Signos clínicos y hallazgos de necropsia ¿podemos diagnosticar la circovirosis porcina en la granja?

Joaquim Segalés
18-ene-2008 (hace 16 años 9 meses 15 días)

La presentación clínica de las enfermedades tiende a cambiar con el tiempo, ya que durante su aparición y sus primeros meses/años de ocurrencia tiende a comportarse de forma epizoótica, y posteriormente tiende a la “estabilización” relativa en un marco enzoótico. Esta situación, por supuesto, tampoco escapa a la circovirosis porcina. Por otro lado, el curso de la epidemiología de una enfermedad suele tener un efecto muy marcado sobre la forma en que se percibe clínicamente a nivel de campo. Mientras que a finales de los años 90 y hasta 2003, aproximadamente, la circovirosis porcina se caracterizaba por un muy marcado incremento del porcentaje de mortalidad y de cerdos retrasados en el crecimiento en un número relativamente elevado de granjas, esta situación ha ido atenuándose con el tiempo, de manera que a día de hoy estos porcentajes son generalmente menores y en un número más limitado de granjas. Ello no significa, no obstante, que de forma particular aún existan casos concretos de granjas con altos porcentajes de mortalidad y de animales retrasados.

Fig. 1. Cerdo clínicamente afectado con circovirosis porcina, con espina dorsal marcada y pelo largo. Lógicamente, el retraso en el crecimiento es un hallazgo característico de la circovirosis porcina, pero existen muchas otras enfermedades porcinas que cursan con esta sintomatología.

Los signos clínicos que tradicionalmente han definido la circovirosis porcina son la mortalidad y el retraso en el crecimiento (fig. 1), tal como se ha dicho, pero también son sugestivos de la enfermedad el incremento de tamaño de linfonodos subcutáneos (básicamente linfonodos inguinales superficiales), la palidez corporal (anemia), las alteraciones respiratorias (disnea), la diarrea y, ocasionalmente, la ictericia. La frecuencia de estos hallazgos debe considerarse variable. En algunas granjas, conjuntamente con una mortalidad incrementada, dominan los problemas respiratorios; mientras que otras se caracterizan sobretodo por alteraciones digestivas o simplemente por retraso en el crecimiento. En la mayoría de los casos de circovirosis porcina, ha sido una constante la falta de respuesta a los tratamientos antibióticos. Esta situación es la que sugirió, ya desde un principio, el posible efecto inmunosupresor de esta enfermedad. También es importante destacar que la aparición del proceso clínico tiende a tener un carácter “individual”; es decir, los animales que enferman suelen encontrarse distribuidos de forma irregular dentro de la nave afectada. Por tanto, es frecuente que aparezcan uno o dos animales afectados por corralina, de forma aparentemente aleatoria, y el resto de cerdos de la misma corralina se mantienen sanos sin ningún indicio de enfermedad. Por tanto, y a pesar de que la transmisión horizontal de la enfermedad ha sido demostrada (ver capítulo 3), existe también una susceptibilidad individual, probablemente de origen genético. Actualmente no se conocen los determinantes de esta aparente susceptibilidad genética, pero no se trata de un problema de raza, sino de línea genética concreta en contextos de granja determinados. Cabe recordar que la circovirosis porcina es una enfermedad multifactorial y la genética animal debe considerarse como un factor más en el “rompecabezas” de esta entidad patológica.

Fig. 2. Pulmón afectado de neumonía intersticial de un cerdo con circovirosis porcina y co-infectado con el virus del síndrome respiratorio y reproductivo porcino (PRRSV). Esta “combinación infecciosa” es relativamente frecuente a nivel de campo; macroscópicamente no es posible discriminar entre estas dos infecciones, por lo que se requieren estudios laboratoriales para confirmar el diagnóstico etiológico.
Fig. 3. Riñón de un cerdo con circovirosis porcina. La existencia de manchas blanquecinas distribuidas de forma generalizada en el riñón es un indicio relativamente potente (en una situación clínica compatible con la enfermedad) de una posible circovirosis porcina. Este riñón presenta, concomitantemente, un quiste renal (flecha).

