Titulábamos nuestro anterior comentario "El coronavirus lo impregna todo", ignorando en aquél momento lo premonitorias que iban a ser esas palabras.
Es obligado resaltar, con negrita y subrayado, que en un momento de total crisis en la sociedad de consumo evolucionada en la que estamos, crisis extendida a todos los países de nuestro entorno natural, especialmente Europa, la cotización española se ha movido, impertérrita, en niveles de absoluto récord histórico hasta el jueves día 19 de marzo.
Alemania —esta vez con una visión nítida de la situación global— bajó su cotización 6 céntimos el miércoles día 11, otros 7 céntimos el miércoles día 18 y finalmente repitió el miércoles 25 seducida por los cantos de sirena que llegan de China, que compra otra vez a todo ritmo. Aquí no hemos podido hacer otra cosa que —como siempre— seguir la estela de los alemanes de mala gana, a regañadientes, además de a destiempo y a rebufo. En el momento de escribir estas líneas el precio español está, incomprensiblemente, muy por encima de todos nuestros competidores europeos, lo que no es normal. Y menos en esa época del año.
Pensamos que aquí se ha pretendido vivir al margen de los acontecimientos que han sacudido Europa; nos resulta incomprensible la repetición del jueves día 12, justo la víspera de la alarma total y la antevíspera de la orden de confinamiento. No es lógico pretender vivir en una Torre de Marfil ajenos a la realidad. En fin, el mercado corregirá con creces y con brusquedad cualquier desviación. Tiempo al tiempo.
La remisión de las nuevas infecciones de COVID-19 en China ha retornado la normalidad a los puertos; los flujos de descarga se han normalizado y los operadores chinos muestran una muy buena disposición para comprar (y, de hecho, ya se están formalizando contratos a todo tren). Esta es, en sí misma, es una excelente noticia.
Ocurre que en nuestros lares el pico de contagios por el virus parece ser que todavía no ha sido alcanzado; la expansión de la pandemia es, en sí, una verdadera espada de Damocles. Por no mencionar las dudas que diversos expertos han manifestado acerca de la fiabilidad de las cifras de infectados… O sea que lo peor está por venir.
Inevitablemente la actividad de los mataderos y salas de despiece se verá ralentizada:
- Una parte de los operarios (los más aprensivos) han desistido de trabajar y no se presentan en las empresas. Este fenómeno va "in crescendo".
- Las nuevas normativas de seguridad (distancias mínimas entre operarios) obligan a "esponjar" el personal con lo que se reduce la capacidad efectiva de procesado.
- A no tardar, se producirán contagios de personal activo en despiece o matadero (a estas alturas no se pueden esperar milagros) con lo que se reducirá aún más la capacidad operativa.
- El sector HORECA (Hoteles, Restaurantes y Catering, para los profanos) está desaparecido, desierto. No está ni se le espera, tanto en España como en Europa. Se han anulado todos los pedidos y no se crean de nuevos para este sector.
- Se constata una reducción paulatina de la actividad en toda la UE; muchas fábricas de charcutería están a medio gas y nuestra actividad exportadora hacia todos los destinos europeos disminuye cada semana que pasa.
En ese contexto nos parece inevitable una profunda y rápida corrección del precio, que no será dolorosa gracias a que nos estamos moviendo en la estratosfera. China será el clavo ardiendo al que agarrarse, pero el problema consistirá en la dificultad para sacrificar y despiezar los cerdos habituales. Dificultades en los mataderos obligarán a dejar cerdos en las granjas en espera; los 3 kilos de más en promedio del peso en canal que se mantienen semana tras semana pesarán como una losa y ayudarán a que el descenso sea brusco. Las dudas, la incertidumbre, la desconfianza, el recelo (¿el miedo?) tienen muchas caras.
En España estamos sacrificando y despiezando alrededor de 1.000.000 de cabezas todas las semanas; se trata de una especie de gigantesco motor bien engrasado que necesita que todo funcione a la perfección. Cualquier inconveniente se transforma en un grano de arena que altera el funcionamiento de este gigantesco mecanismo de precisión. El COVID-19 es algo más que un inconveniente o un grano de arena… Y sus consecuencias serán palpablemente muy graves, tanto en nuestro sector como en la economía en general. No olvidemos que el suministro de carne de cerdo a los consumidores tiene la calificación de servicio esencial. Menos mal.
En Catalunya hemos sabido hoy que la flota pesquera permanecerá toda amarrada a partir del próximo lunes día 30. Y la pesca también es esencial. Quizás valga aquí aquello de que "cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar".
A nuestro juicio los auténticos merecedores de medallas son los operarios de los mataderos (y por extensión los mataderos en sí), que con su abnegación y asistencia disciplinada a su lugar de trabajo consiguen que el sector porcino español no se colapse. He aquí los auténticos héroes (sin olvidar a otros héroes de verdad, el personal sanitario). Creo que es de justicia que agradezcamos su sacrificio.
Esperemos y deseemos que los canales de suministro de alimentos para los cerdos sigan abiertos, que la operativa en los mataderos siga funcionando y que los científicos encuentren rápido una vacuna efectiva contra el COVID-19. La vacuna nos parece, con toda humildad lo decimos, la única solución.
Dijo Arthur Schnitzler (neurólogo, dramaturgo y novelista austríaco): "Estar preparado es importante, saber esperar lo es aún más, pero aprovechar el momento adecuado es la clave de la vida".
Guillem Burset