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Ácido linoleico conjugado (ALC) es una denominación que encuadra una serie de isómeros posicionales y geométricos del ácido linoleico (C18:2) en los que los dobles enlaces se encuentran separados por un solo enlace carbono-carbono. El isómero mayoritario en la naturaleza es el cis-9, trans-11 ALC y fue identificado como un intermediario en la biohidrogenación del ácido linoleico por la bacteria ruminal Butyrivibrio fibrisolvens. Es por ello que la mayor parte de la carne y leche de rumiantes son una buena fuente de ALC, mientras que la carne de los animales monogástricos es relativamente pobre en este ácido graso. El interés en la investigación sobre el ALC ha aumentado en los últimos años debido a distintos estudios en los que se ha comprobado que se trata de un compuesto fisiológicamente activo, con gran número de potenciales efectos beneficiosos para la salud, entre los que destaca sin duda la disminución en la incidencia de determinados tipos de cáncer.
Por otra parte, se ha comprobado que el ALC mejora de manera considerable la eficiencia alimenticia y aumenta el reparto de la grasa corporal hacia magro. Estos efectos son especialmente evidentes en ratones, pero también se han descrito en cerdos, aunque en este caso no tienen un carácter tan marcado. De los efectos probados en ganado porcino destacan:
- Muy ligeras mejoras en el índice de conversión
- Reducción marcada del espesor de la grasa subcutánea
- Reducción del porcentaje de grasa en la canal
- Aumento moderado del porcentaje de magro en la canal
- Aumento moderado del área del lomo
Por lo tanto, incluyendo niveles de entre 0.75% y 1% de ALC en la ración del cerdo se obtienen canales de una mejor calidad en lo que se refiere a la relación magro/grasa o el espesor del tocino dorsal.
Paralelamente a estas mejoras, se producen cambios en la composición de la grasa y del músculo que son así mismo de un gran interés. La inclusión de ALC en la dieta parece provocar de forma simultánea a la disminución del panículo adiposo un ligero aumento del contenido en grasa intramuscular. Este hecho tiene un especial interés ya que una disminución del contenido en grasa intramuscular en cerdos, que ya de por sí tienen actualmente niveles bastante reducidos, podría significar un deterioro de la palatabilidad de la carne, especialmente de su jugosidad y de su aroma. Por lo tanto, la mejora en las características de la canal en lo referente a su disminución en el contenido graso parece ocurrir en el caso de la suplementación con ALC sin menoscabo de la calidad de la carne.
Es más, el ALC provoca cambios en el metabolismo lipídico del animal que tienen como consecuencia modificaciones en el perfil de ácidos grasos, fundamentalmente de los triglicéridos. Más concretamente, se produce un aumento del porcentaje de ácidos grasos saturados (AGS) a costa de una disminución de los monoinsaturados (AGMI), sin que los ácidos grasos poliinsaturados (AGPI) parezcan verse afectados. Esto determina que la grasa de los animales cebados con raciones suplementadas con ALC sea más consistente y menos fluida a temperatura ambiente, además de menos susceptible a procesos de oxidación (menos enranciable) durante el almacenamiento y los procesos tecnológicos, lo que repercute globalmente en una mejor aptitud tecnológica de la canal. Si bien el descenso en AGMI y aumento de AGS podría ser considerado en principio como perjudicial por las implicaciones sobre la salud de los consumidores, hay que tener en cuenta que paralelamente se consigue un aumento sustancial del contenido en ALC de la grasa del cerdo. Dadas las positivas repercusiones de la presencia de este ácido en la dieta humana, esto compensaría el descenso de AGMI y el aumento en AGS.
Además, la inclusión de ALC en la dieta del ganado porcino determina una menor susceptibilidad a la oxidación de la carne de los animales suplementados. Este hecho podría ser debido tanto al citado aumento en la saturación de la grasa como al efecto antioxidante del propio ALC.
Por lo tanto, globalmente, con la suplementación con ALC en la dieta del ganado porcino se consiguen 1) unas muy ligeras mejoras en algunos índices productivos, 2) una sustancial mejora en la composición de la canal en lo referente a proporción de magro y grasa, 3) importantes efectos positivos en lo referente a la calidad de la carne y de la grasa de la canal para el almacenamiento, el procesado y, sobre todo, en lo referente a sus implicaciones en la salud de los consumidores.
No obstante, muchos de estos efectos han sido comprobados en situaciones experimentales muy concretas, y aún queda por investigar en lo referente al efecto de cada uno de los diferentes isómeros integrados bajo la denominación de ALC, las dosis adecuadas a incluir en la dieta de los animales, sus interacciones con otros componentes de la dieta, el tiempo necesario de administración, la edad a la que puede resultar más indicado incluirlo en la ración dependiendo del efecto deseado (parece que es especialmente efectivo en lo referente a parámetros productivos durante la lactación en lechones) o las repercusiones sobre la aceptabilidad de la carne y los productos cárnicos para los consumidores. No obstante, empiezan a ser comercializados preparados para incluir en la ración del ganado porcino. El nivel de inclusión de estos preparados en la ración que, en principio podría resultar recomendable, oscila entre el 0.75% y el 2% del total de la ración, aunque varía con la proporción de los diferentes tipos de isómeros que presente el preparado (típicamente entre el 50 y el 60% de CLA en el preparado).
