La determinación del valor energético de los alimentos es una tarea difícil, cara y tediosa. Históricamente se han desarrollado y propuesto diferentes modelos para evaluar el contenido energético de las materias primas, con el objeto de tratar de ajustar al máximo los aportes con los requerimientos de los animales. Las primeras aproximaciones fueron el cálculo de nutrientes digestibles totales (TDN; NRC, 1971), y a partir de ésta se han producido constantes avances. Sin duda el más significativo fue la introducción del concepto de energía neta (EN), ya que permite una estimación mucho más fiable y precisa del contenido energético real de las materias primas, y evita la sobrestimación energética de los sistemas de energía digestible (ED) y metabolizable (EM) de los alimentos ricos en proteína, y la subestimación de los ricos en grasa (Figura 1).
Figura 1. Valoración energética en relación a la ED para tres materias primas. |
La generalización en el uso del concepto de EN (aunque el NRC, 1998, sigue dando la recomendación en EM por la falta de datos de EN), ha permitido dar un paso más en la valoración energética real de los alimentos, aunque ésta no depende sólo del alimento per se, sino de otros factores tales como el procesado térmico, el grado de molienda, su interacción con otros alimentos o el uso de aditivos (enzimas, etc), y también del animal que lo ingiere (estado fisiológico, nivel de ingesta, etc). De forma paralela el cálculo de las necesidades de los animales se han adaptado a sistemas factoriales, de modo que las necesidades dependen del nivel de producción de los animales y de su capacidad genética. Estas dos cuestiones se conocían hace tiempo, pero hasta muy recientemente no se ha contado con herramientas para poder utilizarlos en el racionamiento de los animales. Probablemente uno de las mayores desviaciones que se cometían al utilizar un único valor de energía neta por el alimento, es la diferente utilización digestiva en función de la edad de los animales. Así, los animales adultos (>150 kg) tienen una mayor capacidad de digestión de los alimentos, en concreto de la fracción fibrosa de los mismos. Le Golf y Noblet (2001) estimaron una diferencia de 0,26 unidades en las pendientes que describen la caída de la digestibilidad de la dieta con el incremento de fibra neutro detergente (FND), al comparar cerdos en crecimiento y cerdas adultas (0,90 vs 0,64), lo cual indica la gran diferencia en capacidad digestiva de la fracción fibra en función del estado fisiológico. Esto es así por un mayor desarrollo del aparato digestivo, y por un mayor tiempo de retención de los alimentos en los animales adultos. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la diferencia en la ED se debe básicamente a la mayor capacidad de digestión de la fibra, la cual genera ácidos grasos volátiles (AGV) a nivel cecal, y la eficacia metabólica de la utilización de los AGV es inferior a la de los nutrientes absorbidos a nivel de intestino delgado por digestión enzimática. Sin embargo, hay que considerar de forma aislada cada materia prima, ya que no solo es función del nivel de fibra, sino de su composición química (diferencia entre FND y fibra ácido detergente básicamente). La Tabla 1 muestra los valores recientemente publicados por el INRA-AFZ (2002) en cuanto a las eficacias de transformación de la energía de las materias primas en función de la edad. Como se puede observar, la relación ED reproductora/ED crecimiento (EDr/EDc) siempre es mayor que la unidad, con una media de 7,3% para las 108 materias primas que se ofrecen en las tablas, por la mayor digestibilidad de la fibra en reproductoras. Asimismo, la eficacia de transformación de la ED a EM es mayor en cerdos en crecimiento que en reproductoras, por las menores pérdidas por metano básicamente (1,03 unidades porcentuales como media). Sin embargo, la eficacia de trasformación de EM a EN varía en función de la materia prima, siendo superior en reproductoras en materias primas tales como cascarilla de soja (4,5 unidades porcentuales), con muy pocas diferencias en la mayoría de los casos, e inferiores en materias primas como el salvado de maíz. En este sentido se debe tener en cuenta la menor eficacia de la energía cuando se absorbe mediante AGV, pero también las diferentes eficacias de transformación, altas para mantenimiento y producción de leche, e inferiores para la producción de carne. De estos datos es destacable el gran interés que tiene en valorar los alimentos en EN, y de las desviaciones que se producen al formular en ED o EM.
