Las fibras musculares son los constituyentes principales del músculo, siendo células especializadas en la contracción, de forma alargada y constituidas por múltiples núcleos situados en la periferia. Según sus propiedades histoquímicas las fibras musculares del músculo se clasifican en Tipo I y II, subdividiéndose las últimas en los subtipos IIA, IIB y IIC. Las fibras de Tipo I presentan un metabolismo oxidativo y son de contracción lenta y en las de Tipo II el metabolismo es más oxido-glicolítico y son de contracción más rápida. Asimismo la proporción y grosor de los diferentes tipos de fibras musculares de los músculos esqueléticos influye a los procesos bioquímicos peri y post-morten, y los cuales pueden afectar a la calidad de la carne. Se Sugiere una relación entre las proporciones de los diferentes tipos de fibras musculares y el desarrollo de las carnes PSE (Sair y col., 1972; Swatland y Cassens, 1972, entre otros). También hay resultados más recientes indican que los cerdos halotano positivos tienen menos fibras de tipo I y II A y más fibras tipo II B (Depreux y col., 2000).
El proceso de miogénesis (formación de las fibras musculares) en los mamíferos tiene lugar predominantemente durante el período de gestación. Durante esta fase se producirá un incremento del número de fibras musculares por hiperplasia, y tras el nacimiento el desarrollo muscular de los animales se basa fundamentalmente en el aumento de tamaño de las fibras ya formadas por un fenómeno de hipertrofia. Por tanto el número y tipo de fibras musculares al nacimiento determinará las masa muscular (Miller et al, 1975) y la capacidad de crecimiento magro del animal y características de la canal y la carne.
En el cerdo se considera que la miogénesis está finalizada hacia los 90 días de gestación (Wigmore & Stickland, 1983), presentándose un primer periodo hasta los 35 días de formación de fibras primarias, las cuales constituyen una especie de armazón para el posterior desarrollo de las fibras secundarias hasta los 90 días de gestación (Kelly & Zacks, 1969; Duxson & Usson, 1989). Durante las tres semanas posteriores al nacimiento se produce una diferenciación metabólica y contráctil de la musculatura esquelética en los distintos tipos de fibras musculares. Este proceso de diferenciación es complejo y depende del tipo de músculo, pero en general, las fibras primarias se diferencian a tipo I en la profundidad del músculo y a tipo IIA en la superficie, en cuanto a las fibras secundarias pueden evolucionar hacía cualquier tipo siendo hacia tipo I en las proximidades de las fibras primarias y a tipo II en las zonas más alejadas.
La composición fibrilar del músculo es muy variable viéndose afectada por diversos factores como el tipo de músculo, genética, sexo, nutrición, temperatura ambiente y ejercicio. En cuanto al periodo fetal, el desarrollo de fibras primarias está poco influenciado por los factores ambientales, sin embargo el de fibras secundaria puede ser modificado por diferentes factores como por ejemplo la nutrición materna (Wigmore & Stickland, 1983) y parece ser el principal factor de variación en el número de fibras entre camadas (Dwyer and Stickland, 1991). Por tanto la nutrición de la cerda durante la fase de desarrollo muscular del feto puede modificar el número de fibras musculares de la progenie, según el efecto denominado “Stickland”, lo cual puede repercutir en una mayor tasa de crecimiento y deposición de magro de los cerdos durante el cebo.
Esta ampliamente establecido que una nutrición deficiente de la cerda durante la gestación provoca una reducción del peso, masa muscular y número de fibras secundarias (Ward & Stickland, 1991) de los lechones al nacimiento y supone una menor tasa de crecimiento tras el destete y una mayor adiposidad de la canal. Este efecto sobre la reducción de las fibras musculares secundarias parece estar más relacionado con una subnutrición de proteína y carbohidratos, mientras que una subnutrición de grasa sólo afecta el peso al nacimiento (Dwyer & Stickland, 1994). Es de suponer que la amplia variabilidad de peso al nacimiento, composición en fibras musculares secundarias (Wigmore & Stickland, 1983) y tasa de crecimiento de los lechones de una misma camada (Dwyer et al, 1993) pueda ser debida a diferentes niveles de nutrición fetal (Wigmore & Stickland, 1983; Handel & Stickland, 1987).
En un estudio de Dwyer et al (1994) se doblo la ración diaria de diferentes grupos de cerdas durante los períodos de 25-50 días, 50-80 días o 25-80 días de gestación, y se compararon respecto a un control con un nivel basal de alimentación comercial. El aumento de plano de alimentación en cualquiera de los periodos estudiados resultó en una mayor proporción de fibras secundarias respecto a las primarias a las 5 semanas de vida y en una mejora del crecimiento (10%) e índice de conversión (8%) de estos animales hasta el final del cebo. Sin embargo, en un estudio más reciente (Nissen et al, 2003) no encontraron ninguna mejora sobre las fibras musculares y crecimiento hasta el sacrificio de la progenie al alimentar las cerdas gestantes a voluntad durante los 25-50 días y 25-70 días de gestación, sino un efecto negativo sobre el crecimiento muscular de la progenie de las cerdas alimentadas a voluntad durante los 25-50 días de gestación.
Podría ser de gran importancia el beneficio potencial del efecto “Stickland” sobre el peso al nacimiento, viabilidad, crecimiento en cebo de los lechones y homogeneidad de los cerdos al sacrifició, sin embargo cualquier modificación del programa de alimentación de las cerdas gestantes a nivel comercial supone considerar otros factores como:
- Rentabilidad económica de aumentar el nivel de alimentación de las cerdas en gestación, lo cual también puede suponer animales de mayor talla, con mayores necesidades de mantenimiento, posiblemente con mayores problemas de aplomos y muertes súbitas y menos longevos.
- El incremento del engrasamiento de la cerda en gestación puede suponer una reducción del consumo de la cerda durante la lactación, con todas las implicaciones sobre crecimiento y viabilidad de los lechones lactantes, y la pérdida de peso y posterior comportamiento reproductivo de la cerda.
- Mejoras en el bienestar de las cerdas, por una mayor sensación de saciedad y una reducción de las estereotipias y competencia por el alimento de los animales alojados en grupos.
- Adaptar estos programas de alimentación a las genéticas actuales de las cerdas, más prolíficas, de mayor tamaño y más magras.
Así lo ve Imasde