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Bienvenido de nuevo, Mr. Trump

Nuestros especialistas Sara Mazo y Francisco Ruíz repasan las políticas económicas aplicadas durante el primer mandato de Trump: proteccionismo, aranceles, desregularización del sector energético y agrícola.

El pasado martes 5 de noviembre el mundo entero seguía con expectación las elecciones en Estados Unidos. Finalmente, la proclamación de Trump como nuevo presidente sembraba dudas sobre las posibles consecuencias de este segundo mandato. Sobre todo, hay que tener en cuenta que posee una amplia mayoría tanto en la Cámara de Representantes, en el Senado y en la Corte Suprema. Y también que a lo largo de toda la campaña ha mostrado su predisposición en inferir en decisiones de organismos como la FED (Reserva Federal), hasta el momento con directrices independientes de la política.

Nuestro mercado no ha sido ajeno a las dudas e incógnitas planteadas con el cambio de gobierno. Una vez los fabricantes de alimentos respiraron un poco más tranquilos por el aplazamiento del cumplimiento de la ley EUDR (Reglamento de la Unión Europea sobre Productos Libres de Deforestación) que comentábamos en el anterior artículo, la tranquilidad duró poco, como viene siendo habitual, y las dudas y la incertidumbre se instalaban de nuevo en el mercado. Hemos recibido varias consultas sobre las implicaciones de un nuevo gobierno de Donald Trump, y por eso vamos a intentar desgranar que podemos esperar. Desde luego no vamos a entrar en valoraciones de sesgo político, simplemente nos vamos a centrar en lo que nos compete.

Si miramos el primer mandato de Trump, su gran apuesta fue el proteccionismo de los productos estadounidenses frente a lo que consideraba prácticas desleales, principalmente por parte de China. Esta guerra comercial que se instauró entre estos dos países provocó gran incertidumbre a nivel global y reajuste en las cadenas de suministros (agravadas luego con la aparición del COVID y los choques de oferta que generó). La imposición de aranceles a varios productos de origen chino, con las consecuentes represalias por parte de China a productos de origen norteamericano. Por ejemplo, China estableció en 2018 la primera fase de imposición de aranceles, que fue un 25 % sobre USD 34 000 millones en bienes estadounidenses, que incluía un 25 % de arancel a la soya, un 25 % a la carne de cerdo, y aranceles de entre el 5 y el 25 % para otros productos agrícolas.

La imposición del 25 % de arancel a productos como la soya, el maíz y otros productos agrícolas, provocó que los proveedores tuvieran que buscar mercados alternativos para vender esos productos, provocando una mayor competencia para los productos europeos que tuvieron que competir en los diferentes mercados compradores con los productos de origen norteamericano. La soya fue uno de los productos más afectados por la guerra comercial, ya que antes de ella China compraba casi el 60 % de la producción americana. Con la guerra comercial pasó a comprar en Brasil y Argentina, los agricultores norteamericanos tuvieron que buscar mercados alternativos para poder comercializar su soya ante la guerra de aranceles.

También se vivió una mayor desconexión, si cabe, entre las políticas agrícolas de EE.UU y las europeas. Trump abogó por una mayor introducción de productos genéticamente modificados y por una mayor desregulación de leyes federales en sectores como finanzas, o energía (reducción de uso renovables frente a energías fósiles) pero también por una menor regularización de practicas agrícolas. Europa en cambio respondió exactamente con el camino inverso, apostando por la sostenibilidad y leyes más estrictas (la famosa estrategia farm to fork).

En cuanto a la divisa, que tanto nos marca los precios, hemos visto, desde la proclamación de Trump como ganador de las elecciones, una continua subida del dólar respecto al euro, con el consecuente encarecimiento de las exportaciones. De momento, cabe esperar que continúe, hasta por lo menos que tome posesión del cargo en enero. A partir de ese momento veremos si realmente va a volver a instaurar políticas proteccionistas, que a priori debilitarían el dólar, o tomará otros caminos. Porque lo que tenemos claro es que tanto el presidente Trump como los otros miembros del gobierno que está confeccionando van a generar negocio, movimiento y volatilidad en los mercados.

Otro factor importante para la determinación de precios es el petróleo, debido al impacto del flete en los precios de los cereales y demás productos agrícolas en destino. El presidente Trump se muestra abiertamente partidario del uso de combustibles fósiles en contra de políticas de energías renovables. Sin embargo, JPMorgan acaba de publicar una previsión bastante bajista para el crudo durante los próximos dos años. Prevé la cotización del barril de Brent similar a USD 73 el barril durante 2025 y USD 61 el barril para 2026 debido a una posible desaceleración económica (asumiendo que la producción en los países productores de la OPEP será similar a la actual).

De cara a enero podremos tener más visibilidad de las consecuencias de las políticas que va a implementar Estados Unidos, por eso, si tenéis preguntas no dudéis en poneros en contacto con nosotros, intentaremos poder contestarlas.

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