Influencia de la actividad del sector porcino sobre la calidad química del agua
El nitrógeno es un elemento esencial para los organismos y, si bien en concentraciones bajas puede limitar el funcionamiento de un ecosistema, en concentraciones muy elevadas puede causar la alteración del mismo y en términos humanos puede llegar a ser nocivo para nuestra salud. En muchos casos el incremento observado en las concentraciones de este elemento ha resultado en una disminución de la calidad de las aguas, hasta el punto de no poder ser utilizadas para el consumo humano. ¿Cuál es la causa de este incremento?. Diversos estudios han demostrado que es debido, básicamente, a los cambios que la actividad humana ha experimentado desde mediados del siglo pasado. Algunos ejemplos de estos cambios son: la intensificación de la ganadería, el uso de fertilizantes químicos en la agricultura, el cambio en la actividad doméstica, la masificación de población en núcleos urbanos y el crecimiento de las zonas industriales. Cabe destacar que estos cambios determinan un incremento en la entrada de nitrógeno a las aguas dulces y que esta entrada puede ser puntual (originada por actividades urbanas e industriales), o difusa (originada por actividades agrícolas y ganaderas).
Mientras que existen mecanismos para reducir el contenido de nitrógeno procedente de entradas puntuales (a partir de plantas de tratamiento de aguas residuales), en el caso de las cargas de nitrógeno procedentes de fuentes difusas el control es más complicado. En este último caso, la disminución de la carga pasa por una óptima gestión desde el origen de la causa. En el caso concreto de la ganadería porcina, la selección de estrategias de gestión óptimas para disminuir el efecto de esta actividad sobre la calidad del agua se debe basar en el control del destino final de los purines. Estos residuos tienen un alto contenido de nitrógeno y materia orgánica y por tanto, tradicionalmente se han utilizado como abono para los campos adyacentes a las explotaciones porcinas. En condiciones de equilibrio entre la cantidad de purín producido y el abono necesario para el campo, esta práctica no debería tener un efecto negativo sobre la calidad de las aguas. El problema aparece cuando se intensifica y concentra la actividad ganadera en zonas relativamente pequeñas. En estos casos hay un desequilibrio entre la producción y el uso de este residuo que obliga al ganadero a buscar vías de eliminación alternativas de estos excedentes. En el pasado, las soluciones tomadas han sido el vertido directo a los ríos o la sobre fertilización de los campos adyacentes. La utilización de estas estrategias de manera continuada durante muchos años, y quizá con un cierto desconocimiento de los efectos que podían causar, es uno de los factores que ha contribuido a disminuir la calidad actual del agua de estas zonas. Cabe destacar que esta disminución de la calidad repercute a su vez sobre el uso de este recurso por parte de los ganaderos. Afortunadamente, en la actualidad los vertidos puntuales de purines están muy controlados por la administración. No obstante, la infiltración continuada del exceso de purines de los campos ha hipotecado en cierta manera la calidad del agua subterránea y su posible uso para el consumo a diversas generaciones. En este sentido, es necesario buscar alternativas complementarias a las tradicionales para disminuir el efecto de estos excedentes sobre el medio acuático receptor. Evidentemente esto tiene un coste adicional, pero su repercusión en la mejora de la calidad de un recurso público e indispensable lo supera sobradamente.
Eugènia Martí. Centro Estudios Avanzados de Blanes (CSIC). España.
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