1 ) ¿Cuáles son las mejores medidas para proteger las explotaciones respecto a la transmisión de enfermedades desde la población de jabalíes?
Si fuese a instalar una nueva explotación lo haría preferentemente alejado de zonas forestales o riberas, así como de maizales y regadíos u otros elementos que resulten atractivos al jabalí.
Además, procuraría dotar a la explotación de medidas de bioseguridad altas, incluyendo un doble vallado perimetral. Ese vallado perimetral podría constar de una primera barrera simple, por ejemplo una malla cinegética fuerte y claveteada al suelo. La segunda barrera, 5 metros interior a la primera, idealmente contaría con una base de hormigón o ladrillo de medio metro en la que se encastra una segunda valla metálica. El espacio entre ambas vallas y sus proximidades no deben resultar atractivos al jabalí, por lo que conviene eliminar la vegetación espontánea. En las puertas de acceso debe haber pastores canadienses, es decir fosas con barrotes que permiten el paso de vehículos o personas pero no de jabalíes y otra fauna terrestre.
A partir de ahí, extremaría el cuidado en relación con la entrada de personas, materiales y alimentos potencialmente contaminados. El problema mayor lo encontrarán las explotaciones al aire libre y las que aprovechen pastos naturales. En éstas, resulta más difícil evitar el contacto directo o al menos indirecto entre cerdos y jabalíes. Un proyecto que lleva a cabo el IREC en colaboración con la Universidad de Córdoba precisamente explora opciones para mejorar la bioseguridad en el porcino extensivo. Por ejemplo, pueden buscarse formas de distribuir y suministrar el agua y el alimento que resulten menos atractivas o accesibles para el jabalí.
2 ) Los cazadores que tienen cerdos o los porcicultores que salen a cazar el jabalí, ¿pueden contagiar a sus animales con esta actividad? ¿Qué medidas deberían tomar los cazadores/ganaderos para minimizar este riesgo?
Cazar es importante: alguien tiene que limitar el crecimiento de esta especie-plaga. Al paso que vamos, duplicaremos la población de jabalíes en menos de una década. Pero ciertamente los cazadores pueden contribuir a reducir algunos riesgos sanitarios importantes.
En primer lugar, las vísceras y otros residuos procedentes de la caza nunca deben abandonarse de forma que resulten accesibles a jabalíes (o incluso a cerdos), ni a carnívoros, ya que ello perpetúa el ciclo de muchas enfermedades, como la triquinelosis, la tuberculosis o las pestes porcinas.
Para evitar que puedan quedar cadáveres de jabalí en el monte, es importante dar valor a la carne de caza. De esa forma, se inspeccionarán y aprovecharán las canales y se dará un tratamiento adecuado (en muladares o mediante recogida) a los residuos producidos en la evisceración.
En segundo lugar, es importante recordar que el contacto con jabalíes es aún más peligroso desde el punto de vista sanitario que una visita a una granja de cerdos ajena. Por escaso que sea el control sanitario de la granja vecina, ésta estará más controlada que la de los jabalíes. Los ganaderos-cazadores al manipular jabalíes deben tomar aún más precauciones que las que tomarían al visitar la granja de su vecino: utilizar ropa, calzado y material específico para la caza y siempre distinto del usado para la actividad ganadera. No utilizar para la caza o el faenado materiales (bandejas, utensilios) o vehículos que puedan utilizarse en la explotación porcina. Es importante extremar la limpieza, y nunca introducir en la explotación porcina alimentos, restos animales ni materiales potencialmente contaminados. Tampoco deben acceder a la explotación los perros de caza.
Algunos brotes de peste porcina africana en granjas de cerdo se han asociado epidemiológicamente al uso de paja o heno, posiblemente contaminados con heces o restos de jabalí. En otros casos, se han producido infecciones por alimentar a los cerdos con restos de comida, como tocino o embutidos de cerdo o de jabalí, presuntamente contaminados.
Recomendaciones finales
Las enfermedades compartidas entre especies ganaderas y fauna silvestre implican a muchos actores, principalmente a los ganaderos, pero también a cazadores y distintas administraciones. La principal recomendación, por consiguiente, es la de abordar estos retos de manera conjunta. La primera actuación, imprescindible, consiste en establecer una buena monitorización tanto poblacional como sanitaria, no sólo en el ganado sino también en la fauna silvestre, en este caso el jabalí. A partir de aquí, las posibilidades de intervención sobre problemas concretos dependerán de la situación epidemiológica y de la ecología de cada enfermedad. Las opciones son claras: apostar por la bioseguridad, actuar sobre las poblaciones animales, o recurrir a la vacunación. Normalmente, las estrategias de tipo integrado, que combinan todas las herramientas a nuestro alcance, serán las más exitosas. El problema es que algunas enfermedades, como la peste porcina africana, no cuentan con vacunas. En consecuencia, hay que incidir más en las únicas herramientas disponibles: extremar la bioseguridad de las explotaciones porcinas y actuar sobre las poblaciones de jabalí.