Hasta hace unos pocos años las empresas integradoras españolas huían de crecer mediante la participación en la propiedad de las granjas, principalmente por dos motivos:
- Las fuertes inversiones que debían realizar en instalaciones, lo que reducía de manera significativa la rentabilidad de su inversión en la producción porcina
- Las numerosas complicaciones que supone la gestión diaria de las granjas sobre todo en
- temas medioambientales (gestión del purín, retirada de cadáveres, etc.)
- gestión del personal
Con la consolidación del modelo de producción porcina en fases, la apuesta por las granjas nuevas con un número importante de efectivos, en torno a 3000 reproductoras conforme a lo máximo permitido por ley en España, y la implantación de líneas genéticas hiperprolíficas que permitían alcanzar producciones en torno a 30 o más lechones por cerda y año, algunas integradoras se decantaron, hace ya algunos años, por modelos de producción basados en granjas propias de reproductoras, donde los costos de producción podían estar incluso por debajo del obtenido en las integraciones clásicas, aunque la rentabilidad al capital invertido bajase de manera considerable.
En los dos últimos años, coincidiendo con la alta rentabilidad de la producción y los fuertes problemas sanitarios, que ocasionan gravísimos problemas económicos en las granjas afectadas, y ante la dificultad de contratar nuevas granjas en modelos de integración, muchas integradoras están cambiando sus pautas de actuación y se están embarcando en la compra de instalaciones, algunas de ellas con bastantes años de actividad.
Desde 3tres3, conscientes de esta realidad, hemos preguntado a nuestros lectores a través de una encuesta porqué creen que se están produciendo estos cambios y porqué las empresas integradoras y los grupos cárnicos están comprando granjas. La encuesta ha tenido una muy buena acogida, con 401 respuestas de usuarios y 645 opiniones, ya que los encuestados podían elegir varias opciones.
Los resultados han sido los siguientes:
En primer lugar, destacar la variabilidad en las respuestas ya que la opción más mayoritaria no supera el 34 % de las respuestas y las dos siguientes solo tienen un 25 % de los apoyos, por lo que pensamos que hay diferentes razones que explican este fenómeno y algunas de ellas además son complementarias.
Vamos a analizar las diferentes opciones.
1º La dificultad para construir nuevas granjas por temas legales y medioambientales (33, 41% de los participantes)
No cabe duda de la creciente dificultad para obtener las licencias para construir una nueva granja porcina. A las normativas sobre distancias con respecto a otras granjas se añaden las complicaciones para la gestión del purín y, sobre todo, la licencia para obtención del agua, donde las autorizaciones de las Confederaciones Hidrográficas son cada vez más restringidas. En las áreas calificadas como zonas vulnerables las nuevas autorizaciones son imposibles.
A estas dificultades debemos añadir las presiones y recursos vecinales de grupos contrarios a la instalación de granjas, que complican y retrasan las aprobaciones municipales. También hay que tener en cuenta las moratorias autonómicas para la construcción de nuevas granjas en amplias zonas del territorio. Con previsiblemente menos granjas de las proyectadas tiempo atrás, asegurarse la producción de cada granja se vuelve más importante.
2º La falta de relevo generacional al frente de muchas de las granjas familiares de reproductoras de tamaño pequeño o mediano (25,93% de los participantes)
En España, como en otros países de Europa y del resto del mundo, se están produciendo unos cambios muy profundos en los modelos de producción porcina pasando de producir en granjas familiares de tamaño pequeño o medio a granjas de mayor tamaño y gestionadas de modo empresarial, con personal contratado, la mayor parte de las veces totalmente ajeno a la propiedad de las granjas.
No tenemos estadísticas en España sobre la edad media de los propietarios de las granjas de madres familiares, pero, sin duda, muchos de ellos están cercanos a la edad de jubilación.
Las nuevas generaciones no quieren sistemas de producción que impliquen trabajar 365 días al año, incluidos los festivos y sin poder disfrutar de vacaciones ni fines de semana libres y cuando se tienen que poner al frente de las granjas familiares buscan alternativas que sean compatibles con las nuevas realidades sociales.
