La acidificación de piensos de lechones es una práctica nutricional que, sin ser nueva, ha cobrado un interés especial durante los últimos 2-3 años como consecuencia de la rápida evolución de la legislación comunitaria dirigida hacia la prohibición total del uso de promotores de crecimiento de tipo antibiótico, de la atención cada vez mayor hacia sistemas de producción menos dependientes del empleo sistemático de antibióticos que permitan obtener productos mejor valorados por el consumidor, y de la importancia creciente de la patología digestiva en la producción porcina industrial.
El objetivo fundamental de la acidificación del pienso de lechones es asegurar el mantenimiento de un pH suficientemente bajo en el estómago y en los primeros tramos del intestino delgado que permita una digestión correcta de las proteínas de la dieta, evite la proliferación de gérmenes indeseables y minimice el riesgo de diarreas. Es importante tener en cuenta que para que la digestión de las proteínas se desarrolle eficazmente hay que lograr en el estómago unas condiciones de acidez suficientes (pH comprendido entre 2 y 4), porque en condiciones de pH superior ni el pepsinógeno se transforma en pepsina ni esta enzima hidroliza las proteínas adecuadamente. Por otra parte hay que considerar que la acidez del estómago representa una barrera natural al paso de microorganismos patógenos hacia el intestino procedentes del alimento, pero sólo es eficaz si el pH del estómago no supera valores de 4 - 4,5.
La justificación del empleo de acidificantes tiene que ver con el fisiologismo digestivo del lechón, especialmente en el periodo inmediatamente posterior al destete. Mientras el lechón se alimenta de la leche materna sus necesidades de acidificación de la dieta no son demasiado grandes, ya que la capacidad tampón de la leche líquida es reducida y la digestión de su proteína se realiza adecuadamente bajo el efecto del pH ácido que se obtiene como resultado de la fermentación de la lactosa de la leche a ácido láctico por acción de los lactobacilos presentes en el estómago. Sin embargo, una vez destetado la situación es bien diferente: el lechón cambia su dieta a un pienso seco, más susceptible de estar contaminado por microorganismos patógenos, con menor contenido en lactosa y basado en buena medida en proteínas vegetales que, junto con los minerales (fosfato, carbonato) y otros ingredientes del pienso, hacen que éste tenga una capacidad tampón considerable, capaz de compensar el efecto acidificante del ácido clorhídrico (HCl) que el lechón destetado produce en cantidades muy limitadas como consecuencia de la inmadurez de su sistema digestivo (hasta aproximadamente 4 semanas después del destete la producción de HCl en el estómago del lechón no alcanza niveles normales). La consecuencia de todo ello es una posible proliferación de bacterias patógenas (E. Coli, Salmonella, Clostridium...) desde el estómago hacia el intestino y una digestión insuficientemente de la proteína de la dieta que pasa sin digerir a las partes distales del tubo digestivo donde sirve de sustrato para la multiplicación de bacterias indeseables, con el consiguiente empeoramiento de resultados zootécnicos y la presentación de diarreas.
La inclusión de un acidificante en el pienso tiene como objeto resolver esta situación mediante:
Además, cuando la acidificación se logra utilizando ácidos orgánicos, que se digieren y metabolizan prácticamente en su totalidad, se obtiene un aporte de energía fácilmente asimilable equivalente a la que aportaría la misma dosis de un cereal.
En la práctica, los resultados que se obtienen con la acidificación del pienso de lechones son normalmente positivos aunque la magnitud de la respuesta es variable y depende, básicamente, de los siguientes factores: