¿Sabías qué productos son eficaces como rodenticidas?
Los principales rodenticidas utilizados para el control de roedores siempre han sido los anticoagulantes, sustancias que impiden la coagulación de la sangre, por lo que provocan la muerte por hemorragia interna.
Idealmente, los rodenticidas deben ser de alta toxicidad (o potencia) para los roedores y deben evitar la aparición de resistencias. Los primeros rodenticidas que se utilizaron (primera generación de anticoagulantes o FGAR, por sus siglas en inglés) actualmente presentan muchas resistencias y ya no son tan eficaces.
Posteriormente, han ido apareciendo en el mercado nuevos productos que han aumentado su eficacia y disminuido la resistencia de los roedores a su acción (segunda generación de anticoagulantes o SGAR, por sus siglas en inglés). En el siguiente cuadro se muestra la evolución de los distintos tipos de rodenticidas:
Guía de bioseguridad - Ricard Parés, BASF
Dentro de los de segunda generación los primeros fueron los llamados de dosis múltiple (difenacum y bromadiolona), llamados así porque se prevé que el roedor ha de ingerir el producto en repetidas ocasiones para adquirir la dosis letal.
Después se descubrieron los de dosis única (brodifacum, flocumafén y difetialona), llamados así porque con que el roedor haga una sola ingesta debería ser suficiente para que ingiriera la dosis letal.
Los rodenticidas anticoagulantes son tóxicos para todos los mamíferos e incluso las aves, con lo cual pueden tener un impacto medioambiental si afectan a mamíferos y aves silvestres tanto por la ingesta del producto (toxicidad primaria) como por la ingesta de roedores muertos por el rodenticida (toxicidad secundaria). Atendiendo a estos efectos, desde marzo de 2018 debe aplicarse el Reglamento (UE) 2016/1179 de la Comisión, de 19 de julio de 2016, según el cual se exige una serie de requisitos para los productos anticoagulantes formulados con más de 30 ppm de principio activo: los excluye de la venta a profesionales no especializados y, además, deben llevar el símbolo de advertencia y el texto «Puede dañar al feto» en la etiqueta. En consecuencia, el ganadero necesita un producto con una concentración inferior a 30 ppm, pero que conserve una alta toxicidad y que sea de ingesta única (tanto para controlar a los individuos resistentes como para el manejo contra la aparición de nuevas resistencias).
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