Termina abril con una cuarta repetición, agónica, en el nivel de precio más alto de la historia. Faltan muchísimos cerdos con respecto a la capacidad instalada de sacrificio y el mercado sigue tensionado al máximo.
Nos encontramos en una situación inédita: nuestros cerdos son los más caros del mundo, incluso más caros que en China (¡sí, lo han leído bien, en España los cerdos valen más dinero que en China!). Lo normal en estos últimos años ha sido que el precio en China estuviera al doble que aquí e incluso más.
Como consecuencia de ese precio del ganado, nuestras carnes han perdido toda competitividad en los mercados exteriores de los Países Terceros. Recordemos que España exporta más de un 55% de la carne que produce. Puesto que en todo el seno de la UE se está constatando una falta de cerdos, una parte de nuestras exportaciones a países terceros encuentra acomodo en el seno de nuestros socios comerciales, miembros de la UE.
América del Norte sigue con un precio del cerdo muchísimo más barato que Europa: en Estados Unidos está a una equivalencia de 1,05 euros / kilo vivo y en Canadá a 0,91 euros / kilo vivo. Brasil se mueve alrededor de 1,18 euros / kilo vivo. No hace falta ser un lince para advertir que nuestra carne (española y la europea por extensión) no puede competir con esos tres orígenes. Los destinos asiáticos permanecen casi cerrados -por precio- para nuestras carnes.
Las matanzas en nuestro continente están siendo en promedio un 10% inferiores a las del año pasado; a algunos grandes mataderos europeos no les queda y no les ha quedado otro remedio que cerrar alguna planta para adecuar su demanda a la pobre oferta existente.
En España, ahora mismo, existe una capacidad de sacrificio muy desmesurada en relación a la oferta del vivo; en lo que llevamos de año, las mejores estimaciones apuntan a una caída de sacrificios superior al 11% respecto del año pasado; esta situación se traduce en unas tensiones jamás vistas y aboca a los mataderos, sin excepción, a perder dinero semana tras semana.
No parece que este equilibrio inestable (repeticiones forzadas lonja tras lonja con los mataderos en pérdidas) pueda prolongarse en el tiempo: o bien la carne sube en Europa (cosa complicada, ya estamos en niveles récord) o bien el cerdo no podrá aguantar por mucho tiempo ahí arriba.
Todo el mundo espera que mayo estimule el consumo mediante las famosas barbacoas; por mucho que la coyuntura sea favorable el problema de fondo persistirá: Europa sigue siendo excedentaria y los mercados de Países Terceros siguen inaccesibles.
Los precios a niveles nunca vistos están provocando un efecto ya tangible: muchos consumidores no pueden afrontar la compra de carne de cerdo a precios de lujo y están cambiando sus hábitos sustituyendo esa carne por otras fuentes de proteínas. Esta retracción del consumo nos dará, seguramente, alguna sorpresa negativa.
La verdad es que la pelota está en el aire; unas matanzas bajo mínimos han llevado a los precios, subida tras subida, hasta aquí; el descenso del consumo y la falta de fluidez exportadora fuera de las fronteras comunitarias actuarán como fuerzas disuasorias del actual statu-quo intentando arrastrar al mercado hacia abajo.
Francia ya ha empezado un significativo repliegue de su cotización al no poder los mataderos vender las carnes a los precios que correspondería. Veremos si ese movimiento es el preludio de otros similares en otros países comunitarios.
Desde el estallido de la guerra en Ucrania todos los parámetros del mercado andan revueltos y revolucionados; el pienso disparó su precio, la energía no digamos y las incertidumbres de toda clase se han enseñoreado del sector. Últimamente parecería que todo se está tranquilizando, aunque mientras el conflicto persista la tranquilidad no está -ni mucho menos- asegurada.
La agonía de la industria transformadora persiste; los precios de venta no han conseguido llegar al nivel necesario y este desequilibrio entre las compras desorbitadamente caras y las ventas a precios insuficientes pasará factura. Habrá roturas.
Los mataderos sufrirán un verano muy complejo; a la natural falta de cerdo (por el metabolismo de los animales que soporta mal el calor) habrá que añadir la ausencia de los centenares de miles de lechones victimas del PRRS. Más pronto que tarde solo se podrá matar cuatro días por semana. ¡Al tiempo!
El ganadero encuentra ahora un remanso de calma y provecho; si bien muchos han sufrido la pérdida de lechones, esa carencia ha disparado los precios y eso unido a las bajas del alimento se traduce en unas cuentas de explotación generosamente positivas. Al final, 2023 será otra vez (y van…) un año extraordinario para la ganadería española.
Seguiremos atentos a lo que acontezca.
Lao-Tsé, uno de los filósofos más relevantes de la civilización china dejó dicho: “Ten paciencia. Espera hasta que el barro se asiente y el agua esté clara. Permanece inmóvil hasta que la acción correcta surja por sí misma”. Apliquémonos.
Guillem Burset