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Control de la Enteropatía Proliferativa Porcina

Las medidas a emplear para el control de la enteropatía proliferativa porcina (Lawsonia intracellularis) dependen de la situación epidemiológica de la granja en la que se van a aplicar.

Las medidas a emplear para el control de la enteropatía proliferativa porcina (Lawsonia intracellularis) dependen de la situación epidemiológica de la granja en la que se van a aplicar.

En las granjas libres, las medidas irán encaminadas a evitar la llegada de la infección. El diagnóstico serológico es una herramienta fundamental en este sentido: los cerdos de reposición que se introduzcan en las granjas libres deben estar libres de anticuerpos. Una serología negativa de un número suficiente de sueros de cerdas de la granja de procedencia puede dar una garantía aún mayor de que esta granja está libre de la infección.

Para mayor seguridad, la reposición debe someterse a una cuarentena durante la cual puede aplicarse una medicación adecuada con cualquiera de los productos activos contra L. intracellularis.

L. intracellularis también puede llegar a las granjas libres con heces infectadas, en las que esta bacteria puede mantenerse viable un mínimo de 2 semanas. No obstante, con unas medidas de bioseguridad razonables puede evitarse este tipo de transmisión indirecta.

En las granjas con infección endémica aún faltan estudios que aclaren algunos aspectos de la epidemiología de la infección, no obstante hay datos que permiten diseñar programas de control racionales.

Es posible también pensar en un programa de erradicación, pero estos programas son caros y muy complejos de ejecutar en las granjas grandes y pueden fallar. Los fallos principales están originados por la resistencia de L. intracellularis en el ambiente. Por ello, cualquier error en las rigurosas medidas higiénicas que es necesario implantar puede hacer fallar el programa, perdiéndose así el dinero y el esfuerzo aplicados. La actuación de ratas y ratones como vectores biológicos puede ser otra posible causa de fallos.

Existe una vacuna atenuada reciente, cuya eficacia exacta en condiciones de campo está aún por determinar. Si tiene un grado de eficacia razonable, podría ser fundamental a la hora de diseñar un plan de erradicación o un plan de control. No obstante, aún no cabe pensar en su utilización masiva en el campo puesto que no está comercializada.

En la situación actual hay que pensar, por tanto, en el empleo de quimioterápicos activos combinado con medidas de higiene y manejo. Hay diversos quimioterápicos que tienen una eficacia contra Lawsonia intracellularis demostrada por pruebas de desafío, como son, entre otros, la tilosina, la tiamulina y la valnemulina (ahora prohibida), las tetraciclinas, la eritromicina, las quinolonas y la combinación lincomicina-espectinomicina.

En esta enfermedad, lo mismo que en otras enfermedades digestivas, la eficacia in vitro de un quimioterápico no siempre se corresponde con la observada in vivo en condiciones de campo. En la patogenia de la enteritis proliferativa interviene L. intracellularis, pero para que actúe es imprescindible la actuación conjunta de otras bacterias que forman parte de la flora digestiva. En ocasiones un quimioterápico no demasiado activo in vitro contra el agente etiológico tiene una buena eficacia in vivo porque controla esta flora digestiva que L. intracellularis necesita para poder colonizar el intestino del cerdo y lesionarlo.

A la hora de implantar un tratamiento de control hay que pensar siempre en las medidas complementarias. De poco vale utilizar un producto activo que tenga una gran eficacia contra L. intracellularis si los cerdos están alojados en un ambiente que permita un gran contacto con heces contaminadas. Las posibilidades de reinfección de los cerdos "curados" son muy elevadas, ya que estamos hablando de una bacteria con una capacidad de persistencia en el ambiente de, al menos, dos semanas. Tratar a los cerdos para permitir que vuelvan a contaminarse una vez retirado el tratamiento es tirar el dinero, algo que sucede con una frecuencia excesiva en el campo.

Los tratamientos de control deben hacerse en función de la epidemiología de la infección para que su relación coste eficacia sea óptima.

En las granjas endémicas, las cerdas que han sufrido una infección reciente son capaces de proteger a sus lechones durante la lactación, mientras que las cerdas multíparas de estas granjas pueden, al cabo del tiempo, hacerse seronegativas y, por tanto, pierden la capacidad de proteger a sus lechones lactantes (ver Pozo et al., IPVS 2000, pág.108).

Los estudios epidemiológicos indican que, en granjas con infecciones endémicas, la máxima difusión de la infección se produce tras el destete. Un porcentaje más o menos alto de lechones puede infectarse una vez que pierden la inmunidad materna y estos lechones son la fuente de infección para los demás en la transición (ver Wendt et al., IPVS 2000, p. 27 y Hurtado et al., IPVS 2000, p. 28). Los lechones que se infectan en la transición diseminan la infección a los otros lechones con los que se mezclan durante el cebo.

Los tratamientos estratégicos de control deben buscar la máxima eficacia epidemiológica. En una granja de ciclo completo, el tratamiento puede aplicarse a las cerdas que van a entrar en partos con el fin de dificultar la transmisión de la infección a los lechones lactantes. En este caso, las cerdas deberían ser tratadas al menos dos semanas antes de la entrada en partos y lavadas a la entrada para eliminar la materia orgánica en la que puede persistir la bacteria.

El tratamiento de los lechones recién destetados en el pienso o en el agua durante al menos dos semanas tendría como objetivo impedir la transmisión horizontal desde los lechones infectados en lactación hacia los lechones sanos durante la fase de transición.

Por último, el mejor control durante la fase de cebo es impedir la llegada de lechones infectados o disminuir todo lo posible el número de lechones eliminadores y la tasa de eliminación tratándoles al final de la transición, antes de que sean trasladados al cebadero.

En esta enfermedad, como en cualquier otra, no existen reglas generales para diseñar un sistema de control. Cada granja tiene unas condiciones particulares en función de las cuales debe establecerse el mejor sistema basado en las estas condiciones y teniendo en cuenta características epidemiológicas de la enfermedad a controlar.

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