
Ahora mismo Europa entera contiene el aliento en espera de los acontecimientos posteriores al período Pascual; no sabemos si el retroceso del consumo será lo bastante importante como para contener futuras subidas o si, por el contrario, la falta de carne será tal que todavía les queden a los precios algunos escalones por subir.
Terminaremos con una frase de un sabio autor anónimo: “La vida no es esperar a que pase la tormenta, es aprender a bailar bajo la lluvia”.
Guillem Burset