Los criterios de diagnóstico de la circovirosis porcina (CP) no han cambiado en los últimos 10 años. Concretamente, se considera que un cerdo, como individuo, padece específicamente de CP cuando presenta síntomas clínicos caracterizados por retraso en el crecimiento y/o alteraciones respiratorias/digestivas, lesiones histopatológicas características en órganos linfoides (moderada a marcada depleción linfocitaria con infiltración histiocitaria) y presencia de circovirus porcino tipo 2 (PCV2) en cantidad moderada a elevada en esas lesiones linfoides (Fig. 1). No obstante, la claridad de estos criterios diagnósticos está mediatizada por una serie de aspectos subjetivos que los concierne. El objetivo de este artículo es precisamente discutir aquellos temas de diagnóstico que son relevantes desde el punto de vista práctico y que escapan, de alguna manera, a la definición de la enfermedad.
El primero de ellos se refiere a cuando hay que considerar que una granja padece de CP. Actualmente es bien sabido que una granja con buenos o muy buenos parámetros productivos puede tener casos esporádicos de la enfermedad. Por tanto, si fuéramos estrictos, sería prácticamente imposible declarar granjas "libres" de CP. Es por ello que ha habido tanta controversia en relación a la decisión sobre si una granja, una región o incluso un país (por ejemplo, Australia) sufren o no esta enfermedad. Esta controversia viene dada también, lógicamente, por el carácter ubicuo del agente causal esencial de la enfermedad, el PCV2. De toda esta discusión surgió la necesidad de establecer un diagnóstico "de granja", en el cuál se aunara el diagnóstico del proceso en animales individuales con la situación epidemiológica de la explotación. Este diagnóstico "de granja" incluye dos grandes criterios que deben cumplirse a la vez:
- Incremento significativo de la mortalidad y de los signos clínicos compatibles con una CP (examen clínico).
- Consecución del diagnóstico individual de CP (examen laboratorial).
Para solucionar el concepto de "significancia" del primer punto se ha realizado una aproximación "estadística" mediante la utilización del test de Chi-cuadrado o bien de la media de mortalidad ± 1,66 x desviación estándar (consultar la web www.pcvd.net para más detalles). El problema de estos cálculos es que se necesita tener datos previos de mortalidad en la granja, y ello no es siempre factible. Cuando estos datos no se encuentran disponibles, se considera que un aumento de más del 50% en relación a la media de la mortalidad regional es sospechoso de una posible CP. No obstante, aquí también hay el problema de que debe conocerse la mortalidad media en una región o zona geográfica, hecho usualmente difícil. Alguien podría pensar que se está "rizando el rizo" para con el diagnóstico de esta enfermedad, pero ello es producto de una historia de más de 10 años, donde la controversia mencionada ha sido lo habitual, y donde la "necesidad" de máxima precisión ha sobrepasado los límites de la normalidad diagnóstica en enfermedades del cerdo. De hecho, cabe destacar que este primer criterio del diagnóstico "de granja" es, además, muy limitado; su utilización tiene sentido en un contexto de enfermedad epizoótica (dado que la mortalidad "problema" se compara con una mortalidad anterior que se debe considerar normal para una granja determinada) y no es aplicable a la situación enzoótica, que es la habitual en la actualidad.
Un segundo tema de diagnóstico muy relevante afecta directamente al veterinario clínico: selección del cerdo a estudiar de forma individual (histopatología con detección de PCV2). En otras palabras, ¿cómo sabemos que un cerdo determinado es representativo de una CP? La respuesta a esta pregunta no es fácil. Se sabe que un cerdo afectado por la enfermedad puede desarrollar un cuadro clínico de desmedro y no morir en la fase aguda o subaguda del proceso, de manera que acaba desarrollando un proceso crónico. En esta fase crónica, las lesiones histológicas en los órganos linfoides pueden haber remitido hasta un punto de ser consideradas leves o inexistentes y, en ambos casos, el diagnóstico individual de CP no se produciría (Fig. 2). Por tanto, para "salvar" esta situación de representatividad de los animales a examinar es necesario seleccionar cerdos en la fase más aguda/subaguda del proceso (animal con no más de una semana desde el inicio del cuadro clínico) y estudiar el mayor número de cerdos posible. Este último punto siempre será complicado debido al coste de los análisis. Idealmente se recomendaría realizar el diagnóstico laboratorial en 5 cerdos, dado que garantizan que si la CP es una enfermedad relevante en la granja (asociada a más del 50% de la mortalidad existente), al menos 1 de los 5 animales va a tener un diagnóstico positivo con una probabilidad del 95% (¡otra vez estadística!).
En resumen, estas reflexiones han pretendido ahondar en algunos puntos clave del diagnóstico práctico de la CP y que habitualmente no se tratan en los libros de texto o en los artículos científicos. Por tanto, es importante enfatizar más que nunca que un cerdo con desmedro no es necesariamente un cerdo con CP, y que un diagnóstico laboratorial negativo en relación a CP no descarta necesariamente la existencia de la enfermedad en la granja. A pesar de que estos comentarios parecen ser potestad de la CP, cabe recordar que también son aplicables a muchos otros procesos patológicos.