Recientemente se han ocupado del mismo autores como, J Coma (FEDNA, 2004); T van Kempen (Carolina del Norte, 2003), Jacobson (1999), etc. con amplias revisiones sobre el mismo.
De entre los factores de la dieta que tienen influencia sobre los olores se encuentran:
• La digestibilidad: Si se asume que los olores son una consecuencia
de una fermentación incompleta de la parte fibrosa y proteica de la dieta,
resultará que una mejora de la misma por el procedimiento que sea (adición
de enzimas, desfibrado de alguna materia prima, soja 48 en lugar de la
44) reducirá los malos olores.
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El pienso desperdiciado, puede alcanzar un 40 % de los almidones fácilmente
fermentables, de aquí la importancia que tiene un buen diseño de los comederos
o la presentación granulada de la dieta (con el granulo se tira menos
pienso y se mejora la digestibilidad).
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Basado en la idea de que los compuestos malolientes proceden de la rotura
de las cadenas proteicas, se puede pensar que la reducción del nivel
de proteína de la dieta mejoraría la situación y ciertamente hay bibliografía
abundante sobre el tema (Hobbs, 1996; Suttonen, 1998; etc.). El propio
Sutton en 1999 no encontraba diferencias en el contenido de compuestos
azufrados y fenólicos en las heces para dietas de engorde con 18,13 y
10 % de proteína. Más recientemente ER Otto (J. Anim. Sci., 2003) llega
a la conclusión que la baja proteína (15, 12, 9 y 6) reducía el contenido
de NH3,pero no disminuía los olores ni la concentración en
VFA en los purines.
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La fibra debe ser tenida en cuenta en su doble vertiente:
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Algunas materias primas están relacionadas de una forma positiva o negativa con la emisión de olores más o menos ofensivos.
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Así las dietas con altos niveles de harina de pescado y por tanto con
elevado contenido de azufre serían las generadoras de olores mas ofensivos
(AJ Moeser et al, 2001); ello sería lógico si tenemos en cuenta que la
mayoría de estos compuestas contienen cantidades apreciables de azufre.
Podría confirmar este aspecto el hecho de que los purines de cerdos alimentados
con sulfato cálcico, la sensación de malos olores sería 2,7 veces más
intensa que el de los alimentados con carbonato cálcico. Lo mismo que
con el pescado ocurre con la harina de sangre y con la de plumas.
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Por otra parte hay algún estudio del efecto beneficioso de los DDGS de
maíz, la pulpa de remolacha y el salvado de trigo, sea por su efecto sobre
la composición química o por un simple efecto físico sobre el purín.
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A titulo de resumen decir que de entre los factores analizados, a nivel práctico la formulación de dietas con alta digestibilidad cumplirá con los parámetros medioambientales y zootécnicos.
Escribe J. Capdevila capde126@wanadoo.es