La cuarentena de las primerizas es dura, ¿podemos ayudar a su estado inmunitario mediante la alimentación?

Lluís Fabà
09-sep-2019 (hace 5 años 1 meses 28 días)

El estado inmunológico de las cerdas de reposición, junto con el del resto de las cerdas, es responsable de una gran parte de la estabilidad sanitaria de la granja. Vacunar, inmunizar y "enfriar" cualquier posible enfermedad infecciosa en la reposición son claves para minimizar riesgos posteriores. Sin embargo, aunque la cría de la reposición y la cuarentena incluyen programas intensivos de vacunación y exposición a patógenos, ¿ proporcionan las dietas actuales un estado adecuado para afrontar estos desafíos? En este artículo revisaremos algunos componentes nutricionales que se han estudiado para mejorar el estado inmunitario.

Durante un desafío inmunológico, se reduce la fosforilación oxidativa a favor de la glicólisis lo que, a su vez, disminuye la eficiencia metabólica. Las proteínas inmunitarias (es decir, citoquinas y proteínas de fase aguda) se sintetizan y se liberan al torrente sanguíneo. Este exceso de citoquinas inflamatorias, junto con el estrés oxidativo, producen daño tisular. La inflamación y la posterior producción de anticuerpos aumentan la demanda de energía y aminoácidos, mientras que la letargia y la anorexia contribuirán enormemente al catabolismo proteico. La respuesta aguda (es decir , TNFα, IL1β) también antagoniza los factores de crecimiento lo que suprime directamente el crecimiento (Broussard et al., 2001, 2004). Entre todos estos cambios fisiológicos, la consecuencia principal para el rendimiento de los animales es la reducción de la ingesta de pienso. Otros problemas como coinfecciones o cojeras también pueden asociarse con una falta de respuesta inmune adecuada. No puede considerarse una novedad la sugerencia de que la anticipación nutricional a la inflamación y/o a los cambios metabólicos puede ser una estrategia de éxito para mitigar los efectos negativos de la enfermedad sobre el rendimiento porcino.

Durante los últimos 10-15 años, las estrategias nutricionales para mitigar o prevenir enfermedades (es decir, como alternativas a los antimicrobianos) han llamado la atención de los investigadores. Los objetivos más comunes son la reducción de la carga bacteriana o la mejora de la inmunidad, la salud intestinal, la función digestiva y el establecimiento de microbios beneficiosos que ayuden a aumentar el rendimiento; sin embargo, las publicaciones arrojan una gran variabilidad de respuestas y de efectividad (Adewole et al., 2016; Celi et al., 2017; Pluske et al., 2018). Estas investigaciones se han centrado, mayoritariamente, en lechones de transición y, menos, en cerdos adultos (es decir en la aclimatación de cerdas de reposición), las vacunaciones múltiples o los brotes de enfermedades.

Si tomamos, por ejemplo, el síndrome reproductivo y respiratorio porcino (PRRS), una buena parte de los trabajos se centran en la soja. Las isoflavonas genisteína y daidzeína son componentes de la soja a los que se atribuyen tanto efectos inmunomoduladores positivos como negativos. La alimentación de cerdos jóvenes con concentraciones de genisteína entre 200 y 400 ppm resultó un inmunomodulador activo. Aumentó la eliminación del virus y mejoró el crecimiento en cerdos infectados experimentalmente con PRRS (Greiner et al., 2001a). Sin embargo, la misma dosis de daidzeína sólo mejoró ligeramente el crecimiento (Greiner et al., 2001b). Aumentando la concentración de harina de soja de 21% a 32% en cerdos de engorde (Johnston et al., 2010) y de 12,5% a 22,5% en lechones de transición (Rocha et al. 2013), se consiguió mejorar el crecimiento en cerdos infectados por el PRRSv. De un modo parecido, Rochell et al. (2015), encontraron que un aumento del 17 al 29% mejoró el crecimiento, la respuesta inmune y redujo la carga viral de cerdos con PRRS. Más recientemente, no se observó ninguno de estos efectos al aumentar la harina de soja del 10 al 30% en cerdos de engorde (Schweer et al., 2018). De esta controversia surgen posibles interacciones con la variación de patógenos, diferencias genéticas, edad de los cerdos y variabilidad de componentes activos de la harina de soja. La variabilidad en los resultados indican que tenemos mucho que aprender.

