El éxito del movimiento para forzar la salida del Reino Unido de la Unión Europea, el Brexit, demuestra los límites de la globalización, la cuál se ha convertido para muchos en una especie de sinónimo eufórico de innovación, mayor eficiencia y menor coste. Al final, el sacrificio de la soberanía y la falta de flexibilidad, que es un arma de doble filo, han pesado demasiado. Por una parte la falta de flexibilidad supone unas normas establecidas y una plataforma comercial conocida, que no requiere una renegociación para cada transacción. Por otra parte reduce la agilidad necesaria para gestionar las particularidades de muchas de las operaciones comerciales de gran envergadura. La flexibilidad a menudo puede asegurar un beneficio mayor por el hecho de evitar pérdidas debidas a la ineficacia burocrática, el desafortunado distintivo de muchas relaciones comerciales a nivel mundial.
Parece probable que en los próximos uno o dos años se pongan a debate y tal vez se ejecuten varias separaciones entre naciones que conforman alianzas político-comerciales en la actualidad. Las razones típicas para querer abandonar un grupo de comercio global o incluso una alianza de naciones como la UE o EEUU incluyen: países o estados que creen que el valor de su contribución al grupo no se corresponde con la de los demás, falta de flexibilidad y exceso de requisitos burocráticos del grupo, impacto sobre la soberanía nacional o valores compartidos al inicio que ya no se mantienen en la medida en que las culturas evolucionan y la inmigración contribuye a esta evolución.
Ciertas batallas y grandes jugadas de estrategia se vislumbran en el comercio mundial de alimentos en los próximos cinco años y el resultado de las mismas es incierto. El posicionamiento para asegurar los socios comerciales con normas establecidas mediante acuerdos como el Acuerdo Trans-Pacífico (TPP), el Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversión (TTIP), así como una serie de otros pactos regionales, continentales y hemisféricos tiene un carácter tanto económico como geo-político. Con esto, quiero decir que facilitan el comercio a la vez que sirven como instrumentos de política exterior.
Las relaciones comerciales y los acuerdos entre naciones se pueden usar para penalizar, mediante la exclusión, o recompensar, a través de la admisión, a las potencias regionales con las que el grupo está en acuerdo o en desacuerdo. La efectividad de los pactos comerciales como instrumento de política exterior para recompensar o sancionar depende de la fortaleza y los recursos de cada miembro. En el caso del Reino Unido, su potente capacidad de negociación y su productividad hacen que su salida de la UE tenga un riesgo menor que para otros estados miembros. No debería ser muy complicada una transición suave hasta convertirse en un socio comercial externo, ya que está perfectamente adaptado y cumple plenamente con la burocracia comercial, normativa y requisitos de certificación, etc., de la UE.
En artículos previos hemos puesto la atención en la carrera para asegurar los recursos globales para la producción agrícola, incluso de forma independiente al comercio si se da el caso, como por ejemplo los contratos de arrendamiento a largo plazo de tierras de cultivo en lugares como África, Madagascar y Brasil. Cabe esperar nuevos movimientos en las alianzas globales y adquisiciones estratégicas en los próximos años orientados al aumento de la producción de alimentos por parte de las naciones y a la preparación ante cualquier contingencia, si es que los gobiernos convierten los alimentos y los recursos disponibles en armas. El uso de los alimentos como arma tiene una historia larga y pintoresca y no hay razón para pensar que esto sea cosa del pasado.
Las exportaciones de carne de cerdo son la única vía real para el crecimiento en aquellas naciones que tengan capacidad para producir con ventaja comparativa. La interrupción de las exportaciones, especialmente porque el cerdo no se puede almacenar (sin pérdida de valor, por ejemplo, inherente a la congelación) y por la falta de flexibilidad del sistema de producción, que no se puede parar fácilmente por un tiempo, puede causar enormes pérdidas financieras. Será interesante ver los mecanismos que se utilizan para prevenir una catástrofe de este tipo en la medida en qué la exportación se va concentrando más en unos pocos países. El TPP es sin duda uno de estos mecanismos para los productores estadounidenses pero ¿será ratificado y será suficiente dadas las incertidumbres que nos esperan?