Microbiota intestinal y otros factores para la reducción de los costos en la alimentación porcina

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La producción porcina es un pilar clave en el desarrollo socioeconómico al proveer proteínas esenciales que contribuyen significativamente a la mejora de la nutrición poblacional.

                                                                                                                                    

                                                                                                            M.V. Mariano Ercole

La carne de cerdo, que constituye aproximadamente el 40% del consumo mundial de carne, se posiciona como una fuente vital de alimento para la humanidad.

Los avances en la producción porcina han impulsado un notable crecimiento de la industria a nivel global, permitiendo satisfacer el aumento del 56% en el consumo de carne de cerdo en los últimos veinte años. Un claro ejemplo de esta evolución es Argentina que en 2016, la producción nacional alcanzaba las 500 000 toneladas de res con hueso, con un consumo interno de 12.33 kg por habitante al año. Para 2023, la producción creció a 762 000 toneladas y el consumo per cápita se elevó a 16.66 kg anuales.

Este crecimiento sostenido ha sido impulsado principalmente por los avances tecnológicos y la optimización de la eficiencia alimentaria (EF), un factor clave para mejorar la competitividad de la industria. La alimentación representa del 50 al 83% de los costos de producción según el país y el sistema. Por ello, optimizar la EF mediante estrategias nutricionales y de manejo es fundamental para aumentar la rentabilidad, promoviendo así una producción más sostenible y responsable.

La EF refleja la capacidad biológica del animal para convertir el alimento en peso corporal de manera eficiente. Se define como la relación entre la ganancia de peso diaria promedio y el consumo diario promedio de alimento durante un período determinado (Fig. 1).

                                     

Para evaluar la EF en cerdos, se pueden utilizar dos indicadores clave: el índice de conversión alimenticia (ICA) y la ingesta residual de alimento (RFI). El RFI mide la diferencia entre el consumo de alimento real y el esperado según los requisitos de mantenimiento y crecimiento del animal. Sin embargo, en la práctica, el ICA es el indicador más empleado, ya que mide la cantidad de alimento necesaria para ganar una unidad de peso, funcionando como la relación inversa de la EF. Desde una perspectiva económica, el ICA es fundamental, pues está directamente relacionado con los costos de alimentación necesarios para lograr una ganancia de peso.

En la producción porcina, un ICA alto indica una menor eficiencia, lo que incrementa los costos de alimentación y, en consecuencia, eleva el precio de la carne. Los animales con un ICA más bajo son más eficientes y, por lo tanto, más rentables. Sin embargo, se debe tener precaución con la selección de animales basada exclusivamente en el ICA, ya que podría conducir a la cría de animales de mayor tamaño en la edad adulta, aumentando sus requerimientos energéticos para el mantenimiento y afectando la eficiencia global del sistema.

Aunque la EF y el ICA están relacionados, cada uno mide la eficiencia desde un enfoque distinto. La EF indica la cantidad de peso que el animal gana por cada unidad de alimento consumido, mientras que el ICA muestra cuánta comida se necesita para ganar una unidad de peso. Ambos indicadores ofrecen información complementaria sobre el rendimiento productivo.

En conclusión, la optimización de la EF y el ICA es esencial para mejorar tanto la rentabilidad como la sostenibilidad del sector porcino. Al reducir los costos de alimentación y maximizar la ganancia de peso, se logra una producción más competitiva que responde a las demandas del mercado global, promoviendo prácticas responsables que contribuyen al desarrollo sostenible de la industria en todo el mundo.

