La vitamina D es una vitamina liposoluble que se produce en la piel o puede suplementarse mediante la dieta. Tras ser absorbida en el torrente sanguíneo es convertida por el hígado a 25-hidroxivitamina D (25(OH)D), la principal forma de vitamina D presente en la sangre. La 25(OH)D se metaboliza entonces en el riñón a 1,25-dihidroxivitamina D (1,25-(OH)2D). Este compuesto es, de hecho, una hormona que actúa en las células intestinales para mejorar la absorción de calcio y fósforo para la formación de hueso y otras funciones corporales. Sin vitamina D, el calcio y el fósforo de la dieta apenas pueden utilizarse. Ahora sabemos también, gracias a estudios en humanos ratones y vacas, que las células inmunes y las musculares también necesitan vitamina D para un funcionamiento óptimo.
La vitamina D se suele producir tras la exposición de la piel a los rayos ultravioleta-B (UV-B) durante el sol de verano. En invierno el ángulo de la luz solar es demasiado bajo (en latitudes altas) para que los rayos UV-B alcancen correctamente la piel de los animales. Como la mayor parte de los lechones (¡y de los humanos también!) se crían en naves climatizadas y nacen durante todo el año, el acceso directo a la luz solar es, a menudo, limitado, incluso en verano. Afortunadamente la vitamina D puede añadirse a la dieta para cubrir las necesidades de los animales.
Antes del destete, la leche de la cerda proporciona la mayoría, si no la totalidad, de los nutrientes que el lechón necesita para maximizar su crecimiento y salud. Hay dos excepciones importantes: el hierro y la vitamina D, ya que la leche de la cerda proporciona cantidades muy pequeñas de estos dos nutrientes. Debido a la falta de hierro de la leche materna y a que los lechones no pueden hociquear el suelo en las condiciones controladas de una granja comercial, es necesario administrarles hierro para prevenir la anemia. De un modo parecido, muchos lechones en confinamiento pueden desarrollar un déficit de vitamina D lo que puede comportar microfracturas y/o raquitismo en el momento del destete.
Fig 1. Unión costocondral ensanchada (rosario raquitico) con el cartílago de crecimiento irregular y alargado (flechas).
En los últimos años parecen haberse detectado también problemas de déficit de vitamina D en cerdos de engorde. Los cerdos afectados tienen una resistencia ósea reducida que puede conllevar cojeras, raquitismo, con zonas de crecimiento ensanchadas (fig 1) y fracturas óseas (figura 2); también pueden producirse paresias hipocalcémicas y temblores. En algunos casos, la deficiencia de vitamina D puede manifestarse con muertes agudas inexplicadas. En muchos casos clínicos no se había añadido vitamina D a la ración o se había oxidado antes de ser ingerida por los cerdos.
Fig 2. Fractura distal múltiple en costillas con formación de callo (flechas).
La evaluación del nivel de vitamina D en un cerdo se hace mediante la determinación de los niveles de 25(OH)D en suero. El test vale 35 $ por muestra y puede hacerse en el Iowa State University Diagnostic Laboratory. Si no pueden realizarse estos tests, los análisis indirectos como la ceniza ósea, la resistencia a la rotura de las costillas y/o la concentración analítica de calcio y fósforo pueden proporcionar una idea de la condición metabólica de los huesos.
Los cerdos con signos clínicos de raquitismo suelen tener menos de 5 ng 25(OH)D /ml de suero en el momento del diagnóstico y es probable que hayan estado bajos durante cierto tiempo antes de aparecer las lesiones óseas. Los cerdos que se mantienen por encima de los 15 ng 25(OH)D /ml de suero normalmente no muestran signos clínicos asociados con una disminución de la resistencia ósea ni presentan lesiones (macro o microscópicas) asociadas a raquitismo.
Los trabajos en humanos, ratones y vacas sugieren una mineralización, desarrollo muscular y función inmune óptima en concentraciones séricas de 25(OH)D por encima de 30 ng/ml. En estos momentos no disponemos de datos para la especie porcina, pero podría ser similar a estas otras especies.