En producción porcina, los costos de alimentación representan más del 70% de los costos totales. En los primeros meses de 2022, estos costos han subido considerablemente a causa de los bajos rendimientos de la cosechas en Sudamérica, la incertidumbre en la exportación de granos en la zona del Mar Negro y el incremento de los costos energéticos. En su último informe trimestral, Rabobank estima que los costos de alimentación han aumentado un 20% en comparación con el año pasado, pero que seguirán subiendo aún más (Figura 1). En consecuencia, los productores se ven tentados a eliminar de la formulación del alimento aquello que consideran prescindible. Otro factor que complica la formulación de las dietas de transición es la prohibición de niveles farmacológicos de óxido de zinc (ZnO) que entra en vigor en junio para toda la UE. El objetivo de este artículo es describir la importancia de la proteína de buena calidad para formular una dieta de transición simple (equilibrada) y reducir la dependencia de los aditivos para alimentos que mejoran la salud intestinal, mientras se mantiene la eficiencia alimentaria incluso sin niveles elevados de ZnO.
Las dietas de transición constituyen el volumen más pequeño en la alimentación porcina, pero a menudo son innecesariamente complejas y caras. Se ha demostrado que las dietas simples en la transición no tienen necesariamente un efecto negativo sobre el peso final al sacrificio o la calidad de la carne. La clave del éxito es el uso de fuentes de proteína de alta digestibilidad y calidad. Los lechones destetados tienen una actividad enzimática limitada y, por lo tanto, se encuentran restringidos en cuanto a las proteínas que pueden digerir. Sin embargo, las necesidades de aminoácidos por unidad de energía son elevadas, ya que en esta fase se prioriza la deposición de proteínas, por lo que las dietas de transición deben ser más densas en proteínas. Si sus necesidades de proteína y aminoácidos se satisfacen con ingredientes con alto contenido en factores antinutricionales (FAN), el costo de estos ingredientes es bajo, pero su digestibilidad muy limitada, lo que aumenta el riesgo de disbiosis y diarrea postdestete.
Los factores antinutricionales abarcan una variedad de sustancias (como la estaquiosa, rafinosa, inhibidores de la tripsina y β-conglicinina) que reducen la digestión de algunos nutrientes y desencadenan una respuesta inflamatoria que provoca una inflamación crónica del intestino, mala digestión y bajo rendimiento. Especialmente la soja tiene un alto contenido de factores antinutricionales. Cuando se suministran dietas con altas cantidades de factores antinutricionales procedentes de la soja, el rendimiento del crecimiento y la salud intestinal de los lechones se ven perjudicados (Figura 2). Así pues, el uso de harina de soja no tratada o sólo tratada térmicamente no sólo conduce a una reducción del rendimiento, sino que también incrementa la necesidad de soluciones para mejorar la salud intestinal, como los aditivos para alimentos o el tratamiento con antibióticos. Lo que comenzó como un beneficio económico termina siendo una solución más costosa para el productor porcino.
Muchos nutricionistas optan por evitar los factores antinutricionales en las dietas de transición mediante la inclusión de altos niveles de proteína animal (que no contenga ningún factor antinutricional procedente de vegetales), como la proteína de suero, la harina de pescado y el plasma porcino secado por atomización. La proteína de suero y la harina de pescado son probablemente las fuentes de proteína animal más utilizadas en las dietas de transición ya que son ricas en aminoácidos y altamente digestibles.
El plasma porcino secado por atomización es altamente apetecible y se ha demostrado que estimula la ingesta de alimento y aporta inmunoglobulinas. Los beneficios de incluir plasma porcino en dietas de transición están bien descritos por varios autores. Sin embargo, cada vez es más difícil incorporar proteínas animales en las dietas de transición debido a su limitada disponibilidad y su elevado precio. Por lo tanto, en nutrición porcina se observa cada vez más una tendencia a incluir fuentes de proteínas procesadas de origen vegetal que tienen la ventaja de ser altamente digestibles y bajas en factores antinutricionales, pero no tan costosas.
La soja tiene un perfil de aminoácidos único, pero solo puede utilizarse en lechones jóvenes una vez que se procesa correctamente para reducir el contenido de factores antinutricionales. Existen diferentes técnicas para reducir los factores antinutricionales en la harina de soja con las que se obtienen un contenido variable de factores antinutricionales como resultado. El desarrollo de estas denominadas proteínas especiales de soja ha permitido sustituir parcial o totalmente la proteína animal en las dietas de transición sin comprometer el rendimiento o la salud de los animales. Un ejemplo de proteína especial de soja es la harina de soja tratada enzimáticamente. Los estudios han demostrado que esta harina tratada puede substituir la harina de pescado o el plasma porcino secado por atomización en las dietas de transición sin comprometer el rendimiento.
En la situación actual, en la que los costos de alimentación son extremadamente elevados, se recomienda ser cuidadoso con la complejidad de las dietas de transición y devolverlas a su esencia, empezando con ingredientes proteicos de alta digestibilidad y calidad. La elección de fuentes de proteína altamente digestible es muy importante cuando se trata de reducir la complejidad de una dieta de transición, reduciendo la dependencia de los aditivos para alimentos que mejoran la salud intestinal, sin comprometer la salud y el rendimiento al mismo tiempo. Se debe prestar especial atención al contenido de factores antinutricionales para minimizar los efectos perjudiciales para la salud y estimular el rendimiento del crecimiento de los lechones destetados.