El día 28 de enero, antes de la sesión de lonja en Lleida, los cerdos valían en España 1,096 €/kg vivo muelle granja. Desde ayer cuando finalizó la sesión ya valen 1,410 €/kg en vivo. Un aumento del 28% en sólo siete semanas.
Y esta situación es prácticamente idéntica en el resto de nuestros socios comunitarios. Dos subidas máximas encadenadas en España (y la tercera de 5,50, sólo medio céntimo menos del máximo). Lo nunca visto. En Alemania hemos visto +9, +10, +10 y “repetición”. La repetición de este último miércoles es debida a rebrotes importantes de Covid en mataderos: se ha perdido capacidad de matanza y coyunturalmente sobran cerdos. Pero, con toda seguridad es una falsa tregua, una Tregua Pascual.
España ha replicado en febrero las exportaciones a China que concretó en enero: otra vez por encima de 165.000 toneladas de porcino (¡equivale a más de 450.000 canales a la semana!). Alemania ha recuperado la exportación a Filipinas y a Singapur. Y China está estudiando aceptar el principio de regionalización que Alemania preconiza y defiende. Los flujos de exportación de la UE se mantienen a niveles de récord. Y se mantendrán ahí. Este brutal drenaje de carne del espacio comunitario es lo que aspira primero y propulsa después los precios hacia arriba.
Tanto en Alemania como en Países Bajos y Bélgica, el cerdo ha estado meses y meses a un precio bastante inferior a su precio de coste. Consecuentemente, muchos ganaderos han optado por abandonar la actividad y esos cerdos de menos se hacen notar.
La suma de las exportaciones de la UE en volúmenes máximos y la reducción de cabaña en Alemania, Países Bajos y Bélgica han provocado una especie de tormenta perfecta en el mercado; las curvas de subida tienen más inclinación que nunca y ningún país queda al margen.
Todo apunta a que estamos lejos del techo. Las subidas se frenarán sólo cuando exportar a China no sea negocio. Y parece claro que falta mucho, que todavía queda mucho recorrido alcista. Pensar que en junio nuestro precio llegue a 1,55 o a 1,58 no es descabellado a día de hoy.
Todo marcha bien para los productores de cerdos y todo parece marchar bien -de momento y todavía- para los mataderos. Por el contrario, pintan bastos en la industria de transformación: fabricantes de embutidos, salazones y jamones.
Las subidas de los cerdos están siendo brutales y radicales. Y si las canales suben, las piezas y la carne suben más (el precio de los huesos no varía). Hablamos de subidas de un 30% hasta hoy; sabemos que no hemos terminado y sabemos que cuando producimos productos curados existe una merma, por lo que el precio final del producto en cuestión debería subir un porcentaje superior.
La situación general en toda la UE es de bloqueo más o menos abierto, pero resistencia y reluctancia total por parte de la gran distribución a las subidas que correspondería aplicar. Y en el caso de que se repercutan algunas subidas se hará tarde y mal. La situación es muy grave, hasta el punto de poner en riesgo la supervivencia de muchas empresas.
Rescatamos de nuestro particular baúl de los recuerdos (del comentario de fin de abril del 2019) las siguientes afirmaciones de plena actualidad (en este caso, nos auto plagiamos):
"Para la industria de la transformación, en estos momentos el único lema plausible sería O SUBIR PRECIOS O MORIR"
"La supervivencia de muchas empresas de transformación de carne de cerdo en España dependerá de su capacidad para transmitir los aumentos requeridos a sus productos finales. Sí, lo han leído bien: hemos usado el sustantivo supervivencia".
Creemos que ha llegado la hora de que las autoridades (¿españolas? ¿europeas?) con responsabilidad sobre el mercado actúen. No entenderíamos que ante esta auténtica situación de catástrofe a causa de una force majeure quien puede hacer algo no lo hiciera. ¿Dónde está la frontera entre el “respeto a la palabra dada” (contratos) y las “circunstancias graves e insalvables en contra” (subidas bruscas y radicales) que permitan o no permitan según qué? Nos parece que se hace imprescindible un arbitraje por parte de la autoridad.
Ya vivimos una situación parecida en 2019; las diferencias entre entonces y ahora son varias, a saber:
- En 2019 pisábamos terreno desconocido; hemos aprendido que jirones importantes de la solvencia de las empresas se han quedado por el camino. El sector se ha fragilizado, luego hay más peligro de problemas irresolubles.
- Hasta ahora el ritmo y la intensidad de las subidas superan los del 2019.
- Todo apunta que la brecha entre el precio de inicio y el precio final será bastante más importante que la que hubo en 2019.
La globalización ha venido para quedarse. Es innegable que cada vez hay menos operadores y más grandes… El mercado exacerba sus movimientos pendulares y con ello, golpea ciegamente. De algún modo hay que establecer un camino resguardado de tantos avatares.
Antes de terminar una reflexión: las personas aprendemos durante nuestras vidas; la industria de transformación debería aprender a convivir (nosotros, hasta hoy, no sabemos cómo) con un entorno más y más hostil; no es predecible que se vuelva más amable.
El gran Albert Einstein sentenció: "Cada día sabemos más y entendemos menos". Suscribimos esa afirmación.
Guillem Burset