Estrategias para optimizar la eficiencia alimentaria en la producción porcina

Las estrategias implementadas para mejorar la EF en la producción porcina pueden tener un impacto considerable en varios aspectos del negocio, siendo el costo de los alimentos uno de los más relevantes. Incrementar la EF no solo disminuye la cantidad total de alimento que consumen los animales, sino que también reduce los costos operativos de la granja y el consumo de energía. Diversos estudios han demostrado que lograr una EF óptima requiere un enfoque integral que considere múltiples factores clave (Fig. 2), entre los cuales destacan:

                                                             

  •  Genética del animal:

La EF es un rasgo moderadamente heredable (h² = 0.30) que se utiliza en la selección genética de cerdos de raza pura para mejorar su rendimiento de crecimiento y calidad de canal. Combinando el fenotipo del cerdo con la información genética de sus parientes, se puede predecir el valor de cría estimado (VCE) en animales jóvenes, optimizando así la selección temprana. Sin embargo, enfocarse únicamente en mejorar la EF podría comprometer la calidad de la carne, ya que aún no se conoce con claridad su impacto sobre esta. La selección genética para disminuir la acumulación de grasa durante la ganancia de peso ha demostrado ser efectiva para mejorar el ICA y recientes estudios han evidenciado que la genética del cerdo influye considerablemente en la estructura y composición de su microbiota intestinal, lo cual también puede repercutir en la EF.

  • Salud de los animales:

La exposición a factores patógenos obliga a los cerdos a desviar nutrientes hacia funciones defensivas, como la respuesta inmunitaria innata o adaptativa, lo que puede impactar negativamente en su EF. Se ha comprobado que tanto una respuesta inmunitaria desencadenada por un desafío infeccioso como no infeccioso puede reducir la EF. Incluso una inflamación intestinal leve puede tener costos fisiológicos significativos, afectando la salud general del animal y disminuyendo la superficie de las vellosidades intestinales, lo que compromete la eficiencia en la digestión y absorción de nutrientes.

  • Prácticas de manejo:

Diferentes prácticas de manejo influyen, directa o indirectamente, en la eficiencia alimentaria. Entre ellas se incluyen:

- Selección y envío de cerdos al mercado: es importante recordar que la EF está estrechamente ligada al peso corporal del animal. A medida que el cerdo se aproxima a su peso de mercado, su capacidad para convertir el alimento en ganancia de peso disminuye. Este descenso en la eficiencia durante las etapas finales de crecimiento subraya la importancia de implementar estrategias nutricionales y de manejo que mantengan un equilibrio entre el crecimiento óptimo y el uso eficiente del alimento a lo largo de todo el ciclo productivo.

- Higiene y reducción de la carga microbiana: la reducción de la carga microbiana, asegurando una adecuada higiene en las instalaciones, ha incrementado la producción y disminuido la incidencia de enfermedades.

- Diseño y manejo de comederos: la forma en que se suministra el alimento a los cerdos puede influir mucho en su EF. Si los comederos están mal diseñados o se manejan de manera inadecuada, pueden provocar un desperdicio excesivo de alimento y reducir la eficiencia, o incluso dificultar que los cerdos coman lo suficiente.

- Restricción alimentaria: puede mejorar la eficiencia alimentaria al reducir el desperdicio de alimento. Esto ocurre porque los cerdos tienen más probabilidades de desperdiciar el alimento si hay una cantidad abundante.

- Manejo del estrés térmico: el estrés térmico reduce la productividad y la ingesta de alimento, alterando el ICA. Para mitigarlo, se puede disminuir la densidad por corral, usar sistemas de refrigeración y suelos que disipen calor, y emplear aditivos alimentarios específicos para mejorar la tolerancia y rendimiento en condiciones ambientales adversas.

  • Composición de la dieta y la optimización ambiental de la dieta:

La digestibilidad del alimento y la eficiencia digestiva en cerdos dependen tanto de la composición del alimento como de la capacidad digestiva del animal, que varía entre individuos. Un mayor contenido de fibra en la dieta puede dificultar la digestión, generando alta variabilidad en el rendimiento de los cerdos. La concentración de energía en la dieta generalmente mejora la EF, aunque a veces no se observa esta mejora. Esto puede deberse a deficiencias nutricionales que limitan la respuesta del animal o a valores energéticos incorrectos de los ingredientes.

