Clasificación de las granjas según su estatus respecto a PRRSV

22-oct-2015 (hace 9 años 1 meses 2 días)

Artículo

Terminology for classifying swine herds by porcine reproductive and respiratory syndrome virus status. DJ Holtkamp, DD Polson, M Torremorell, and committee members B Morrison, DM Classen, L Becton, S Henry, MT Rodibaugh, RR Rowland, H Snelson, B Straw, P Yeske, J Zimmerman. Journal of Swine Health and Production, Volume 19, Number 1, 2011

 

Resumen del artículo

¿Qué se estudia?

Este artículo propone un sistema para clasificar las granjas respecto a PRRSv, basándose en unas definiciones que reflejen la biología y la ecología del virus.

Acordar una serie de definiciones y clasificaciones de granjas facilitaría los esfuerzos regionales y nacionales para eliminar el PRRSv. Además, la existencia de una nomenclatura estandarizada facilitaría la comunicación entre investigadores, veterinarios, productores, empresas de genética y otros miembros de la industria.

 

¿Cómo se estudia?

Este sistema de clasificación de granjas se desarrolló por un comité de definiciones formado conjuntamente por la Asociación Americana de Veterinarios de Porcino (AASV) y un proyecto sobre PRRS del departamento agrícola de los EEUU y fue aprobado por la junta directiva del AASV el 9 de marzo de 2010. El comité incluía veterinarios privados y de la industria, investigadores y representantes de la AASV y del National Pork Board.

 

¿Cuáles son los resultados?

Las granjas reproductoras, con o sin engorde en las mismas instalaciones, se categorizaron como Positiva Inestable (Categoría I), Positiva Estable (Categoría II), Negativa Provisional (Categoría III), o Negativa (Categoría IV) según la excreción y la exposición. Las granjas de engorde se dividen en Positivas o Negativas.

 

Categoría de la granja Excreción Exposición
Positiva Inestable (I) Positiva Positiva
Positiva Estable (II-A) Incierta Positiva
Positiva Estable (II-B)
(en proceso de eliminación)
Incierta – en proceso de eliminación Positiva
Negativa Provisional (III) Negativa Positiva
Negativa (IV) Negativa Negativa

Figura 1. Clasificación de granjas reproductoras según la excreción y la exposición respecto a PRRSv.

 

¿Qué conclusiones se extraen de este trabajo?

La estandarización de la nomenclatura facilitaría los acuerdos comerciales, especialmente los que se producen entre empresas de genética y de producción y los acuerdos entre productores que ofrecen primas por lechones procedentes de granjas con un estatus de PRRSv determinado. Los investigadores que escriben propuestas y artículos y hacen presentaciones ahorrarían el tiempo que ahora dedican a las definiciones relacionadas con PRRSv. Las definiciones estandarizadas facilitarían la comparación entre investigaciones de campo al esclarecer las condiciones bajo las que se ha llevado a cabo el ensayo.

Además, los datos de campo parecen avalar la idea de que las granjas clasificadas como Positiva Estable (II) tienen un mejor rendimiento reproductivo y de engorde que las Positiva Inestable (I). Ser Positiva Estable (II) es el objetivo de las explotaciones de reproductoras que están tratando de controlar el virus. En el contexto de un programa nacional de eliminación, la subdivisión de la categoría II en II-A y II-B es importante para detectar las posibles diferencias en el riesgo de excreción presente o futuro por los animales de dichas granjas.

 

Enric MarcoLa visión desde el campo por Enric Marco

Entre técnicos, cuando nos referimos a explotaciones positivas al virus PRRS, es común hablar de granjas estables o inestables. Por lo general esta terminología se usa para describir aquello que vemos en la explotación, es decir, cuando en una granja se observan signos clínicos, bien reproductivos o respiratorios en animales en fase de crecimiento, se habla de granja inestable a PRRS; y cuando no se observa esta sintomatología se habla comúnmente de granja estable a PRRS. En algunos casos, esta clasificación se basa en algunas analíticas, generalmente pruebas serológicas realizadas en reproductores que detectan anticuerpos (ELISA). Pocas veces entramos a analizar, al detalle, en qué se basa dicha clasificación. En el presente artículo se nos presentan cuáles deben ser los criterios: poblaciones sobre las que se toman las muestras, número de muestras, pruebas serológicas a realizar, repeticiones, etc. Esta estandarización es la que nos puede permitir establecer un único lenguaje cuando nos referimos a esta infección, y se convierte en un elemento esencial en caso de plantearnos planes de control regionales.

En zonas de alta densidad, la lucha frente al PRRS no puede concebirse de modo aislado. No es la primera vez que nos referimos a ello. Las explotaciones vecinas van a influir en el éxito o fracaso de las medidas que se apliquen en una explotación concreta. Como en otras infecciones de transmisión aerógena, las medidas deben ser aplicadas conjuntamente en todas las explotaciones de una zona: de ahí los planes de control regionales. Cuando se inician acciones conjuntas es esencial establecer criterios consensuados para medir su evolución, de tal modo que nos permita celebrar los éxitos o establecer medidas correctoras en caso de no obtener los resultados esperados. Si tomamos como ejemplo los planes de control y erradicación de la enfermedad de Aujeszky, la evolución del plan se medía en base a las prevalencias. En este caso, y puesto que como primer objetivo se plantea el control de la enfermedad, el hecho de medir prevalencias nos aporta poco, de ahí la importancia de establecer una clasificación estandarizada de las explotaciones y poder seguir su evolución.

Para cualquier plan regional de control del PRRS, como primer paso, conseguir que todas las explotaciones de la zona (o una mayoría de ellas) sean positivas estables (es decir que hayan contactado con el virus pero que no lo estén excretando) supondría un gran avance, ya que en ese supuesto se estaría reduciendo el riesgo de sufrir una nueva infección, a la vez que la mayoría de explotaciones se encontrarían produciendo sin sufrir el impacto económico que suponen los signos clínicos. Esto ya es motivo suficiente para justificar la aplicación de cualquier plan de acción conjunto.