Importancia de la salud intestinal en la producción porcina

Emili Barba
10-sep-2018 (hace 6 años 3 meses 12 días)

La verdad es que frente a estas preguntas no hay una respuesta fija. Más bien, dependerá de a quién se lo preguntes. Si hablas con un productor, se referirá a la salud intestinal en el sentido de una "alta productividad", mientras que un veterinario lo definirá como la "ausencia de enfermedad" y un nutrólogo, posiblemente, en términos de "buena absorción". ¿Quién tiene razón? Todos.

La producción porcina actual se caracteriza por ser sumamente intensiva. El beneficio de nuestra industria viene determinado por la utilización de reproductoras hiperprolíficas, con cada vez más lechones (y cada vez más pequeños). Genéticas cada vez más eficientes con índices de conversión más bajos, precios de las materias primas altamente volátiles y una cotización del cerdo que es… digamos, fluctuante. En resumen, dónde no cabe ninguna duda es que en la producción porcina actual, sólo ganarán dinero los que tengan un manejo exquisito de los costes, siendo los mínimos que les permitan bailar pegados a una productividad óptima. Es aquí, dónde la salud intestinal ejercerá su importancia.

En particular, uno de los momentos más críticos y que más nos debe preocupar en la salud intestinal del porcino, es el destete. Por lo general, los lechones de nuestras granjas se destetan de forma mucho más temprana (entre 21 y 28 días) de lo que sería esperable en un entorno natural (alrededor de las 17 semanas, según Jensen y Recén (1989). En este punto, los lechones afrontan unos cambios importantes de dieta, entorno y cambios sociales complejos, siendo separados abruptamente de sus madres y hermanos. Todo ello les produce un fuerte estrés, que desencadena en un periodo de hiporexia o anorexia, en un momento muy poco oportuno. Los lechones aún no tienen sus capacidades digestivas, inmunes y de termorregulación en plena forma, además de tener una microbiota inestable; por lo que están predispuestos a ataques de patógenos oportunistas y su productividad se ve seriamente afectada. En conjunto, este proceso se ha denominado síndrome post-destete, encontraréis más información en Pluske et al., 1997, Lallès et al., 2007, Heo et al., 2013 y el video anexo.

Tradicionalmente, nuestra industria ha lidiado con esta situación mediante el uso de dietas medicadas con antibióticos o sobredosificación de minerales (óxido de zinc (ZnO) a niveles terapéuticos) en sus fórmulas. No obstante, ya es bien sabido que el uso de antibióticos como promotores de crecimiento se restringió en Europa hace unos años (Regulación (EC) No 1831/2003), y actualmente se está presionando fuertemente a nivel mundial para reducir el uso terapéutico, no sólo de antibióticos (OMS, 2017) sino también de ZnO (CVMP, 2016); por los problemas de salud pública y ambientales que conllevan. Literalmente, los gobiernos y principales agencias mundiales nos están diciendo que es tiempo de “REDUCIR, REEMPLAZAR y REPENSAR” el uso de estos productos.

En este contexto, es dónde entendemos la importancia de la salud intestinal. Por un lado, nos encontramos con el reto de producir carne de cerdo de calidad y asequible. Por otro lado, estamos en un momento dónde el coste de la dieta representa más de dos tercios de los costes totales de producción (Patience, 2012), con lo que la eficiencia alimentaria es crítica. Y por último, tenemos que mirar el tracto intestinal de nuestros animales más allá de su pura función biológica como tracto dónde se absorben los nutrientes. Los intestinos son a su vez, uno de los órganos más importantes para la respuesta inmune de nuestro animal, ya que son la primera línea de defensa frente a la presión ambiental de patógenos.

Hay que andar con cuidado, ya que es un campo con luces y sombras. La activación del sistema inmune intestinal (con más del 70% de las células inmunes del cuerpo) tendrá un coste directo en términos de energía, y por ende, afectará a la eficiencia productiva (Willing et al., 2012). No obstante, sólo mediante un intestino sano podremos producir animales que crezcan a grandes velocidades, evitando que enfermen y utilizando los nutrientes de forma eficiente para producir energía, tejidos, y en definitiva, dinero.

Actualmente, la producción porcina está sujeta a fuertes presiones: legislativas, ambientales, económicas, de salud pública y también opinión pública. ¿Es la salud intestinal otra presión más por la que preocuparnos? No. De hecho, la salud intestinal puede ser una estrategia para ayudarnos en todas. La salud intestinal es una “herramienta” para la producción porcina. Pero no es fácil de utilizar. El reto de la salud intestinal, es encontrar las estrategias y los productos que nos permitan situarnos en esta zona verde de equilibrio entre la salud y la enfermedad; entre los costes y los beneficios. En los próximos artículos desgranaremos cómo.