España se convirtió en 2015 en el país europeo con mayor censo porcino. Producimos más carne de cerdo de la que somos capaces de consumir, por lo que nos hemos convertido en un gran exportador. Esta dependencia de mercados exteriores debería hacernos pensar en nuestra situación sanitaria con respecto a infecciones de carácter zoonótico, como es el caso de la salmonelosis, pues podría convertirse en una futura barrera comercial.
Desde que en 2008 se publicaron los primeros datos de prevalencia de infección por Salmonella en cerdos en la UE, en los que España quedó retratada como el país con mayor proporción de cerdos infectados (1/3 de los que se sacrifican), poco ha cambiado la situación. Mientras que en 2015 en la UE se registraron 21,2 casos de salmonelosis humana por 100.000 habitantes, en España se confirmaron el doble (43,3 casos). La crisis económica mundial que se inició al poco de la realización de ese estudio de referencia y los resultados escasamente alentadores de los modelos coste-beneficio realizados frenaron cualquier iniciativa común europea para controlar esta infección en el porcino. Y todo ello a pesar de que cada vez hay más informes sobre la responsabilidad del cerdo y sus derivados cárnicos en las infecciones por Salmonella en la población. Así, fueron los países de forma individual, mediante iniciativas públicas o privadas, quienes decidieron implementar programas de control de Salmonella en las granjas.
De los 6 principales países exportadores de porcino de la UE, solo España sigue sin iniciar algún tipo de programa de control en granja (Figura 1). Incluso el Reino Unido, un país netamente importador de porcino, lo inició en 2002. Recientemente Cataluña, a través de una iniciativa liderada por la industria cárnica, habría iniciado un programa de control basado en lo que otros países pusieron en marcha hace ya algún tiempo. Pero… ¿nos hemos parado a analizar los resultados alcanzados en aquellos países antes de copiar sus modelos?
De una forma general, todos los programas que se iniciaron para el control de Salmonella en las explotaciones se han basado en el modelo danés, esto es, la realización de un pequeño muestreo serológico en cerdos de matadero (generalmente a partir de jugo muscular) a lo largo del año y la determinación del “nivel de seroprevalencia” de una explotación y, por lo tanto, de su “nivel de riesgo”. En casos de explotaciones de riesgo alto, se le “anima” al productor a iniciar actuaciones tendentes a reducir su nivel de riesgo, es decir, disminuir su exposición a Salmonella.
Con más o menos diferencias, este tipo de programas fueron seguidos por varios países y hemos aprendido que han sido poco efectivos. De hecho, el Reino Unido y Bélgica decidieron paralizarlos en los últimos años y Alemania, tras más de 10 años con él, sigue sin alcanzar los objetivos marcados inicialmente. Y no hay noticias del éxito de los programas de Holanda e Irlanda.
Son varias las posibles razones para este “fracaso”, pero quizás la más importante tiene que ver con la escasa correlación entre el estatus serológico de la granja y el estatus real de infección, debido fundamentalmente a un muestreo inadecuado (poco representativo), un número de muestras insuficiente y unas pruebas serológicas de precisión diagnóstica limitada. El cóctel perfecto para no encontrar esa correlación entre lo que vemos y lo que realmente ocurre. Además, los resultados obtenidos hacen referencia a una situación pasada de la explotación que no tiene necesariamente que repetirse en el futuro, pues se trata de una infección muy variable no sólo en el tiempo, sino incluso entre lotes dentro de una misma granja.
No hay duda de que, si queremos controlar este problema en nuestro país, deberemos plantear nuevas estrategias. Quizás una podría ser poner el foco directamente en la prevención de la infección en las personas, en vez de evaluar retrospectivamente el estado de la explotación. El objetivo sería así evitar que los animales que van a ser sacrificados eliminen Salmonella cuando lleguen al matadero, pues son estos los mayores responsables de la contaminación de las canales.
En un estudio reciente hemos observado una correlación positiva entre el valor de ELISA durante la fase de cebo y la probabilidad de excreción de Salmonella en matadero (Figura 2), lo que nos sugiere que quizás este nuevo objetivo podría conseguirse si: 1) se obtienen muestras serológicas de un número mayor y más representativo de animales del lote a sacrificar y se toman con antelación suficiente (aproximadamente un mes antes del sacrificio) y, 2) se definen medidas paliativas en granja y/o matadero para reducir la excreción (p. ej. la adición de ácidos orgánicos, manano oligosacáridos, etc. al pienso o agua) y contaminación (extremar medidas de higiene) en caso de detectar un lote de animales con una alta proporción de potenciales excretores de Salmonella. Aunque la eficacia de esta nueva estrategia habrá que confirmarla en un estudio más amplio, de forma resumida supondría realizar algo similar a lo reflejado en la Figura 3.
Esta estrategia nos permitiría no sólo ser pro-activos en la reducción de la excreción de Salmonella en matadero, sino también seguir clasificando los rebaños en base a los resultados serológicos, pero en este caso con una mayor precisión, al obtener un resultado a partir de un número de animales más numeroso y, sobretodo, más representativo del lote a sacrificar. La implementación de esta estrategia podría asimilarse en la medida de lo posible a los actuales programas de control oficiales (p. ej. enfermedad de Aujeszky) con el fin de minimizar costes.