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Comparando la producción porcina española con la de otros estados miembros de la UE nos apercibimos que mientras en España la producción crece y crece, en cualquier otro país de la UE permanece estable o retrocede.
En este artículo aportaremos nuestro grano de arena apuntando algunas de las causas que explican esta imparable y fantástica progresión.
Antecedentes
Antes de que España se convirtiera en un Estado Miembro de la UE, el comercio de la carne de cerdo era considerado Comercio de Estado, es decir que el Estado controlaba las importaciones y exportaciones otorgando licencias y contingentes a operadores escogidos.
El Estado Español se ocupaba de estos asuntos a través del FORPA (Fondo de Ordenación y Regulación de los Productos Agrarios). Este organismo acabó sus días con la incorporación de España a la UE y la subsiguiente armonización de la política agraria. Digamos –con suavidad– que al final, el FORPA era un ente excesivamente burocratizado.
En realidad, España funcionaba como una autarquía, con el objetivo de la autosuficiencia.
Años previos a devenir Estado Miembro de la UE
Al ser España un mercado autárquico por definición debía de ser autosuficiente. Pero la realidad era que sobraba carne en invierno (más producción, ausencia de turistas) y faltaba mucha en verano (el calor retrasa a los animales como sabemos). Esta realidad provocaba unas grandísimas oscilaciones de mercado. En invierno los precios iban a la baja y en verano sistemáticamente eran caros.
Los inviernos son bastante más largos que los veranos, los precios ruinosos provocaban el abandono de los granjeros más ineficientes. Este fue el origen de las integraciones: los granjeros menos eficientes se convertían en integrados-empleados del integrador.
Este sistema permitió a algunas grandes empresas crecer sin tener apenas capital inmovilizado; si el mercado se hubiese vuelto muy negativo habrían podido simplemente no renovar los contratos y salir del sector limpias de polvo y paja.
La persistencia de situaciones de mercado adversas (años 70 y 80) curtió a los porcicultores españoles, a la vez que les inculcaba (necesidad obliga) sentido del ahorro y de eficiencia por encima de todo.
Cuando llegó la incorporación de España a la Unión Europeo, el sector porcino español hacía años que había terminado su propia reconversión. Sólo habían sobrevivido los granjeros más eficientes, algunos transformados en los granjeros más grandes de Europa. Los ganaderos españoles estaban más que preparados para el nuevo reto.
El Generalísimo Franco y las cooperativas
Bajo el régimen dictatorial del General Franco, el Estado no hizo nada para apoyar el desarrollo de las cooperativas. No las prohibió, es cierto, pero no alentó ninguna creación de nuevas cooperativas ni facilitó la vida a las que sobrevivieron a la guerra civil.
La razón es muy sencilla (pensamos): en toda cooperativa debe programarse por lo menos una asamblea anual para aprobar los balances. En la mayoría de los casos se programa una jornada casi festiva con actos de ocio. E, inevitablemente, una comida de hermandad aparece programada en la agenda del día.
Comida de hermandad a cuenta de la cooperativa y asistentes cuya vida cotidiana desbordaba privaciones y limitaciones: he aquí un cóctel que fácilmente podía derivar en empinar algo más de la cuenta el codo y hablar de esto, de aquello y…. ¡¡de política!!
En las altas esferas se decidió que era mejor no promocionar las cooperativas; sin prohibirlas, pero no promocionarlas.
Esta es a nuestro juicio la razón por la cual el sector porcino español aparece hoy en día huérfano de cooperativas (salvo algunas pocas y extraordinarias excepciones).
El campo de la producción porcina estaba libre casi al 100% para la iniciativa privada.
Los mataderos y las salas de despiece
La industria de transformación del cerdo vivo en carne y piezas aptas para el consumo se desarrolló desde el pequeño carnicero que sacrificaba en el patio de su casa hasta los mataderos industriales (mataderos anejos a industrias de fabricación de embutidos) y los mataderos generales frigoríficos, precursores de la potente industria actual.
A finales de los 70 y principios de los 80 el mayor matadero de España sacrificaba y despiezaba unos 10.000 animales a la semana. Hoy en día existen unos cuantos que procesan más en un solo día.
Los industriales cárnicos se forjaron en un mercado sobresaturado la mayor parte de año. Ello conllevó que su sentido del ahorro, de la eficiencia y de la lucha en entornos hostiles (elementos clave de la excelencia) se exacerbara hasta niveles próximos al paroxismo. Esta fue la semilla de frondoso y fértil árbol actual.
En la década de los 80 tuvimos la oportunidad de confrontar las cuentas de resultados de mataderos y salas de despiece (de magnitudes comparables) de Francia (Bretaña), Dinamarca (Jutlandia) y España (Catalunya).
En aquellos momentos, cada industria necesitaba destinar al pago de su materia prima (los cerdos) el siguiente porcentaje de su cifra de ventas:
La industria danesa - El 55% de su cifra de ventas.
La industria bretona - El 74% de su cifra de ventas.
La industria catalana - El 82% de su cifra de ventas.
Quiere esto decir que, con el resto, la empresa debía funcionar (pagar al personal, sufragar el mantenimiento, invertir en I+D, tener beneficios, …).
Ya en esa época los mataderos y salas españoles eran extremadamente competitivos, probablemente sin ser muy conscientes de ello. Sucedía que seguíamos todos en un mercado autárquico, encerrado en sí mismo.
En la década de los 90 se empezó a introducir el despiece en frío. Hoy en día todo el despiece es post oreo salvo insignificantes excepciones.
España deviene miembro efectivo de la Unión Europea
A efectos prácticos, España se convierte en Estado Miembro de la Unión Europea el día 1 de marzo del 1986. Debido a la persistencia de la PPA en territorio español, el tratado de adhesión liberaliza la importación de carne de cerdo a la vez que prohíbe su exportación. La crisis estaba servida.
Se consigue la erradicación de la PPA y la industria porcina española puede empezar a exportar en la fecha del 15 de mayo del 1989. Esa fecha debería estar con letras de oro en todos y cada uno de los mataderos españoles. La erradicación de la PPA es uno de los mayores logros sanitarios de España; algo que parecía imposible se consiguió. Deberíamos felicitar eternamente a los protagonistas de aquel logro.
El acceso al mercado libre posibilitó los ulteriores crecimientos.
Causas de la excelencia global del sector porcino español
De lo que antecede podemos inferir que las causas del innegable éxito de la porcicultura española son:
- La indiscutible eficiencia de los mataderos y salas, quienes vehiculan la carne al mundo. Para nosotros esta es la piedra angular de todo el edificio. El tener comparativamente menos gasto les permite pagar más por los cerdos (lo que estimula el crecimiento: si el ganadero gana dinero entonces crecerá).
- La profesionalidad de los productores; su competitividad extrema independientemente de su tamaño (forjada en mil batallas).
- El ingreso en la UE que nos facilitó el acceso a los mercados internacionales.
- La madurez de ambos subsectores (producción e industrialización) en el momento de la incorporación a la UE, lo que les permitió competir en igualdad de condiciones con los otros operadores internacionales.
Guillem Burset
