Efectos de las dioxinas sobre la salud pública
11-jun-2002 (hace 22 años 5 meses 16 días)
Las dioxinas, entre las que se encuentra el 2,3,7,8-tetrachlorodibenzo-p-dioxin, conocido como la dioxina de Seveso (Italia), y compuestos afines, los furanos y bifenilos (PCB), son un grupo de compuestos químicos con características químicas y biológicas similares que se conocen con el nombre común de dioxinas. Todos ellos forman un grupo de sustancias químicas con diferentes niveles de toxicidad, que por su lipofilia, semivolatilidad y resistencia a la degradación persisten acumulados en el medioambiente y
tienden a bioacumularse en determinadas condiciones, pudiendo alcanzar concentraciones importantes desde el punto de vista toxicológico.
Las dioxinas no se producen intencionadamente, son subproductos que inevitablemente se generan durante la fabricación y combustión de productos químicos orgánicos clorados, como insecticidas y herbicidas, de plásticos como el PVC y de combustibles. También se producen de forma natural durante los incendios forestales e incluso en pequeñas cantidades durante la combustión del tabaco. Los PCB son productos químicos producidos intencionadamente, son menos tóxicos que las dioxinas pero las cantidades emitidas al medioambiente son varias veces superiores.
Las dioxinas son liberadas al medioambiente a través de diferentes caminos y las cantidades dependen del origen de las fuentes de emisión. Por su amplia distribución se considera que todos los organismos están expuestos y tienen almacenado algún nivel de dioxinas.
Científicos y expertos en salud han demostrado que las dioxinas tienen efectos adversos como la toxicidad dérmica, la inmunotoxicidad, los efectos reproductivos y la teratogenicidad, los efectos perturbadores del sistema endocrino y los cancerígenos.
Basados en estudios toxicológicos con animales se ha observado que son más tóxicos que la mayoría de contaminantes químicos, y que tienen efectos negativos sobre la salud cuando se acumulan en la grasa corporal en niveles superiores a ppt (partes por trillón).
La exposición accidental y profesional a dioxinas se ha relacionado con una mayor incidencia de diabetes y enfermedades cardiovasculares. En niños expuestos a dioxinas o PCB en el útero se ha observado efectos sobre el desarrollo neurológico y el comportamiento biológico, así como efectos en la hormona tiroidea. A exposiciones mayores, debido a exposiciones accidentales, estos niños presentan afecciones en la piel (como el cloracné), defectos de mineralización en los dientes, retrasos en el desarrollo, trastornos en el comportamiento, menor longitud del pene en la pubertad, menor altura de las niñas en la pubertad y pérdida de capacidad auditiva. En Seveso, en padres expuestos a la dioxina, el ratio entre sexos se desplazó hacia las mujeres[1].
La exposición, aparte de la exposición accidental y profesional, se produce inhalando o ingiriendo partículas a través del aire, a través de suelos contaminados, por absorción a través de la piel y de los alimentos. La alimentación representa más del 90% del consumo, con los alimentos de origen animal como fuente predominante. Mientras que las plantas, que no las absorben a través de la raíz, son los alimentos con niveles más bajos.
La principal vía de entrada en la cadena alimentaria es la deposición atmosférica, pero hechos como los sucedidos en el caso de Bélgica en 1999 son motivo de preocupación y demuestran que no es la única.
En los océanos se acumulan en los sedimentos, desde donde entran en la cadena trófica. Se ha comprobado que los peces son los que presentan niveles más altos de dioxinas. Los piensos y forrajes son las principales fuentes de contaminación en la producción intensiva de animales, por ello es necesario asegurar que los niveles están por debajo de lo legalmente establecido.
Ante la evidencia de que la alimentación es la principal fuente de contaminación de dioxinas para humanos, las organizaciones internacionales y las administraciones públicas[2] responsables de la salud han decidido actuar identificando y controlando las fuentes de emisión, para evitar que se acumulen en la cadena trófica y minimizar así su consumo a través de los alimentos. A su vez, se está regulando su presencia en piensos, alimentos y medioambiente. La FAO/OMS estableció en el 2001 la ingesta mensual tolerable en 70 pg (picogramos) de equivalente tóxico/kg corporal/mes, siendo el objetivo reducirlo hasta 1 pg/kg corporal/día. El Comité Científico de Alimentación Humana (CCAH) de la Unión Europea[3] fijó la ingesta semanal tolerable en 14 pg/kg corporal. La ingesta actual esta en niveles de 1 a 3 pg/kg corporal/día, lo cual significa que parte de la población europea supera los niveles tolerables.
[1] http://europa.eu.int/eur-lex/es/com/pdf/2001/com2001_0593es01.pdf
[2] http://cfpub.epa.gov/ncea/cfm/nceahome.cfm
[3] http://europa.eu.int/comm/environment/dioxin/index.htm
Francesc Fort- Biólogo
Jordi Serratosa – Deontología y Veterinaria legal. UAB