Tecnologías para el tratamiento de purines porcinos (II): factores incidentes en la elección entre alternativas

Albert Magrí Aloy. GIRO Centro Tecnológico. España. ()

12-dic-2006 (hace 18 años 14 días)
La aplicación agrícola de los purines de acuerdo con las necesidades de los cultivos es una actuación a priorizar.


La ganadería intensiva requiere el establecimiento de estrategias de gestión que permitan minimizar el impacto ambiental de las deyecciones animales. No existe una solución universal única, pues ella depende de la problemática específica a resolver así como de condicionantes económicos. Dos premisas deben guiar la planificación de la gestión de purines y estiércoles: 1) la minimización de volúmenes y concentraciones en origen, 2) el uso correcto como fertilizante en función del cultivo, la localización y el momento de aplicación. Considerados estos factores, distintos motivos pueden hacer interesante un tratamiento.

Composición de los purines

Sistema para la medición rápida, a pie de granja, del nitrógeno amoniacal contenido en unos purines.
La composición de los purines puede condicionar el interés y/o el éxito de un determinado tratamiento. Tipificar esta variable no resulta sencillo. Muchos factores inciden: alimentación, sistema de manejo, estado fisiológico, gestión del agua, sistema de limpieza, época del año, etc. En general se trata de un material con un contenido en agua elevado (superior al 90%) así como en nitrógeno (2-10 kg N/t, siendo la forma amoniacal mayoritaria). Es habitual una relación baja entre las concentraciones de carbono orgánico y nitrógeno. También es característica la presencia de otros elementos fertilizantes (fósforo y potasio), así como de ciertos metales pesados (cobre y zinc).

Desde el punto de vista del manejo, interesa que los purines hayan sido almacenados el menor tiempo posible antes de ser sometidos a tratamiento. Unos purines envejecidos habrán sufrido procesos incontrolados de descomposición que conllevarán la emisión de gases contaminantes y malos olores así como una disminución en la cantidad de materia orgánica disponible para posteriores procesos de tratamiento, p. ej.: digestión anaerobia, desnitrificación, etc. Un almacenamiento prolongado también dificultará procesos posteriores de separación.

La emisión de malos olores está relacionada con la volatilización de compuestos orgánicos, tales como los ácidos grasos volátiles (acético, propiónico,...), e inorgánicos, por ejemplo el nitrógeno amoniacal. Estas emisiones dependerán de la forma con la que el ganadero maneje las deyecciones, su contenido en compuestos volatilizables, el pH y la temperatura. Incidir sobre estas variables permitirá controlar este tipo de problemas.

Fracción volátil del ácido acético y nitrógeno amoniacal en función del pH, para una temperatura de 20ºC

Otro aspecto a tener en cuenta es la necesidad de implementar procesos previos que modifiquen las características del residuo, convirtiéndolo en apto para ser procesado de acuerdo con el objetivo principal planteado. A modo ilustrativo, considérese una separación sólido-líquido con el propósito de obtener una fracción sólida a compostar.

Balance de nutrientes

Vista superficial del reactor aerobio de una instalación para la eliminación de nitrógeno situada en Calldetenes.
Actualmente, el nitrógeno está considerado como el nutriente más problemático y la legislación vigente está muy focalizada en este tema. En caso que interese solucionar una situación en que la producción de nitrógeno supere los requerimientos de los cultivos son posibles dos tipos de actuaciones:

- transferencia a la atmósfera en forma molecular (nitrificación-desnitrificación)

- concentración para su posterior reutilización en zonas agrícolas alejadas (stripping-absorción, precipitación, evaporación/secado, etc.).

En un escenario en el que exista equilibrio entre producción y requerimientos, la construcción estratégica de balsas de homogenización y una planificación eficiente pueden ser suficientes para alcanzar una correcta gestión.

Escala de tratamiento

Otro aspecto a considerar es la conveniencia de realizar el tratamiento en la propia explotación ganadera o bien de forma colectiva, en una planta gestora de residuos. La escala del tratamiento no debe de ser un objetivo por si mismo. Es posible encontrar experiencias exitosas tanto a nivel individual como colectivo. En un determinado territorio, la densidad de explotaciones y la disponibilidad de superficie agraria deberían dirigir esta decisión. En el caso de soluciones individuales, debe considerarse que el ganadero no es un experto en tecnología, y por lo tanto, son necesarias estrategias basadas en la simplicidad. La implicación del ganadero y del suministrador tecnológico resultará clave. Para tratamientos colectivos, la economía de escala condicionará la tecnología a implementar, posibilitando la profesionalización de la gestión y el tratamiento de las deyecciones.

Coste del tratamiento

Los costes económicos asociados a un tratamiento se desglosan en dos bloques distintos:

- Inversión inicial, relativa a los equipos y la obra civil necesaria para su instalación. Aprovechar infraestructuras ya existentes puede permitir una reducción en esta partida.

- Costes de explotación, que incluyen el consumo eléctrico de los equipos, reactivos, personal, mantenimiento, asesoramiento externo, transporte, etc.

En caso de existir ingresos por la venta de productos resultantes del tratamiento, estos deben de introducirse también en el balance económico. Cerrado este balance, un tratamiento resultará económicamente interesante si su resultado es inferior al coste de gestión previo a su instalación. En muchas ocasiones, aunque el nuevo coste pueda resultar más caro, la mejora obtenida se debe considerar como una ganancia ambiental que marcará el futuro de las explotaciones ganaderas.