El reto de alimentar a la cerda lactante no es nuevo, y las mejoras en el potencial genético de las líneas reproductoras magras y prolíficas hacen que este tema sea de vital importancia para cualquier explotación de reproductoras.
Contexto y desafíos de las nuevas cerdas durante la lactancia
Uno de los retos de la alimentación de la cerda moderna consiste en cómo mantener la mayor producción de leche asociada al aumento de tamaño de la camada. Las cerdas actuales tienen que mantener camadas con tasas de crecimiento de 2-3 kg/día o más (Etienne et al., 2000). Esto se corresponde con una producción láctea de de 8-12 litros/día o más (Noblet et al, 1998). En segundo lugar, el peso de las cerdas en la madurez (260-290 kg) se ha incrementado, con el aumento concomitante de las necesidades de mantenimiento (Noblet et al, 1998; Dourmad et al, 2001). La mejora genética enfocada tanto a ganancia de peso como a líneas más magras, ha dado lugar, bien a una reducción del apetito de la cerda (Aherne, 2001) o bien a que su ingesta no haya aumentado en la misma proporción que sus necesidades energéticas (Noblet et al., 1998). El resultado de todo lo expuesto anteriormente se resume en la Tabla 1. En la medida en que el contenido en EM de la dieta al que se refiere este cuadro es representativo de las prácticas actuales (13,6 MJ EM/kg ó 3250 kcal EM/kg), la cantidad de alimento realmente necesario podría representar un verdadero reto para muchas explotaciones. En realidad, a menudo el apetito no es suficiente, y las cerdas tienen que tirar de sus reservas corporales.
Tabla 1. Necesidades de energía y pienso de cerdas lactantes según el peso corporal y la ganancia de peso de la camada. (Noblet, Étienne y Dourmad, 1998)
Ganancia de peso de la camada (kg/día) | 2.0 | 3.0 | ||
Peso de la cerda (kg) | 200 | 300 | 200 | 300 |
Necesidades de mantenimiento (MJ ME/día) | 24.5 | 28.9 | 24.5 | 28.9 |
Necesidades de producción láctea (MJ ME/día) | 52.0 | 52.0 | 79.6 | 79.6 |
Necesidades totales de energía (MJ ME/día) | 76.5 | 80.9 | 104.1 | 108.5 |
Necesidades de pienso en lactación (kg/día) | 5.63 | 5.95 | 7.65 | 7.98 |
La movilización de las reservas corporales puede llevar a una pérdida excesiva de peso de la cerda, a una reducción de la ganancia de peso de la camada (por la disminución de la producción láctea) y a problemas reproductivos de las cerdas en los ciclos siguientes (Aherne, 2001). Estas conclusiones son ampliamente aceptadas y evidencian por qué la lactancia es una piedra angular fundamental de la eficiencia productiva y reproductiva de la cerda. Por lo tanto, para la cerda actual, magra y prolífica, se debe hacer todo lo posible para maximizar el consumo de alimento en lactación (Goodband et al, 2006).
Alimentación durante la gestación anterior: Cualquier exceso de alimentación durante la gestación pondrá en peligro, sistemáticamente, la ingesta de alimento de multíparas y primerizas en la lactancia siguiente (Quiniou et al, 1998; Whittemore, 1998; Noblet et al, 1998). Las consecuencias a largo plazo de esta sobrealimentación son el sobrepeso de las cerdas y su sacrificio prematuro, debido a problemas de productividad y/o locomotores. Muy a menudo, el problema de la alimentación de las cerdas no lactantes radica en que la cantidad de pienso asignada se establece de acuerdo a una evaluación subjetiva de las necesidades de cada cerda o grupo de cerdas, lo que a menudo conduce a suposiciones incorrectas sobre la condición de la cerda y, por tanto, a una sistemática sobrealimentación (Goodband et al., 2006). Las cerdas no lactantes deberían ser alimentadas con la mayor precisión posible, utilizando técnicas más objetivas para evaluar el peso individual, la condición corporal (puntuación determinada de acuerdo con la evaluación visual y la palpación a nivel de la cadera) y, lo que sería ideal, la medición del espesor de grasa dorsal (Dourmad et al. 2001; Goodband et al, 2006). Pruebas realizadas en la Universidad de Kansas (Tabla 2) demostraron que las cerdas más gordas al parto tienen una menor ingesta de alimento durante la lactancia, pierden más reservas corporales y son menos prolíficas en el siguiente ciclo (Young et al., 2004). La mayoría de autores coinciden en que es más probable que se den problemas de ingesta de pienso en lactación en cerdas con espesores de grasa dorsal de 23 mm o superiores en el momento del parto (Aherne, 2001; Dourmad et al, 2001, Goodband et al, 2006).
Tabla 2. Efecto de la grasa dorsal al parto en la alimentación, el rendimiento de las cerdas en lactación y resultados posteriores (Young et al., 2004)
P2 Grasa dorsal al parto, mm | P< | |||
< 17 | 17 to 21 | > 21 | ||
Número de cerdas | 123 | 258 | 162 | |
Consumo diario de pienso en lactación, kg | 6.06 | 5.93 | 5.73 | 0.04 |
Pérdida de peso estimada de la cerda, kg | 1.9 | 5.6 | 6.3 | 0.08 |
Pérdida de grasa dorsal de la cerda, mm | 2.1 | 3.2 | 4.8 | 0.01 |
Resultados subsiguientes: nº de cerdas | 93 | 200 | 131 | |
Resultados subsiguientes: Nacidos Totales | 11.8 | 12.1 | 11.1 | 0.02 |
Se debe examinar de forma regular la precisión en la cantidad real de alimento repartido de forma manual o mediante sistemas de alimentación automática, debido a que la densidad del pienso y, por tanto, las mediciones volumétricas, variarán con cada lote de pienso repartido (Goodband et al., 2006). Los programas de alimentación en gestación deben ser validados por el nutricionista con el fin de ajustar, de forma más precisa, la cantidad de pienso asignada según la densidad de la dieta específica que utiliza cada granja y según los objetivos de la alimentación (ganancias de peso corporal y grasa dorsal, que pueden ser específicos del genotipo). La Figura 1 ilustra los resultados de la evolución de la ingesta de pienso en lactación de una explotación de EE.UU. en la que redujeron el consumo en gestación, después de haber estado inicialmente sobrealimentando en esta fase.
Figura 1. Cambio en el consumo en lactación tras reducir el consumo en gestación siguiendo un programa más restringido de alimentación: promedio seis meses (Goodband et al., 2006)
Por último, es necesario aumentar la cantidad de alimento suministrado al final de la gestación con el fin de evitar un balance energético negativo antes del parto. Esto, además, abre el camino a un mayor consumo de pienso en lactación temprana (Whittemore, 1998; Aherne, 2001) y a partos más fáciles (Quiniou, 2005).