Uno de los problemas más complejos a los que se enfrentan las economías modernas de todo el mundo es cómo recuperar el control de las fuerzas inflacionarias sin provocar una recesión. Sus decisiones tendrán un gran impacto en todos los sectores agrícolas a nivel mundial, incluyendo la producción porcina. Todo el mundo sabe que, cuando sube el precio del cerdo, la gente come menos, lo que reduce la demanda tanto local como internacionalmente. Estoy hablando de menos "cantidad demandada" porque los precios han aumentado. Esto es fácil de entender. Sin embargo, esto es sólo el principio. A medida que la inflación hace aumentar el precio de todo, incluida la carne de cerdo, los beneficios reales caen y, si esto se mantiene, la demanda (el deseo a largo plazo de un producto a varios precios) cae. Son dos cosas distintas.
Si no ves clara la diferencia, ten en cuenta que cuando la carne de cerdo sube, la gente compra menos porque transfiere la compra a una proteína más barata, como el pollo. En cambio, cuando los beneficios reales caen, la gente comprará menos cerdo a cualquier precio, aunque vuelva al precio anterior. Esto se llama destrucción de demanda y es una perspectiva muy real, que se suma a la destructividad de una inflación prolongada.
Exactamente por los mismos principios, la producción global de carne de cerdo se ha desacelerado (la “cantidad ofertada” al mercado) debido a los elevados costos de la energía y del alimento (junto con todas las otras cosas que un productor porcino debe comprar). Cuando los beneficios de la granja (beneficio real) caen, se produce el doble impacto que mencionaba antes y la oferta se contrae (algunos cierran, otros reducen el número de cerdas, etc) de modo que los productores ya no proporcionarán la misma cantidad de carne de cerdo que con los precios anteriores. A nivel regional, en la UE, a causa de problemas como la PPA y las continuas presiones de las políticas gubernamentales, que dificultan la expansión de los principales productores tradicionales (como Alemania, Dinamarca, Francia y los Países Bajos), España se ha convertido en el único con crecimiento real. Ha habido destrucción de oferta que nunca volverá a esas regiones, al menos a niveles previos.
En los EEUU, sigue existiendo el problema de encontrar suficientes trabajadores para cubrir las vacantes que se han producido durante los dos años de la pandemia. Hay que subir los salarios para atraer más mano de obra. Ahora, los tres principales costos de la producción (alimento, energía y mano de obra), están aumentando y en el horizonte no se atisba ninguna perspectiva de reducción. Muchos de los grandes productores de cerdos informan de que, a causa de la escasez de mano de obra, sólo pueden cubrir lo básico, con poco tiempo para el mantenimiento, la formación, vacaciones ni mejoras sistémicas de la producción. Todo esto no volverá a ser exactamente como lo recordabas antes de la pandemia, quizá en toda tu vida.
Sabemos que la inflación llegó cuando los gobiernos hicieron que los ingresos continuaran durante el confinamiento del COVID-19, cuando la producción alimentaria y de otros bienes estaba sustancialmente reducida. Las estrategias gubernamentales para combatir el COVID-19 a menudo causaron estragos en la eficiencia de la cadena de suministro, como el cierre de los puertos, la vacunación obligatoria y las cuarentenas. La gente reaccionó con lo que se ha llamado "la gran renuncia", es decir, la gente simplemente dejaba sus puestos de trabajo y se iban a otros donde cobrasen más, o se quedaban en casa durante muchos, muchos meses, y aceptaban los pagos del gobierno. Muchos de estos programas de pagos gubernamentales fueron transferencias directas de riqueza que superaban los ingresos que el/la trabajador/a podía esperar si regresaba a su puesto de trabajo habitual. La definición clásica de inflación es demasiado dinero persiguiendo pocos bienes. Los puertos estaban cerrados, los conductores de camiones obligados a salir de sus cabinas, o se les impidió realizar algunas entregas sin prueba de vacunación, el personal de las plantas enfermó y fueron puestos en cuarentena y mucha gente simplemente renunció a sus trabajos, pero los ingresos nominales continuaron o incluso aumentaron. Esto está a punto de cambiar.
A esto debemos sumarle la guerra en Ucrania, que interrumpe todavía más las cadenas de suministro, básicamente de energía y alimentos, elevando a su vez el costo de producción de alimentos y reduciendo la disponibilidad de granos y de gas natural. Si vivo en Alemania y este invierno deberé pagar el doble o el triple para calentar mi casa, junto con el resto de incremento de costos, mi beneficio real habrá disminuido y compraré menos de todo.
Las soluciones que se intentan ahora aumentan cada vez más el riesgo de destrucción de demanda; los consumidores creen que sus ingresos se verán permanentemente reducidos y esto causa una reducción permanente de la demanda. Si a esto le añadimos la peligrosa idea de que los elevados precios de la energía son una forma eficiente de abandonar los combustibles fósiles (por lo tanto, son algo positivo), ya tienes el fantasma de la estanflación, es decir, precios inflacionarios que no se arreglan al aumentar el desempleo. Estancamiento económico en presencia de precios al alza.
Están empezando a aparecer algunas pruebas de esto en EEUU y la UE a medida que las perspectivas del consumidor se están desplomando, lo que lleva a una menor compra de bienes discrecionales y se reduce la demanda de las compras que se pueden posponer fácilmente como ropa, muebles, alfombras, algunos servicios de mantenimiento, construcciones nuevas y comidas en restaurantes. Los consumidores tanto de EE.UU como de la UE están empezando a cambiar a marcas más baratas o marcas blancas en productos como comida, alcohol, tabaco y otros artículos para el hogar, así como a reducir el ahorro y aumentar las compras a crédito en artículos desechables.
El gran temor es que los gobiernos lleven la desaceleración de las compras demasiado lejos. Cuando esto sucede, se empiezan a acumular inventarios, los beneficios de las empresas se reducen, lo que lleva a despidos y luego al cierre permanente de algunos centros de producción. Esta vez, el crecimiento de los inventarios ya está acelerado porque muchas empresas predijeron escasez de suministros debido a nuevos fallos en la cadena de distribución y hace 6-12 meses empezaron a acumular bienes para vender en el período actual (igual que hicieron los ciudadanos al principio de la pandemia con el papel higiénico o las mascarillas cuando los estantes de las tiendas empezaron a quedarse vacíos). Ahora se están preparando para deshacerse de esas existencias, mientras despiden a la gente.
Por último, y profundizaremos en ello en la próxima entrega, China parece estar cada vez más cerca de poner fin a sus tasas de crecimiento. Su mercado inmobiliario está en crisis y sus métodos para contener la pandemia reducen severamente la actividad económica, lo que luego se propaga por todo el mundo. Si China cae en una recesión profunda y sostenida, arrastrará consigo al resto del mundo y hará que las políticas monetarias de los EE.UU y la UE (como subir o bajar los tipos de interés) sean mucho menos efectivas. Los productores porcinos de los países desarrollados se han acostumbrado al aumento gradual de la demanda global, pero esto podría cambiar fácilmente durante un periodo prolongado, desencadenando un competencia brutal entre los productores en busca de una demanda global cada vez más reducida, que se resistirá fuertemente a reanudar su crecimiento.