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Ríos de tinta roja hasta abril

El autor analiza la situación de pérdidas en la que se encuentra sumido el sector porcino estadounidense y vincula su futuro al desarrollo del globalismo, cuyo avance parece ralentizarse...

En Estados Unidos corre un río de tinta roja en la producción porcina que seguramente fluirá sin descanso hasta casi el próximo verano. La producción está asegurada y, hasta que entre en funcionamiento la nueva capacidad de procesado, el cerdo estará barato. En el mercado libre, a principios de mes prácticamente se regalaban los cerdos, tanto destetados como a la salida de transición. Justo ahora están empezando a recuperarse los precios ya que se prevé la vuelta a los beneficios en el horizonte en que se venderán estos animales (finales de abril/principios de mayo de 2017), a su peso completo.

Desde septiembre, los sacrificios semanales han estado muy por encima de las cifras del año anterior y justo ahora empieza a reducirse el incremento semanal. Esto sucede tras el récord de sacrificios de la semana anterior, por encima de los 2,51 millones de cabezas (provocado, en cierta medida, por la previa reducción de las ventas a causa del gran huracán que azotó las áreas productoras y procesadoras de la costa este).

Hay un montón de ofertas en la sección de carnes del supermercado; localmente pueden encontrarse algunos cortes de espalda por debajo de $1,00/lb (€2,00/kg). A nivel nacional, los precios del cerdo a consumidor estaban en su nivel más bajo, o casi, de los últimos dos años. El precio medio nacional de precio al consumidor estaba entre 1-7% por debajo de la media de los dos últimos años, con la única excepción de los jamones.

Estos tiempos más bien sombríos para el sector porcino de EEUU han llevado a la entidad política que representa a los productores de cerdos a pedir la aceleración de la aprobación del TPP (Acuerdo Transpacífico) para facilitar la expansión a largo plazo del comercio (especialmente la del cerdo) hacia las naciones del Pacífico. Se están perdiendo los nervios, acusando a ambos partidos políticos de "retórica vacía y falta de voluntad política".

Admito que, como economista, aceptaría el concepto tradicional de comercio y su representación última en el globalismo como un factor inequívocamente bueno para todas las partes involucradas. La teoría y la realidad son, en muchos casos, convincentes, e indudablemente verdaderas en su mayoría. Sin embargo, a menudo nos equivocamos al decir "todo el mundo gana" en lugar de decir "los países o las grandes empresas ganan", si el comercio entre países crece en un marco tan carente de restricciones como sea posible, siempre que los gobiernos aseguren acuerdos y normas contra las prácticas injustas, inseguras y fraudulentas.

Dicho esto, en todo el mundo están surgiendo voces crecientes del público en general de revuelta frente al globalismo (definido como la visión del mundo por parte de las naciones como su esfera de influencia y el intento de establecer unas normas sociales, comerciales, culturales y redes de comercio junto con el resto de naciones) y esto está frenando el progreso de dichos intentos. Ejemplos notables son el BREXIT, la oleada de nacionalismo que barre el electorado de EEUU y que ha comportado el fracaso de la implementación del Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la Inversión (TTIP) así como el estancamiento del acuerdo transpacífico. Estos fracasos han frenado el avance hacia un comercio ágil tanto hacia el este (TTIP) como hacia el oeste (TPP) para EEUU y sus socios comerciales. ¿Porqué hay objeciones?

La idea es que el comercio hace que a todos los países les vaya mejor y se ahorren recursos globales limitados ya que se organizan para producir los bienes que se necesitan a través de la ventaja competitiva regional en lugar de hacerlo por tradición u otros motivos. Se supone que cuando se deslocalizan grandes partes de la producción hacia una zona económicamente mejor, los trabajadores que originalmente producían esos productos harán una transición hacia nuevos trabajos, a menudo con la ayuda del gobierno para su reciclaje y subsidios de desempleo limitados. Una vez que esto suceda, ellos también disfrutarán de los bienes más baratos y, a menudo de mayor calidad, importados a su país con el salario de sus nuevos trabajos.

Por desgracia, las cosas no están sucediento exactamente así. El capital y la tecnología tienen una mobilidad casi instantánea y en una noche pueden trasladarse a una nueva localización en cualquier parte del mundo. Las personas que se quedan sin empleo no encuentran un trabajo nuevo y mejor tan rápido (o simplemente no lo encuentran). Esto supone un tremendo peaje humano en las ciudades o regiones donde se producían originalmente los bienes y que a menudo quedan anuladas. En EEUU sólo hay que visitar Detroit o Buffalo o St. Louis (u otros centenares de sitios). Todo esto se supone que forma parte de la destrucción creativa del status quo previo para poder construir uno nuevo y más eficiente en su lugar. Estamos empezando a ver que lo nuevo y eficiente nos está llevando a la robótica, la inteligencia artificial y a otras tecnologías que comportarán un desempleo todavía más masivo a nivel regional o estatal. El grito que parece estar elevándose en muchas partes del mundo pide frenar y hacerlo bien (de un modo más equitativo), de modo que cuando el mercado ofrezca cerdo a $1,00/lb alguien pueda comprarlo.

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