Terminamos febrero habiendo iniciado decididamente la senda de subida del precio del cerdo como ya sucedió el año pasado. Se ha necesitado un mes para absorber los retrasos de los festivos de Navidad, a diferencia del 2023 cuando nuestra lonja subió inmediatamente después de empezar el año. Las dos primeras subidas españolas se han realizado a rebufo de las alemanas, la tercera con una inercia puramente española y, la de ayer, impulsada otra vez por Alemania.
El ritmo de las subidas está mostrándose enérgico y decidido. Podría pensarse que, de ahora en adelante, el mercado será un calco del año pasado. No lo creemos así; pensamos que este año no llegaremos a los 2,025 €/kg en vivo en los que nuestra cotización permaneció durante cuatro meses en la primavera y el verano pasados. Aquel precio fue posible gracias a (o, mejor dicho, a pesar de) las pérdidas sangrantes de los mataderos.
Creemos que se ha aprendido la lección y que antes de entrar en pérdidas en barrena se preferirá matar menos cuando no haya cerdos. También es muy posible que la parte vendedora limite sus ambiciones y sea más prudente para evitar un posible efecto bumerang.
La economía del engorde de cerdos en España es, ahora mismo, generosa y abundante: el alimento ha descendido unos cuantos escalones en su precio, los pesos en canal están en las alturas y los mataderos muestran interés en sacrificar: todo apunta a una coyuntura más que favorable para la producción porcina española en este ejercicio de 2024.
Los lechones continúan en un nivel estratosférico de precio, señal inequívoca que en los meses futuros la oferta del vivo estará limitada y faltarán cerdos más que sobrarán. Lo dicho: inmejorables perspectivas para la producción.
Todo indica que en la UE las matanzas de este año serán, otra vez, menores que las del año anterior. Salvo España, los demás países productores se encuentran en una fase de reducción tendente a estabilización de su cabaña, con censos de madres a la baja o estabilizados.
El contexto internacional no sufre cambios significativos; si bien en Estados Unidos el precio del cerdo ha reaccionado, sigue mucho más bajo que los precios europeos, lo mismo podemos decir de Brasil y Canadá. Europa pierde peso específico en las exportaciones a Asia (en beneficio de los países comentados) y esta circunstancia se compensa reduciendo la tasa de autosuficiencia (y las exportaciones). China sigue nadando en la abundancia de producción propia con lo que las cantidades globales importadas por el gigante asiático disminuyen.
Esta es la tendencia observada y contrastada en los últimos 12 meses. Nada nuevo bajo el sol. La disminución de la cabaña europea en su globalidad es un hecho y en gran parte es irreversible.
Hemos de comentar que en Alemania las aguas bajan revueltas: la mayor planta de sacrificio, que pertenecía a Vion, ha cerrado definitivamente y falta por ver qué sucederá con las restantes. Se trata de una reestructuración sobrevenida, obligada y producida por la mala economía y, sobre todo, por la reducción del censo alemán que ya supera el 20% en el acumulado de los últimos cuatro años.
Observando a vista de satélite lo que sucede en la producción porcina en la UE podemos destacar lo siguiente:
- La UE constituye un bastión protegido para el mercado del porcino (lo que no sucede en otras especies como el pollo). Existen gravosos aranceles que dificultan las importaciones de carne de cerdo de terceros países. Esta circunstancia es la que hace posible las notables diferencias de precio entre los cerdos europeos y los del resto del mundo. En nuestro mercado no es de aplicación la teoría de los vasos comunicantes con el Resto del Mundo, por mucho que la globalización sea de actualidad.
- Las regulaciones legales sobre la porcicultura comunitaria son cada vez más onerosas y limitantes: los cambios necesarios en las granjas para cumplir con la ley de bienestar animal, por ejemplo, son caros y restan competitividad internacional al sector.
- La madurez de los mercados en los distintos países de la UE se traduce en una presencia mediática bastante ruidosa de diversos actores agresivos contra el porcino: veganos, vegetarianos, animalistas, conservacionistas… Lentamente se producen cambios en la opinión pública europea que vira hacia posiciones de rechazo y cada vez más intolerancia hacia nuestra actividad.
El futuro a medio plazo parece claro: menos cerdos y menos exportaciones en el ámbito de la Unión Europea. No es posible imaginar otro escenario. El conjunto de los actores de la producción debe aceptar este hecho y asumirlo, adaptándose a lo que está por venir.
Pensamos que no podemos quedarnos de brazos cruzados ante campañas de desprestigio (a veces incluso difamatorias) de nuestra actividad. Tenemos que ser capaces de poner en valor las enormes y singulares sinergias positivas que la producción porcina lleva aparejadas.
Disfrutemos el presente con un ojo puesto en el futuro. Luchemos para que el aforismo “pan para hoy y hambre para mañana” no se haga realidad.
Como afirmó el gran William Shakespeare: “El hombre cauto jamás deplora el mal presente; emplea el presente en prevenir las aflicciones futuras”
Guillem Burset