El mundo está atravesando una profunda crisis económica que en Argentina se siente aún más, en materia de producción porcina los costos de producción parecen ir por ascensor y los precios del capón por escalera, a esto debemos sumarle varias variables como la inestabilidad económica que sufre el gran país del sur, la casi nula disponibilidad de reservas del banco central y la dificultad para girar dólares al exterior e importar materias primas necesarias para cubrir las necesidades de insumos en las granjas, lo que no solo parece ser un problema de aumento de costos, también se asoma un posible escenario de escasez.
El productor porcino siente mucha incertidumbre debido a la situación coyuntural por la que está atravesando, debido a que tiene sus principales insumos dolarizados en un mercado de referencia global muy volátil, que va cambiando día a día. Además, está vendiendo su producto final en un mercado interno que depende de un poder adquisitivo que no deja de caer debido a la situación interna y macroeconómica, esto lo mantiene expectante sobre cómo evoluciona el entorno.
Es necesario mencionar que Argentina tiene una estructura productiva muy particular donde prácticamente el 90% de los productores son pequeños y medianos, que van desde las 40-50 madres hasta las 400-500 madres, esto dificulta hablar sobre un costo de producción estandarizado debido a que son situaciones productivas muy diferentes; por regla general los pequeños productores son los que más sufren, los más grandes al tener una mayor escala logran mejores precios de compra y de venta. Sin embargo, el aumento interanual de las materias primas a julio de 2022 fue de casi el 65% y esta alza no la ha experimentado el precio del capon independientemente de su procedencia, lo que permite concluir que tanto grandes como pequeños ganaderos están experimentando en mayor o menor medida el mismo vendaval.
De esta manera, según datos del SENASA que compara el año 2020 con el año 2022 hemos perdido casi un 10% de los establecimientos durante el período y estos han sido fundamentalmente de pequeños productores.
Volviendo al abastecimiento de insumos para las granjas, la falta de divisas norteamericana producto de una macroeconomía compleja con tantos dólares paralelos, está ocasionando dos problemas; el primero es la escasez de divisas para la importación de insumos como vitaminas, minerales, aminoácidos y otros productos, el segundo es la afectación por no poder acceder a derechos de importación, a esto se suma que el precio del dólar oficial está muy retrasado frente a su homónimo informal, lo que genera que Argentina en moneda norteamericana sea un mercado apetecible para las exportaciones de carne de cerdo, consecuentemente ha ingresado un volumen 64% mayor que el año 2021 y se ha dado una caída drástica de las exportaciones. Por lo tanto, el desdoblamiento cambiario y la escasez son algunos de los problemas más graves que está atravesando el sector en esta coyuntura.
Cambiar la situación es complejo, habría que hablar de dos escenarios para mejorar las condiciones productivas; en el primero hay que disminuir al máximo el gasto público, generando confianza para que las personas introduzcan las divisas por las vías formales, estimulando a las cerealeras y demás empresas a liquidar y promover el ingreso de dólares de manera legal, lo que aumentarían los niveles de reservas en el banco central, aunque vale la pena mencionar que esta medida no es de fácil implementación y depende del apoyo gubernamental, el gran desafío es incrementar lo más rápido posible las reservas de moneda estadounidense que se encuentran en un nivel crítico.
En el mediano y largo plazo el escenario seria cambiar la matriz exportadora; Argentina va a tener que dejar de ser un país exportador de materias primas, actualmente exportamos el 91% del expeller de soja y solo el 0,4% de la carne porcina del mundo, vendiendo en promedio a 400 dólares la tonelada de cereales, mientras la tonelada de carne de cerdo se comercializa entre 1.800 y 2.000 dólares, lo ideal sería aprovechar la fortaleza como proveedores de materias primas para convertirnos en transformadores agroindustriales y sacar al mercado carne, leche y huevo, productos de mayor valor que generarían más dólares y requerimientos de mano de obra, lo que permitiría salir no solo de la coyuntura sino también de esta crisis que ya tiene casi un siglo.
De todas formas, es importante mantener una mirada optimista ya que la industria porcina se ha mantenido gracias a la evolución positiva de su consumo; en el último año el consumo de carne bovina creció un 1,5%, el de aves se encuentra estabilizado con un 1% y el de cerdo creció un 10%, esto gracias a que es una proteína de preferencia para el consumidor.
En el contexto actual habrá que ser estratégicos para mantener el sector y no plantear soluciones basadas en el aumento de precio del capon, porque esta herramienta puede ser peligrosa ya que hay que buscar el punto de equilibrio entre la rentabilidad y el mantenimiento de la demanda, considerando que el poder adquisitivo se encuentra muy deteriorado , la herramienta fundamental es reducir costos de producción a través de la máxima eficiencia posible, de esa forma podemos amortiguar los momentos críticos y prepararnos para cuando las condiciones permitan el aumento de los precios del cerdo.
Para atravesar la coyuntura sin dejar la actividad hay que ser muy eficientes tranqueras adentro, buscar la escala, promover el avance de la cadena de valor teniendo en cuenta que en los próximos 10 años el sector va a duplicar su producción y su cantidad de madres, porque en el año 2030 a los argentinos van a consumir entre 24 a 25kg per cápita y si las condiciones lo permiten se retomará la senda exportadora.
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