Albert Magrí Aloy. GIRO Centro Tecnológico. España. ()
12-dic-2006 (hace 17 años 11 meses 12 días)
|
La aplicación agrícola de los purines de acuerdo con las
necesidades de los cultivos es una actuación a priorizar.
|
La ganadería intensiva requiere el establecimiento de estrategias de gestión
que permitan minimizar el impacto ambiental de las deyecciones animales. No existe
una solución universal única, pues ella depende de la problemática
específica a resolver así como de condicionantes económicos.
Dos premisas deben guiar la planificación de la gestión de purines
y estiércoles: 1) la minimización de volúmenes y concentraciones
en origen, 2) el uso correcto como fertilizante en función del cultivo,
la localización y el momento de aplicación. Considerados estos factores,
distintos motivos pueden hacer interesante un tratamiento.
Composición de los purines
|
Sistema para la medición rápida, a pie de granja, del nitrógeno
amoniacal contenido en unos purines. |
La composición de los purines puede condicionar el interés y/o el
éxito de un determinado tratamiento. Tipificar esta variable no resulta
sencillo. Muchos factores inciden: alimentación, sistema de manejo, estado
fisiológico, gestión del agua, sistema de limpieza, época
del año, etc. En general se trata de un material con un contenido en agua
elevado (superior al 90%) así como en nitrógeno (2-10 kg N/t, siendo
la forma amoniacal mayoritaria). Es habitual una relación baja entre las
concentraciones de carbono orgánico y nitrógeno. También
es característica la presencia de otros elementos fertilizantes (fósforo
y potasio), así como de ciertos metales pesados (cobre y zinc).
Desde el punto de vista del manejo, interesa que los purines hayan sido almacenados
el menor tiempo posible antes de ser sometidos a tratamiento. Unos purines envejecidos
habrán sufrido procesos incontrolados de descomposición que conllevarán
la emisión de gases contaminantes y malos olores así como una disminución
en la cantidad de materia orgánica disponible para posteriores procesos
de tratamiento, p. ej.: digestión anaerobia, desnitrificación, etc.
Un almacenamiento prolongado también dificultará procesos posteriores
de separación.
La emisión de malos olores está relacionada con la volatilización
de compuestos orgánicos, tales como los ácidos grasos volátiles
(acético, propiónico,...), e inorgánicos, por ejemplo el
nitrógeno amoniacal. Estas emisiones dependerán de la forma con
la que el ganadero maneje las deyecciones, su contenido en compuestos volatilizables,
el pH y la temperatura. Incidir sobre estas variables permitirá controlar
este tipo de problemas.
|
Fracción
volátil del ácido acético y nitrógeno amoniacal
en función del pH, para una temperatura de 20ºC |
Otro aspecto a tener en cuenta es la necesidad de implementar procesos previos
que modifiquen las características del residuo, convirtiéndolo en
apto para ser procesado de acuerdo con el objetivo principal planteado. A modo
ilustrativo, considérese una separación sólido-líquido
con el propósito de obtener una fracción sólida a compostar.
Balance de nutrientes
|
Vista superficial del reactor aerobio de una instalación para la
eliminación de nitrógeno situada en Calldetenes. |
Actualmente, el nitrógeno está considerado como el nutriente más
problemático y la legislación vigente está muy focalizada
en este tema. En caso que interese solucionar una situación en que la producción
de nitrógeno supere los requerimientos de los cultivos son posibles dos
tipos de actuaciones:
- transferencia a la atmósfera en forma molecular (nitrificación-desnitrificación)
- concentración para su posterior reutilización en zonas agrícolas
alejadas (stripping-absorción, precipitación, evaporación/secado,
etc.).
En un escenario en el que exista equilibrio entre producción y requerimientos,
la construcción estratégica de balsas de homogenización
y una planificación eficiente pueden ser suficientes para alcanzar una
correcta gestión.
Escala de tratamiento
Otro aspecto a considerar es la conveniencia de realizar el tratamiento en la
propia explotación ganadera o bien de forma colectiva, en una planta
gestora de residuos. La escala del tratamiento no debe de ser un objetivo por
si mismo. Es posible encontrar experiencias exitosas tanto a nivel individual
como colectivo. En un determinado territorio, la densidad de explotaciones y
la disponibilidad de superficie agraria deberían dirigir esta decisión.
En el caso de soluciones individuales, debe considerarse que el ganadero no
es un experto en tecnología, y por lo tanto, son necesarias estrategias
basadas en la simplicidad. La implicación del ganadero y del suministrador
tecnológico resultará clave. Para tratamientos colectivos, la
economía de escala condicionará la tecnología a implementar,
posibilitando la profesionalización de la gestión y el tratamiento
de las deyecciones.
Coste del tratamiento
Los costes económicos asociados a un tratamiento se desglosan en dos
bloques distintos:
- Inversión inicial, relativa a los equipos y la obra civil necesaria
para su instalación. Aprovechar infraestructuras ya existentes puede
permitir una reducción en esta partida.
- Costes de explotación, que incluyen el consumo eléctrico de
los equipos, reactivos, personal, mantenimiento, asesoramiento externo, transporte,
etc.
En caso de existir ingresos por la venta de productos resultantes del tratamiento,
estos deben de introducirse también en el balance económico. Cerrado
este balance, un tratamiento resultará económicamente interesante
si su resultado es inferior al coste de gestión previo a su instalación.
En muchas ocasiones, aunque el nuevo coste pueda resultar más caro, la
mejora obtenida se debe considerar como una ganancia ambiental que marcará
el futuro de las explotaciones ganaderas.