Todos los profesionales del sector conocemos la gran importancia del encalostramiento en las primeras horas de vida de los lechones. La mortalidad pre-destete (MPD) se reduce de un 64% a un 10% cuando el lechón sobrepasa los 200 g de ingestión de calostro (N. Devillers et al, 2012. Figura 1).
Este trabajo tan importante en la sección de maternidad se ha ido complicando con los años y el avance de la genética. El aumento de los lechones nacidos totales (3 lechones/camada en 10 años) supone una potencial ventaja productiva, sin embargo, normalmente ha ido acompañado de una mayor variabilidad del peso al nacimiento y más lechones nacidos con menos de 1,13kg. Como consecuencia, los porcentajes de MPD según la edad del lechón han ido evolucionando: hace 10 años el 70% de la mortalidad se daba en el primer día de vida; ahora se distribuye más igualitariamente en los rangos de edad y las bajas entre los días 2 y el 7 se han duplicado e igualan a las del día del nacimiento en 2017 (Datos de PigCHAMP Pro Europa, 155 granjas de genéticas blancas. Figura 2).
Por otro lado, el aumento de prolificidad no ha ido acompañada de un aumento proporcional de la cantidad de calostro (Jourquin y Morales, 2018); dejando a los lechones de menor peso al nacimiento en desventaja frente al resto. En estas circunstancias, la mejora de la atención y el encalostramiento de estos lechones es una de las principales medidas de control de este problema.
No hablamos únicamente del encalostramiento compartido por turnos, sino de asegurar la buena vitalidad de los lechones mediante secado al nacimiento, calor, y por supuesto la asistencia extra a los lechones pequeños para que tomen cuanto antes la cantidad mínima necesaria de calostro de su madre. Estos deben tomar al menos el 30 % de su peso vivo en calostro para poder sobrevivir (Jourquin y Morales, 2018).
Esta última tarea suele ser la más costosa de implementar en las granjas. Requiere tiempo, paciencia y concienciación por parte del operario, que muchas veces identifica a los lechones más pequeños como no viables sin realmente serlo y no les dedica suficiente esfuerzo.
Los responsables de producción de sobra saben que existen bajas en maternidad por falta de encalostramiento, pero ¿cuántas son realmente? ¿Se están camuflando entre los lechones no viables? ¿Son mayores o menores de lo que intuyo? ¿Cómo puedo conseguir que los operarios sean conscientes del problema?
Una estrategia para contestar a todas estas preguntas es “poner un número” a esta población de lechones.
A continuación, mostramos el proceso y primeros resultados en 4 granjas que buscaban identificar mejor la cantidad de bajas que tienen por lechones posiblemente mal encalostrados y utilizar estos datos para concienciar a los operarios de la importancia del encalostramiento bien realizado y supervisado. Todas ellas sincronizan el parto y la mayoría se dan durante la jornada laboral.
Como primera medida, se creó una nueva causa de baja en lactación: Pequeños.
Los operarios son los que deben registrar la causa de la baja y es aquí donde las granjas se encuentran el primer reto: formar al trabajador para que distinga con precisión, en las condiciones de su granja, a los lechones no viables de los pequeños, ya que se sospecha que es el principal problema.
Para ello, se realizan pesajes de lechones con los trabajadores el día del nacimiento (Figura 3). El objetivo es entrenar muy bien a la persona responsable de identificar la causa de la baja y definir unos puntos de corte claros:
- Lechón no viable. Todo lechón que pesa menos de 800 gramos el día del nacimiento.
- Lechón pequeño. Todo lechón que no tenga otra causa de baja identificable (aplastado, frío, etc) que pese más de 800 g y menos de 1,2kg (la referencia es 1,13kg (Jourquin y Morales, 2016) pero se escogió 1,2 para simplificar la tarea de los operarios)
Se decide registrar y analizar como mínimo 6 meses antes de llegar a las primeras conclusiones y tomar decisiones.
Estos nuevos datos se empezaron a registrar entre enero de 2018 y todas las granjas experimentaron cambios en los patrones propios de distribución de bajas, especialmente con relación a la causa no viable y otros, tal y como muestran las figuras 4, 5,6 y 7 a continuación.
Para definir mejor este cambio de tendencia, se analiza la edad de lechón en el momento de la baja comparando antes y después de introducir el nuevo concepto “pequeños”. La figura 8 muestra como, en todos los casos, la edad media de baja de los lechones no viables disminuye al aparecer la nueva causa.
Parece que muchos de los animales identificados como no viables realmente no lo son. Sencillamente son animales más pequeños a los que debe atenderse con mayor cuidado, empezando por el encalostramiento y posiblemente, dependiendo de cada granja, mejorar las adopciones tempranas y ajustes de camada.
Una vez finalizado el periodo de 6 meses de recogida de estos datos, se podrá cumplir el primer objetivo: cuantificar de manera más precisa este problema y usarlo para concienciar al personal de que parte de estos lechones pueden ser salvados con una mejor atención en las primeras horas de vida.
Y como siempre, serán los números y no las sensaciones las que determinen el grado de mejora en cada granja tras aplicar este criterio junto con el adecuado protocolo de trabajo.