Es fundamental contemplar la optimización de la dieta durante los meses calurosos, seleccionando formulaciones de dietas o aditivos alimentarios que minimicen el incremento de temperatura. Dietas con bajo incremento de temperatura, que contienen menor cantidad de proteínas y fibra y/o un mayor contenido de grasa, pueden ser efectivas en este sentido.

  •  Microbiota intestinal:

La microbiota intestinal es un ecosistema complejo y dinámico que está estrechamente interrelacionado con la biología del huésped. Esta relación simbiótica contribuye significativamente al equilibrio energético, el metabolismo, la salud intestinal, la función inmunológica y el desarrollo general del organismo.

Diversos estudios han demostrado que la diversidad genética de la microbiota intestinal está fuertemente vinculada con la EF de los animales, dado que estas bacterias juegan un papel crucial en el procesamiento de nutrientes y la producción de energía. Las bacterias presentes en el intestino tienen la capacidad de sintetizar enzimas metabólicas que degradan componentes de la pared celular de las plantas, transformándolos en ácidos grasos de cadena corta (AGCC), los cuales el huésped no podría digerir por sí solo.

Por ello, se han implementado intervenciones dietéticas para modificar la microbiota mediante el uso de fitobióticos, con el objetivo de mejorar la digestibilidad y la EF.

Entre las principales intervenciones dietéticas destacan los aditivos alimentarios como aminoácidos funcionales, enzimas alimentarias, pre, pro y postbióticos, además de fitobióticos. Todos estos compuestos comparten un objetivo común: mejorar la EF al optimizar la utilización de nutrientes y promover la salud intestinal.

Actualmente, los fitobióticos están siendo cada vez más utilizados debido a sus múltiples beneficios. Estos compuestos derivados de plantas, como extractos vegetales, aceites esenciales y especias, contienen componentes bioactivos con propiedades antibacterianas, antivirales y antifúngicas. Además, algunos de ellos pueden estimular la síntesis y excreción de ácidos biliares (AB) en la bilis. Los AB juegan un papel clave en la digestión de grasas y también interactúan con la microbiota intestinal: las bacterias del microbioma modifica los AB, mientras que estos regulan la composición del microbioma mediante su efecto antimicrobiano. Esto contribuye tanto a la digestión como al equilibrio de la microbiota intestinal.

Con este propósito, se han utilizado extractos vegetales con inulina, un fructooligosacárido presente en la alcachofa y achicoria. La inulina no se digiere en el intestino delgado de los cerdos, sino que se fermenta en el intestino grueso, donde genera AGCC y favorece el crecimiento de bacterias intestinales beneficiosas (Bifidobacterium spp. y Lactobacillus spp.). Esto contribuye a reducir la población de bacterias potencialmente patógenas que pueden causar diarreas.

Además, la alcachofa presenta el beneficio de estimular el aumento de la secreción y cantidad de AB al intestino, que tienen un efecto directo en las bacterias intestinales, provocando su daño y destrucción. Los Lactobacillus son capaces de resistir estos efectos de los AB, lo que permite mantener una mayor cantidad de estas bacterias beneficiosas en el intestino. Por otro lado, los ácidos biliares también actúan indirectamente sobre la microbiota al interactuar con receptores específicos en las células intestinales, lo que induce la producción de péptidos antimicrobianos que eliminan bacterias nocivas.

Estos son un ejemplo de los efectos beneficiosos de los fitobióticos en la salud intestinal, y se presentan como una herramienta valiosa para la mejora integral de la eficiencia alimentaria (EF). Su uso busca mejorar la microbiota intestinal del animal, lo que a su vez contribuye a su rendimiento productivo.

En conclusión, es esencial considerar de manera integral los diversos factores que influyen en la EF de la producción porcina, para así lograr una producción más eficiente y sostenible. En este contexto, la microbiota intestinal se consolida cada día como un factor clave a tener en cuenta en los cerdos. Ignorar la importancia de estos elementos, cada uno con su propio potencial para mejorar la EF, puede conducir a decisiones inadecuadas en el manejo y desarrollo de la producción.

                                                              

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