El procesado de las dietas porcinas ha ganado mayor atención en los últimos años. En la mayoría de países de la UE, tradicionalmente las dietas porcinas han sido altamente procesadas, moliendo primero todas las materias primas, generalmente con un molino de martillo, y luego peletizándolas; de esta manera, la eficiencia del alimento en los cerdos puede incrementarse un 2% en comparación con el uso de dietas en harina. Sin embargo, vemos con mayor frecuencia que si las dietas se trituran demasiado finas (>80% de las partículas < 200 µm), el tiempo de retención en el estómago se vuelve demasiado corto, lo que puede provocar la aparición de úlceras estomacales y un mal funcionamiento de la barrera gástrica. Por otro lado, un tiempo de retención prolongado del contenido estomacal puede, hasta cierto punto, resultar beneficioso en lechones. Por ejemplo, una mejora de la hidrólisis de proteínas en el estómago resultaría en una mayor digestibilidad de proteínas a lo largo del intestino delgado.
Por lo tanto, nuestro consejo para los nutricionistas es pensar en cómo crear/aportar estructura al alimento para incrementar la digestibilidad de los nutrientes y lograr una mejor función gástrica y salud intestinal, en lugar de pensar en cómo hacer dietas lo más finas posible para aumentar solo la digestibilidad de los nutrientes. Así pues, es importante crear suficiente estructura en la dieta añadiendo partículas gruesas para estimular una óptima función estomacal y una transición/flujo gradual de las partículas de la digesta desde el estómago hasta el intestino delgado. Esta estructura del alimento se puede crear moliendo un único ingrediente de bajo valor energético, como el salvado de trigo o paja de trigo. Se ha demostrado (Molist et al. 2011) que alimentar a los lechones con salvado de trigo molido grueso en lugar de molido fino (nivel de inclusión del 4%) durante las dos primeras semanas postdestete, es eficaz para reducir la adhesión de E. coli a la mucosa ileal y disminuir la gravedad de la diarrea después de un desafío con E. coli enterotoxigénica (Fig. 1).
Aunque el número de estudios en lechones destetados que evalúan la eficacia de las partículas gruesas en la dieta es limitado, los estudios en cerdos de engorde han demostrado de manera consistente efectos beneficiosos. En un estudio de Hedemann et al. (2005), cerdos de engorde jóvenes (33 kg de peso) que fueron alimentados con dietas de molido grueso en harina o pellets (80,1% de las partículas <1000 µm, 15,6% entre 1000 y 2000 µm, 2,1% entre 2000 y 3500 µm y 2,3% > 3500 µm) mostraron un mayor peso relativo del estómago vacío (+7%) en comparación con los alimentados con dietas de molido fino (93,6% de las partículas <1000 µm, 6,4% entre 1000 y 2000 µm y 0,0% > 2000 µm). En un segundo estudio (Warneboldt et al., 2016) con cerdos de la misma clase de peso, se demostró que el pH del contenido en la zona del fundus gástrico de cerdos alimentados con dietas de molido grueso (diámetro medio geométrico 671 µm) fue menor (pH de 2.5) en comparación con el de cerdos alimentados con dietas de molido fino (diámetro medio geométrico 217 µm; pH de 5.0). En un tercer estudio de Bornhorst et. al (2013), se midió el tiempo de retención en el estómago en cerdos de 30 kg de peso alimentados con una dieta que contenía una elevada proporción de arroz integral (con cascarilla de arroz) o arroz blanco descascarillado. El tiempo de retención en el estómago de los cerdos alimentados con arroz integral fue prolongado en comparación con los alimentados con arroz blanco descascarillado. Este efecto positivo sobre la retención en el estómago se atribuyó a que la cascarilla de arroz permanece más tiempo en el estómago. La mayor retención de la cascarilla de arroz en el estómago resultó en un menor pH estomacal 20 minutos después de alimentar a los cerdos en comparación con aquellos alimentados con la dieta a base de arroz blanco descascarillado (Fig. 2).
En la práctica, puede ser un desafío encontrar subproductos ricos en fibra (p.ej. salvado de trigo o cascarilla de avena) que se puedan moler en partículas gruesas y, por lo tanto, aportar estructura o que no contengan compuestos no deseados (p.ej. micotoxinas). Si la estructura del alimento no se logra añadiendo estos subproductos ricos en fibra en su caso, necesitaríamos encontrar otros tipos de ingredientes para alimentos. Las fuentes de proteínas no se deben moler en partículas gruesas para evitar que la digestibilidad de las proteínas se vea afectada. Por lo tanto, la única opción que queda para incorporar estructura al alimento son las fuentes ricas en almidón, por ejemplo, los cereales. Una posibilidad sería añadir una proporción de cereales como granos enteros en la mezcladora y luego peletizar la dieta. Otra posibilidad sería moler una pequeña proporción de cereales (un 5%) en un molino de rodillos y luego peletizar la dieta. El éxito de esta estrategia dependerá del porcentaje de cereales, ya sean enteros o aplastados, que mantendrán la estructura después del peletizado. Según nuestra experiencia, parece que añadir un 5% de cebada aplastada a la mezcla y luego peletizar la dieta podría ser suficiente para ejercer algunos efectos positivos sobre la retención en el estómago y la salud intestinal de lechones destetados. En los próximos años se llevarán a cabo más investigaciones sobre cómo optimizar la estructura del alimento en cerdos mediante el procesado único de algunos ingredientes. La era de moler todos los ingredientes de la misma manera probablemente llegará a su fin si queremos lograr un equilibrio adecuado entre la eficiencia del alimento y la salud estomacal-intestinal en los cerdos.