A nivel práctico, la cuantificación de valores energéticos diferentes en función de la edad de los animales en porcino es una herramienta de gran valor, aunque la base técnica era conocida desde hace bastante tiempo. Esta herramienta pone de manifiesto la importancia de formular las dietas en EN, ya que es una estimación mucho más precisa del valor energético de los alimentos. Los nuevos valores permitirá un mayor ajuste en las dietas para cerdas gestantes y lactantes (de gran importancia en la actualidad por la implicación de las nuevas normativas de alojamiento en grupo de los animales), y podría tener interés también en la producción de cerdo graso (125 kg PV) y de cerdo ibérico (160 kg PV).
Tabla 1. Valores energéticos (EB: bruta, EM: metabolizable, EN: neta, r: reproductoras, c: cebo, kcal sobre materia seca), digestibilidad (CDE) y eficacias de transformación de diferentes matiras primas (INRA-AFZ, 2002)
Materia prima |
EB
|
CDEc
(%) |
EDr/
EDc |
EDc
|
EMc
|
ENc
|
EDr
|
EMr
|
ENr
|
EDr/
EDc |
EMr/
EMc |
ENr/
ENc |
Avena |
4656
|
64,1
|
106,3
|
2984
|
2871
|
2150
|
3173
|
3020
|
2250
|
1,06
|
1,05
|
1,05
|
Trigo blando |
4351
|
87,6
|
101,8
|
3811
|
3697
|
2895
|
3880
|
3744
|
2928
|
1,02
|
1,01
|
1,01
|
Maíz |
4463
|
87,9
|
104,0
|
3923
|
3829
|
3067
|
4080
|
3962
|
3153
|
1,04
|
1,03
|
1,03
|
Cebda |
4390
|
80,6
|
102,7
|
3538
|
3425
|
2627
|
3634
|
3492
|
2682
|
1,03
|
1,02
|
1,02
|
Salvado de trigo |
4606
|
65,6
|
107,0
|
3022
|
2886
|
2124
|
3233
|
3062
|
2244
|
1,07
|
1,06
|
1,06
|
Gluten feed |
4468
|
65,7
|
116,4
|
2935
|
2765
|
1853
|
3417
|
3161
|
2152
|
1,16
|
1,14
|
1,16
|
Guisante |
4366
|
88,0
|
103,6
|
3842
|
3662
|
2680
|
3980
|
3765
|
2753
|
1,04
|
1,03
|
1,03
|
Soja extrusionada |
5530
|
78,0
|
108,6
|
4313
|
4046
|
2909
|
4684
|
4356
|
3128
|
1,09
|
1,08
|
1,08
|
Harina soja (45%) |
4659
|
85,0
|
106,3
|
3960
|
3620
|
2190
|
4210
|
3801
|
2357
|
1,06
|
1,05
|
1,08
|
Harina girasol no decorticada |
4626
|
52,1
|
114,3
|
2410
|
2198
|
1229
|
2755
|
2471
|
1401
|
1,14
|
1,12
|
1,14
|
Harina girasol decorticada |
4628
|
58,9
|
110,8
|
2726
|
2481
|
1409
|
3020
|
2709
|
1560
|
1,11
|
1,09
|
1,11
|
Cascarilla soja |
4355
|
51,4
|
136,8
|
2238
|
2086
|
1114
|
3062
|
2771
|
1596
|
1,37
|
1,33
|
1,43
|
Alfalfa deshidratada, 17-18% PB |
4301
|
42,6
|
118,3
|
1832
|
1700
|
927
|
2168
|
1955
|
1101
|
1,18
|
1,15
|
1,19
|
Paja de cereal |
4420
|
12,0
|
155,7
|
530
|
470
|
255
|
826
|
723
|
391
|
1,56
|
1,54
|
1,53
|
Así lo ve Imasde