Extractos de plantas, son metabolitos secundarios de las plantas, con cierto grado de propiedades antimicrobianas, antiinflamatorias y antivirales. Tienen el potencial de mejorar la inmunidad de la mucosa intestinal y la función barrera intestinal (Manzanilla et al., 2004; Liu et al., 2013). Algunos ejemplos son la oleorresina de pimentón, el ajo y la oleorresina de cúrcuma. En una infección por PRRSv, los extractos de plantas han mostrado capacidad para retrasar la fiebre y algunos cambios en las citoquinas en el periodo post-infección, mejorar la respuesta inmune y la eficiencia del crecimiento (sólo el extracto de oleorresina de cúrcuma) pero sin afectar al crecimiento (Liu et al., 2013). Los datos actuales sugieren las dificultades para influir el rendimiento incluso cuando las estrategias nutricionales son capaces de modular la inmunidad.

La Vitamina E, ha sido bastante estudiada para la prevención de la peroxidación lipídica en condiciones de estrés oxidativo. La capacidad antioxidante es muy importante para el funcionamiento de las células inmunitarias donde los ácidos grasos poliinsaturados se ven amenazados por el daño oxidativo. En ratones suplementados con vitamina E se redujeron los títulos virales de influenza, la carga viral en pulmón, la IL1β y el TNFα (Han y Meydani, 2000). No obstante, la vitamina E no redujo la morbilidad ni aumentó el crecimiento durante una infección aguda por PRRSv (Toepfer-Berg et al., 2004). La Vitamina A, con un papel reconocido para la capacidad inmune de la mucosa, entre otras funciones sobre la inmunidad innata y adaptativa, también podría presentar ventajas. El ácido retinoico, metabolito de la vitamina A es reconocido como antiinflamatorio por su inhibición de la ciclooxigenasa 2 (Villamor y Fawzi, 2005); pero todavía no se ha demostrado su potencial en las enfermedades porcinas.

Los ácidos eicosapentaenoico (EPA) y docosahexaenoico (DHA) del omega-3 son ácidos grasos que mejoran la funcionalidad de las células inmunes y reducen la inflamación celular. Sin embargo, también pueden reducir la señalización de las células T y la presentación de antígenos (Shaikh y Edidin, 2007). Una sustitución del 5% del aceite de maíz por aceite de pescado (rico en omega-3) en lechones destetados mostró una tendencia a compensar la ganancia de peso tras un desafío con lipopolisacáridos (LPS) (Gaines et al., 2003). En otro estudio, una sustitución del 7% redujo la inflamación celular y mejoró el rendimiento en un desafío con LPS (Liu et al., 2003). De un modo parecido, niveles elevados de omega-3 (10% de aceite de pescado) mejoraron la GMD y el crecimiento en un modelo con Staphylococcus aureus (Langerhuus et al., 2012).

Los aminoácidos son importantes para el sistema inmune. La treonina (Thr) es un componente principal de la g-globulina; y, de un modo parecido, la demanda de triptófano (Trp) aumenta durante la inflamación (Cuaron et al., 1984; Le Floc’h et al., 2009). Se usó Thr y Trp en combinación en un estudio con vacuna viva de PRRSv (Xu et al., 2015), donde las proporciones más elevadas (0,26 Trp:Lys y 0,80 Thr:Lys) redujeron el daño pulmonar y tendieron a tener un mayor rendimiento del crecimiento. En su estudio, los autores observaron una mayor expresión génica de los receptores 3 y 7 tipo Toll, que son potentes inductores de la inmunidad innata frente a infecciones virales.

De esta breve revisión se deducen posibilidades de intervención nutricional sobre el estado inmune de los cerdos. No obstante, respecto a la eliminación más temprana del patógeno, la reducción de su carga y la minimización de los síntomas (como la reducción del rendimiento), parecen tener una respuesta pobre en la mayoría de los datos publicados. Las interacciones entre patógenos concomitantes y factores como la genética o la edad del animal son muy importantes. El papel de la nutrición en la inmunidad de las cerdas de reposición durante la cuarentena no ha sido estudiado por lo que se desconocen los posibles efectos sobre su rendimiento reproductivo o su longevidad. Este debate no se aborda suficientemente en la industria porcina, pero la mejora del estado sanitario durante las múltiples vacunaciones y los desafíos de la cuarentena sigue siendo una oportunidad pendiente de ser dilucidada.