Muchas de las granjas pequeñas se transforman en cebaderos o isoweans y las medianas se intentan ampliar para acomodarse a los nuevos modelos de producción.
Las más grandes o con posibilidades de ampliación, se venden a integradoras o grupos cárnicos que quieren granjas grandes con tamaños adecuados que les permitan llenar isoweans y cebaderos de uno o muy pocos orígenes para mejorar su eficiencia económica y sanitaria.
3º Para asegurarse el suministro de animales a su estructura (25,18% de los participantes)
De todos es conocida la alta capacidad de trabajo de los frigoríficos españoles, que supera a la capacidad de producción de las granjas españolas. Este hecho, unido a la dificultad de importar cerdos para beneficio por cuestiones económicas, sanitarias y logísticas ha hecho que buena parte de los grupos cárnicos se hayan implicado en la producción para poder asegurarse el suministro de animales para su cadena de beneficio y fabricación y poder atender sus compromisos comerciales.
4º Para controlar los costos de producción y las fuertes oscilaciones en el precio del lechón (18,45% de los participantes)
Los altos precios del lechón en los últimos años hacen que la rentabilidad de las producciones ganaderas basadas en la compra de lechones, ya sean de importación o de clientes nacionales haya sido baja, lo que ha favorecido la compra de granjas productoras de lechones para tener más controlado el precio del lechón, su origen y su trazabilidad sanitaria.
5º Para que las integradoras/grupos cárnicos puedan seguir creciendo y ganando cuota de mercado (18,20% de los participantes)
Los grandes grupos cárnicos españoles, que en buena parte provienen de la producción, quieren seguir creciendo y ganando cuota de mercado tanto a nivel nacional como internacional y, para ello, invierten directamente en la producción, ante la dificultad de seguir creciendo basándose exclusivamente en el modelo clásico de la integración.
6º La dificultad de construir nuevas granjas en sistemas de integración por los elevados costos de construcción y los altos costos financieros (16,71 % de los participantes)
El costo por plaza de reproductora en una granja nueva en España se ha disparado en los últimos años, superando muchas veces los EUR 3000 por plaza en fase 1, y los costos financieros han subido de manera significativa, lo que impide que los integrados puedan acceder a la financiación bancaria y, sobre todo, puedan rentabilizar sus inversiones. Además, las entidades financieras exigen que los inversores dispongan o avalen personalmente una parte significativa de la inversión total, lo que dificulta o hace imposible muchas veces las inversiones por parte de los integrados.
Hay otras respuestas más minoritarias que también han podido ser el motivo de la compra-venta en casos concretos pero todas ellas con respuestas por debajo del 11 %
- Para evitar la entrada de otros integradores en las zonas de influencia de las empresas
- Para proveerse de lechón de buena calidad sanitaria
- Para aprovechar la disponibilidad de liquidez de las empresas
- Para tener mayor control sobre el personal y las inversiones a realizar en las instalaciones
Como conclusiones
El modelo de producción porcina español está cambiando en lo referente a la propiedad de las granjas de reproductoras, gestionadas mayoritariamente hasta ahora por mano de obra familiar. La mayor concentración de la producción porcina española gira en torno a integradoras y grupos cárnicos que, por su volumen y capacidad económica, están absorbiendo a otras empresas de producción y a pequeñas empresas familiares.
Hay más granjas y proyectos a la venta por parte de propietarios afectados por fuertes problemas sanitarios y por la alta edad media de los mismos, unido a las dificultades legales, medioambientales y económicas, y a las fuertes inversiones necesarias para construir granjas nuevas. Todo ello “obliga” a las empresas de producción porcina, que quieren mantener su cuota de mercado o seguir creciendo a implicarse en inversiones directas en instalaciones, a través de la compra de granjas de reproductoras, lo que supone que deben asumir directamente la gestión del personal, de los aspectos medioambientales y el control de los costos en las granjas, además de provocar una bajada importante de la rentabilidad económica, medida sobre el capital total invertido.