El componente olvidado: El alimento como fuente de neuroquímicos

10-mar-2025
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Los neuroquímicos en el alimento porcino, especialmente de origen vegetal, influyen en el microbioma intestinal y la salud de los cerdos, modulando el microbioma

El contenido de neuroquímicos en el alimento para cerdos, particularmente de ingredientes de origen vegetal, influye significativamente en el microbioma intestinal y la salud general de los cerdos. Las plantas producen naturalmente neuroquímicos como dopamina, serotonina y norepinefrina como parte de su respuesta al estrés. Estos compuestos, cuando se incorporan en las dietas porcinas, pueden interactuar directamente con el microbioma y la fisiología del huésped.

Por ejemplo, las legumbres como los frijoles y las semillas contienen precursores como la L-Dopa, que resisten altas temperaturas de procesamiento y pueden influir en la producción de serotonina. Se ha demostrado que estos neuroquímicos de origen vegetal modulan las poblaciones microbianas en el intestino, promoviendo bacterias beneficiosas y mejorando la salud intestinal. Sin embargo, sus efectos dependen del tipo y la concentración de estos neuroquímicos en la dieta.

Además de las plantas, los ingredientes de origen animal como la carne, la harina de huesos y la harina de pescado son fuentes notables de neuroquímicos biodisponibles. Estos subproductos, comúnmente utilizados en la nutrición porcina, son ricos en aminoácidos como el triptófano y la tirosina, que sirven como precursores para la síntesis de serotonina y dopamina. Además, la harina de pescado contiene ácidos grasos omega-3, que apoyan indirectamente las vías neuroquímicas al reducir la inflamación y promover la integridad intestinal. El queso y sus subproductos, que se utilizan en varios países para alimentar a los cerdos, pueden contener tiramina.

La reducción en el uso de antibióticos en la producción animal ha aumentado la importancia de aprovechar estos componentes dietéticos naturales. Los neuroquímicos en el alimento pueden actuar como moléculas de señalización, influyendo en la actividad microbiana e incluso en la respuesta al estrés del huésped. Por ejemplo, el alimento rico en serotonina puede mejorar la motilidad intestinal y la función inmunológica, reduciendo los impactos negativos del estrés.

El estrés climático también afecta los perfiles neuroquímicos de los cultivos alimentarios, alterando su composición y, en consecuencia, su impacto en la salud porcina. Comprender estas variaciones y sus interacciones con el microbioma es esencial para desarrollar estrategias de alimentación resilientes. La investigación futura centrada en la integración de neuroquímicos de origen vegetal en las dietas porcinas promete mejorar la salud y la productividad. Si tuviéramos una mala temporada de cosecha y las plantas estuvieran más estresadas, ¿deberíamos comenzar a considerar esto al formular? A medida que continuamos aprendiendo más sobre estas interacciones, podríamos tener una respuesta.

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