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Termina un año que no ha sido malo ni para el ganadero ni para el matadero (mejor para el primero según todos los operadores) y todo parece señalar que diciembre discurrirá sin ningún sobresalto.

Termina un año que no ha sido malo ni para el ganadero ni para el matadero (mejor para el primero según todos los operadores) y todo parece señalar que diciembre discurrirá sin ningún sobresalto.

En efecto, si bien la semana 49 aparece trufada de festivos que afectarán las matanzas, las navidades serán en fin de semana y no repercutirán en recortes de sacrificios. Creemos probable que la repetición sea la norma en espera del nuevo año.

El 2011 se presenta como un escenario similar al 2008 en el que, si bien los cerdos y la carne fueron caros, los ganaderos tuvieron las peores pérdidas de su historia. Pintan bastos, pues, ya que los bolsillos andan lejos de estar llenos y el sistema bancario ha cerrado todos sus grifos de financiación.

La ventas de los mataderos no andan boyantes, cerdos no faltan (ni en España ni al norte de los Pirineos) y nadie se atreve a pronosticar una subida de la carne. Los stocks son importantes y trabajo costará reducirlos.

La producción se interroga sobre muchas cosas, quizás las más comentadas sean:

- La depreciación del Euro provoca aumentos en el precio del alimento, ¿esta tendencia proseguirá?
- La cada vez más inminente fecha de aplicación de la ley del bienestar animal obliga a tomar decisiones económicas trascendentales. ¿Qué hacer?, es la gran pregunta.
- ¿Será cierto que el único camino pasa por disminución de censo?
- ¿Cuál es el motivo de que las harinas de carne continúen prohibidas en la alimentación porcina?
- ¿La tormenta financiero-económica que sacude el sur de Europa nos afectará?

Es obvio que no disponemos de la bola de cristal, aún así no parece difícil aventurar que el Euro continuará sufriendo ataques, especulativos o no, y que su revalorización no es plausible. La contrapartida positiva a un Euro débil es que de esta forma las exportaciones a países terceros se ven favorecidas (aunque este efecto es mucho menor comparado con el encarecimiento del pienso).

Si se autorizara la reintroducción de las harinas de carne en la dieta del ganado (aparentemente no existen razones científicas para su destierro) se conseguirían dos efectos ambos beneficiosos: se reduciría el coste del pienso y muy probablemente los mataderos verían aumentado el valor de ese subproducto. Esperemos que esa reintroducción sea autorizada.

Como dijo el gran Jorge Luis Borges: “Estoy solo y no hay nadie en el espejo”.


Guillem Burset

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