Empezamos el año con evidentes síntomas de debilidad, los retrasos en granja acumulados por las fiestas navideñas se han dejado sentir con unos pesos promedio muy altos. El matadero sacrifica a toda marcha pero aún existen remanentes retrasados.
Los mercados se muestran apáticos, con gran atonía en el consumo. La crisis financiera golpea por doquier y los cobros son la preocupación principal –y nada menor– de todos los operadores.
La reducción de los costes a causa del descenso de las materias primas y de la energía todavía no se ha trasladado a la producción, con lo que prosigue el sufrimiento (léase las pérdidas). Las reducciones en la cabaña europea no se detectan (o no han existido o son poco significativas) y mucho nos tememos que la flaqueza del mercado persistirá hasta que se produzcan reducciones muy consecuentes en la oferta. No vemos otra salida.
Las piezas nobles (fundamentalmente lomos y jamones) se venden a precios cuyos ratios comparativos con el precio en canal baten todos los récords negativos de los últimos 20 ó 30 años y aún así los operadores no se animan a comprar para guardar (como el pescado que se muerde la cola: lo incierto de la situación económica estimula la prudencia en el campo de los compradores y azuza a los mataderos a bajar precios para animar la venta).
En el ámbito europeo la situación es similar país a país, el consumo no destaca por su magnitud y la oferta de ganado es generosa y demasiado abundante.
De todos modos, intentando rebañar el plato para apurar las últimas motas de optimismo, podríamos reflexionar acerca de lo siguiente (siempre en el terreno condicional, no vaya a ocurrir un hecho excepcional inesperado que venga a trastocar todo el escenario)
- Existe un consenso entre los mataderos españoles de que el precio no debería bajar más.
- Los pesos excesivos se reducen rápidamente y en dos o tres semanas existiría clara posibilidad de un repunte.
- La traslación de menores costes a la producción es lenta pero constante e imparable.
- Las cuantiosas pérdidas habrían provocado (en España y en el resto de la UE, con especialísima significación en los miembros de la antigua Europa del Este) ceses de actividad por asfixia económica y decisiones de reducción consecuente de la actividad productora, lo que sería netamente detectable en la segunda mitad del año.
Sólo queda resistir, resistir y resistir.
La esperanza es lo último que se pierde.
Guillem Burset |