La necropsia siempre es un elemento diagnóstico importante para la mayoría de enfermedades, y también para la circovirosis porcina. Al margen de unas lesiones concretas que a continuación repasaremos, el hallazgo patológico quizás más relevante en casos de circovirosis porcina es el hecho de que al necropsiar unos cuantos animales, generalmente, no se obtiene un “patrón patológico” específico. En otras palabras, es frecuente que exista una variabilidad importante entre los hallazgos de necropsia, y que coincidan en la misma visita animales con evidencias de un proceso respiratorio, otros con diarrea, otros que mueren de úlcera gástrica y otros sin indicios macroscópicos claros de muerte. Esta situación patológica sugiere otra vez el carácter inmunosupresor de la circovirosis porcina. En la tabla que acompaña este artículo se resumen las lesiones macroscópicas que más habitualmente deberían hacer sospechar de una posible circovirosis porcina en granja. Por otro lado, como ya se ha señalado, se pueden encontrar muchas otras lesiones dependiendo de las enfermedades concomitantes que puedan padecer los animales, y no es raro encontrar cerdos que presentan consolidación pulmonar cráneo-ventral (bronconeumonía catarral-purulenta, indicadora de una infección bacteriana pulmonar), úlcera gástrica de la pars esofágica, mono o poliserositis (infecciones bacterianas sistémicas), colitis catarral o fibrino-necrotizante, etc. Al fin y al cabo, la expresión clínica de una granja que sufre circovirosis porcina acabará siendo aquella que aúne el conjunto de las distintas enfermedades presentes, con un dominio mayoritario de animales con retraso en el crecimiento y elevada mortalidad.

Por tanto, no debería sorprender en base a lo señalado anteriormente, que el diagnóstico definitivo de la circovirosis porcina no pueda establecerse exclusivamente en base a los hallazgos clínicos y macroscópicos. Lo que la sintomatología clínica y la necropsia aportan son indicios, más o menos consistentes, de que podría tratarse de una circovirosis porcina. Lógicamente, cuanto más evidente sea el cuadro clínico y exista una mayor cantidad de animales con lesiones asociables de forma directa a la enfermedad (ver tabla), más probable es que se trate de una circovirosis porcina. No obstante, y vaya por delante (dado que este será el tema del próximo artículo), el diagnóstico definitivo de la enfermedad, al menos a día de hoy, necesita al menos del estudio histopatológico de los órganos linfoides de los animales afectados.

Resumen de las lesiones macroscópicas que más habitualmente se asocian a la circovirosis porcina.

Hallazgo macroscópico Interpretación
Espina dorsal marcada (emaciación) Efecto habitual en la infección por PCV2 en animales que desarrollan clínicamente la circovirosis porcina
Ausencia de colapso pulmonar (fig. 2) Muy probable neumonía intersticial. Efecto habitual asociado a la infección por PCV2, aunque también puede ser causado por distintos agentes víricos, entre otros el virus del síndrome respiratorio y reproductivo porcino (PRRSV), o incluso ser el efecto sumatorio de distintos agentes víricos
Linfadenopatía regional o generalizada Efecto característico de la infección por PCV2 en animales que desarrollan clínicamente la circovirosis porcina; se debe a un cambio en las subpoblaciones de órganos linfoides, siendo la inflamación granulomatosa la responsable del incremento de tamaño final de los nódulos linfáticos
Atrofia serosa de la grasa Gelatinización de la grasa debido a la movilización de las grasas de reserva en un animal que va perdiendo peso y muestra emaciación. Es un efecto habitual de animales con circovirosis porcina que no mueren en fase aguda-subaguda y tienden a cronificarse. Tampoco es exclusivo de la misma.
Riñones con focos blanquecinos multifocales (fig. 3) Muy probablemente nefritis intersticial. Es una lesión habitual que se asocia a la infección por PCV2, pero que puede deberse a otras causas, muchas de ellas mal determinadas
Atrofia hepática / hepatomegalia Efecto ocasional o muy ocasional en la infección por PCV2 en animales que desarrollan circovirosis porcina y que muestran ictericia. Sistemáticamente corresponde a una inflamación (hepatitis) grave del hígado