Entendemos como INM la modificación de la capacidad de respuesta o del nivel de activación del sistema inmunitario mediante factores ambientales, terapéuticos o dietéticos. Concretamente las interacciones entre nutrición e inmunidad son muchas y complejas. En primer lugar la respuesta del sistema inmunitario a patologías infecciosas afecta el crecimiento, metabolismo y en última instancia la necesidad de nutrientes. Por otra parte la nutrición influye sobre el sistema inmune y, por lo tanto, sobre la resistencia a patologías. La activación del sistema inmunitario tiene implicaciones metabólicas severas sin que ello implique aparición de sintomatología clínica. Las principales interacciones nutrición e inmunidad y las estrategias para modularlas se describen a continuación:
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Nivel de alimentación: Evitar la subalimentación o restricción alimentaria en el post-destete, pues se mejoran producción de Igs y la resistencia a infecciones y se evita la atrofia de vellosidades intestinales e inhibición hormonal de la respuesta inmunitaria.
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Fuente energética: Aumentar los carbohidratos en sustitución de lípidos, pero incluir un mínimo de 2-3% pues la disminución de polvo reduce los procesos respiratorios.
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Disminución de la relación ω6/ω3: los ω6 estimulan la producción de eicosanoides. y los ω3 reducen e inhiben la síntesis de prostaglandinas.
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Ácido linoleico conjugado (CLA, 1%): Bloqueo de procesos metabólicos cancerígenos y de estrés inmunológico, mejora de inmunidad celular.
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Disminuir la proteína bruta en dietas para lechones por menor riesgo de alteraciones digestivas en lechones por fermentaciones microbianas de proteína no digerida.
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Aumento de la recomendación de glutamina (fuente energética preferencial de enterocitos, macrófagos y linfocitos en proliferación) y arginina (precursora en la síntesis de arginina, prolina y nucleótidos). Prevención de la atrofia de intestino delgado y mejoras del desarrollo intestinal en lechones.
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Suplementar la dieta con nucleótidos y ácido ribonucleico; Estimulación de las células del sistema inmune. Mejora el metabolismo celular de epitelio y mucosa intestinal.
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Limitar la inclusión de proteínas vegetales antigénicas (hna de soja) pero mantener un nivel mínimo para el desarrollo de tolerancia.
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Evitar factores antinutricionales.
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Minerales: Ante un proceso patológico intestinal se recomienda reducir Fe (nutriente limitante para el crecimiento bacteriano). Aumentar Zn, Cu, Se y Cr (mantenimiento de una respuesta inmune).
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Vitaminas antioxidantes (E y C): Protección de la integridad de membranas leucocitarias ante la proliferación de oxígeno reactivo resultante de respuestas de tipo inflamatorio. La vitamina E además bloquearía la producción de prostaglandina E2.
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Otras vitaminas; Aumentar suplementación de Vitamina A, D y B12, niacina, ácidos pantoténico y fólico, riboflavina, menadiona, tiamina y piridoxina.
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Ingredientes ricos en Igs (plasma, yema de huevo); particularmente en situaciones de sanidad deficiente.
Los principales aditivos no nutricionales utilizados en alimentación animal con mecanismos de acción que interaccionan con el sistema inmunitario se muestran a continuación:
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Antibióticos promotores crecimiento: Evitan síntomas de estrés inmunológico con su actividad principalmente frente a bacterias gram+.
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Acidificantes: El descenso del pH del estómago del lechón favore la inhibición de bacterias patógenas y la digestibilidad de la proteína de la dieta.
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Enzimas: Ayudan en la digestibilidad de los PNA.
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Aromas y otros potenciadores del sabor: Prevención de períodos prolongados de ayuno evitando atrofia de vellosidades y favoreciendo el desarrollo digestivo e inmune.
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Microorganismos (probióticos): Regulan la microflora intestinal por exclusión competitiva y son una fuente productora de enzimas digestivas. Mejoran la inmunidad intestinal, la digestión proteica y la prevención de reacciones inflamatorias.
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Carbohidratos fermentables: Utilizados fácilmente por microorganismos saprófitos tales como Lactobacillus y Bifidobacter que en intestino evitarían, por exclusión competitiva, la proliferación de patógenos como E.coli y Salmonella.
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Mananos, glucanos y otros derivados oligosacáridos: Estimuladores de la actividad inmunitaria (i.e., fagocitosis macrofágica). Bloquean la adhesión de microorganismos patógenos a la pared intestinal.
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Aceites esenciales y extractos de plantas: Afectan la activación del sistema inmunitario por su actividad antimicrobiana (aceites esenciales de tomillo, orégano, etc.) y/o antioxidante (extractos cítricos).
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Derivados peptídicos: estimuladores de la proliferación de linfocitos, de la actividad facgocitaria de macrófagos, opioides y antimicrobianos entre otros.
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Otros antimcirobianos (Óxido Zn, Sulfato Cu): Dosis elevadas de Cu (125 a 250 ppm) y Zn (2000 a 3000 ppm) inhiben el crecimiento microbiano.
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Arcillas y otros compuestos adsorbentes: Los silicatos alumínicos afectan por su adsorción a los microorganismos intestinales y su interacción con la mucosa intestinal y las secreciones microbianas (i.e., micotoxinas, sutancias antibióticas, etc.).