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Comportamiento alimentario y consumo diario de cerdas lactantes en condiciones de estrés por calor

El patrón de ingesta alimentaria de las cerdas cambia a lo largo del día según la estación.

El clima como desafio para las cerdas

El clima es el primer factor limitante para alcanzar la máxima eficiencia productiva en regiones de clima cálido como América Latina y Asia. Si bien el estrés por calor es un desafío ocasional en las regiones templadas a través de las llamadas "olas de calor", en las áreas tropicales y subtropicales es un desafío constante. Además, en estas regiones, los efectos de las altas temperaturas pueden intensificarse por la humedad relativa del aire (Renaudeau et al., 2008).

Bajo estrés por calor, las cerdas reducen su apetito para reducir la producción de calor debida al efecto térmico de la digestión del alimento. Esta reducción en el consumo voluntario de alimento tiene consecuencias negativas en la movilización de reservas corporales, la producción de leche y la longevidad de la cerda (Dourmad et al., 1998; Renaudeau et al., 2008; Silva et al., 2009a). Los efectos climáticos se intensifican en los genotipos modernos debido a las altas tasas de crecimiento, la deposición de tejido muscular y el potencial reproductivo (Nienaber et al., 1997; Renaudeau et al., 2008; Silva et al., 2018).

Para atenuar los efectos negativos del estrés por calor, muchas pruebas de investigación en los últimos años han tratado de estudiar soluciones ambientales y nutricionales para mejorar el rendimiento de las cerdas en condiciones de estrés por calor. Se han evaluado varias técnicas ambientales, pero solo unas pocas fueron efectivas y económicas para minimizar el impacto del estrés por calor en la producción porcina (Renaudeau et al., 2008). Estas soluciones incluyen estrategias de manejo para reducir la temperatura ambiente del edificio (ventiladores, sistemas de enfriamiento por evaporación) y/o aumentar las pérdidas de calor de los animales (enfriamiento del suelo, enfriamiento por goteo, enfriamiento del hocico) (McGlone et al., 1988; Silva et al., 2006 y 2009). Las soluciones nutricionales pueden ofrecer una estrategia alternativa viable más económica que se puede adoptar para minimizar los efectos negativos del estrés por calor. Las dietas con contenido reducido de proteínas disminuyen la producción de calor y pueden atenuar el efecto de la temperatura elevada en el consumo de alimento (Renaudeau et al., 2001; Le Bellego et al., 2002; Silva et al., 2009a). Varios autores han estudiado el aumento de la densidad de nutrientes en la dieta (McGlone et al., 1988; Schoenherr et al., 1989; Dove y Haydon, 1994; Quiniou et al., 2000; y Silva et al., 2009a; Silva et al. al., 2009b) pero sin mejoras efectivas en el rendimiento de la cerda y la camada. Por el contrario, se ha publicado muy poco sobre los efectos de los sabores de los piensos en el rendimiento de las cerdas. El uso estratégico de los aromas puede ser beneficioso para estimular la ingesta de alimento (Moser et al., 1987; Frederick y Van Heugten, 2006; Wang et al., 2014), ofreciendo la posibilidad de mejorar la producción de leche y el rendimiento de la camada en condiciones de estrés por calor.

Comprendiendo el comportamiento alimentario en cerdas lactantes

El estrés por calor también puede causar cambios en el comportamiento de las cerdas lactantes. Estos cambios se deben al impacto del estrés térmico en la cinética de la ingesta voluntaria, el patrón de alimentación y la capacidad de lactancia de las cerdas, reduciendo la ingesta diaria total de cerdas, reduciendo el tiempo que dedican a dar de mamar e induciendo una mayor agitación. Por lo tanto, las cerdas tienden a tumbarse y levantarse con más frecuencia de lo normal y, como resultado de este malestar, aumenta la mortalidad de los lechones por aplastamiento (Silva et al., 2006).

A una temperatura diaria constante en salas con temperatura controlada (Quiniou et al., 2000b; Renaudeau et al., 2002), o con una fluctuación nictameral (ciclo día/noche) de temperatura diaria generada experimentalmente (Quiniou et al., 2000a) o bajo temperaturas que fluctúan de manera natural (Renaudeau et al. al., 2003a; Gourdine et al., 2006; Silva et al., 2009a y 2009b), se producen 2 picos de actividad de alimentación durante el día. Un pico se observa temprano en la mañana y el otro se observa antes del comienzo de la noche. De acuerdo con Silva et al. (2009a), estas observaciones sugieren que la actividad del patrón de alimentación de las cerdas lactantes se debe principalmente a los cambios de intensidad de la luz en la sala de partos. Sin embargo, la influencia de otros factores ambientales, como la presencia de personal, la recogida de sobras y la distribución de alimentos, también pueden atenuar o acentuar este patrón bimodal diurno (Renaudeau et al., 2003b; Silva et al., 2009a).

Silva y col. (2009a) también mostraron que el patrón de alimentación se vio afectado por la estación o, más específicamente, por la cinética diaria de temperatura y humedad relativa. Renaudeau y col. (2003b), que realizaron un estudio en las mismas condiciones que los autores anteriores, observaron que la ingesta reducida de alimento durante el período más caluroso del día estaba parcialmente contrarrestada por una mayor cantidad de ingesta de alimento durante los períodos más fríos del día. En contraste con el informe de Gourdine et al. (2006), que mostró que el 64% de la ingesta diaria total de alimento se produjo durante el período nocturno durante la temporada calurosa, Silva et al. (2009a) observaron que el 44% de la ingesta diaria de alimento se produjo durante el período nocturno y que este valor fue mayor en la estación cálida que en la estación fría (47%). Estos resultados indican en general que las condiciones climáticas también pueden influir en el patrón nictameral de alimentación en cerdas lactantes.

Según los datos de los estudios anteriores, cada aumento de un grado en la temperatura se correspondió a una reducción en la ingesta diaria de alimento de 462 g/d (Silva et al., 2009a). Entre 25 y 27°C con una humedad relativa del 50-60%, Quiniou y Noblet (1999) reportaron una reducción en la ingesta de alimento equivalente a 254 g/d por grado Celsius. La mayor reducción diaria de la ingesta de alimento por grado Celsius encontrada en el primer estudio (462 g/ por grado Celsius) puede estar relacionada con el efecto del aumento de humedad observado durante el estudio (85 a 98%). Estos resultados sugieren que el efecto negativo de la temperatura ambiente elevada puede verse acentuado por el aumento de la humedad relativa en un clima tropical.

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