El precio del cerdo en España ha aumentado consecutivamente en las seis últimas lonjas. La razón última de este aumento hay que buscarla en el retraimiento de la oferta.
En este momento, el nivel de nuestro precio es superior al de nuestros vecinos competidores. Considerando un error debido al sistema de cálculo que estimamos inferior a 2 céntimos, el diferencial es:
Francia: Alemania: Holanda: |
21 céntimos inferior por kg vivo 18 céntimos inferior por kg vivo 20 céntimos inferior por kg vivo |
El precio español se sostiene apoyándose en las pérdidas del matadero, lo que genera una palpable tensión. Los mataderos han iniciado –como era previsible- reducciones importantes de matanza para intentar aflojar la presión sobre la demanda y como medida lógica para combatir sus pérdidas. Por el momento no parece que esta medida sea suficiente. De seguir con estas diferencias, hay que dar por descontado que se producirán importaciones de ganado vivo para su sacrificio en la península.
Preocupa sobremanera la apatía general del mercado; se mata mucho menos pero lo poco que se mata no se llega a consumir (entre otras causas debido a la caída a plomo de nuestras exportaciones: no somos en absoluto atractivos con los actuales precios). Los importantes stocks que hemos mencionado sistemáticamente en anteriores comentarios siguen ahí, como lastre muy peligroso para los meses venideros. Se constatan importaciones de despiece, sustentadas en un precio español que invita a ello.
Con la llegada efectiva del verano, si el calor aprieta, la oferta continuará restringida ayudando a intentar aguantar un precio español que maravilla a todos nuestros vecinos del norte de los Pirineos.
En todo caso, la inexorabilidad de las leyes económicas terminará por manifestarse; aunque la oferta continúe restringida, el matadero no puede afrontar las severísimas pérdidas actuales sin reaccionar con más energía si cabe para defenderse.
Nos tememos que el mercado flexionará a la baja como muy tarde a mediados de julio, por más que estemos en plena canícula y por escasa que sea la oferta. Lamentablemente, no estamos solos ni en el planeta Tierra ni en el continente europeo.
Preveemos un otoño muy complicado, quizás incluso con dificultades reales para absorber el incremento de oferta tradicional de esa fechas. En su día se verá.
Por más que nos esforzamos, no atisbamos ninguna señal que apunte al optimismo.
Suele ser un disparate levantar la liebre para que otro la mate.
Guillem Burset |