Desde hace muchos años, la producción porcina en Polonia se enfrenta a numerosos problemas que determinan su situación actual. La cabaña ha ido disminuyendo sistemáticamente desde principios de la década de 2000. Deberíamos reflexionar seriamente sobre las causas, cómo podemos contrarrestarlas y, sobre todo, si existe la posibilidad de reconstruir la población de cerdas del país: la fortaleza de la producción porcina en un país determinado se demuestra por la cantidad de lechones que puede producir para engorde, independientemente de proveedores externos.
Regresemos a 2004, cuando Polonia entró en la UE y estábamos seguros de que nuestra producción porcina no tendría rival en términos de calidad en comparación con los antiguos países de la UE, donde prevalecía el modelo de gran comercio (excepto Italia)... bueno... ese fue nuestro primer error, pensábamos que nuestra carne procedente de animales criados de forma no industrial destacaría por su calidad. Desgraciadamente, no fue así, ya que nos vimos inundados de alimentos producidos a bajo precio y el público se acostumbró rápidamente a los productos más baratos de la competencia. Además, la política de muchas cadenas de distribución se centraba principalmente en la «abundancia y el abaratamiento»... esto se tradujo en sucesivos recortes de los precios de compra y en exigencias cada vez mayores para la producción de piensos y de la propia carne de cerdo. Esto desanimó a más ganaderos a continuar ya que la producción porcina se había vuelto financieramente insegura.
Como puede observarse, los primeros descensos en el número total de cerdos y cerdas comenzaron en 2007 y esta tendencia continúa. Podemos observar la última disminución drástica de la cabaña porcina en Polonia a partir de 2020, cuando se anunció la pandemia de Covid-19, lo que contribuyó a la interrupción del comercio y a la disminución del consumo de carne a través de la congelación del canal Horeca (Hostelería, Restauración y Catering). A pesar del ambiente optimista que reinaba en Polonia a principios de 2022, la producción porcina en el país no repuntó, la razón fue la invasión de Ucrania por parte de Rusia, que provocó un drástico aumento del precio de los componentes de los piensos. Esta situación afectó especialmente al número de cerdas del país. En comparación con 2004, ¡disminuyó casi un 70%! Al mismo tiempo, la cabaña porcina total disminuyó algo menos del 50%. ¿Qué nos dicen estas cifras? Los ganaderos polacos han abandonado la cría de cerdas en favor del engorde de lechones importados. Un eslabón importante en este modelo son los lechones importados de Dinamarca, lo cual no es irrelevante para el resto de este artículo.
Ahora que sabemos cuál es la situación de la ganadería en estos momentos, quizá deberíamos plantearnos cuáles han sido las razones por las que los ganaderos no se han decidido a construir granjas para la producción de lechones. La primera es la normativa, que dificulta la obtención de permisos de obras para instalaciones ganaderas. A menudo transcurren cinco o más años entre la solicitud y la obtención de la licencia. Durante este tiempo pueden cambiar muchas cosas en el mercado, desde el plan de desarrollo de la explotación elegido por el inversor, hasta el coste de construcción de una instalación de este tipo, pasando por las condiciones de bienestar en las que debe construirse la nueva instalación. Otro factor limitante es la PPA, que recientemente ha celebrado su «jubileo» de 10 años de detección en Polonia. Pero, por desgracia, a pesar de los enormes recursos y del trabajo realizado por veterinarios y ganaderos, el virus sigue propagándose, lo que hace imposible planificar la producción con tranquilidad. La presencia de la enfermedad nos impide exportar a muchos terceros mercados, lo que hace imposible diversificar los ingresos percibidos por las industrias cárnicas. Otro factor que obstaculiza el progreso de la industria y su reconstrucción es el factor social. Desde hace unos años se ha abierto en los medios el debate sobre la ganadería intensiva cuestionando el bienestar de los animales, o el impacto ambiental de las granjas comerciales de gran tamaño, entre otros aspectos, dando lugar a una visión equívoca por parte de la sociedad de la realidad en nuestras granjas.
Ahora que sabemos cuáles son las causas de las dificultades del sector, es importante plantearse cómo contrarrestarlas, cómo utilizar la superficie y el potencial humano para conseguir que la cabaña porcina deje de disminuir y empiece a aumentar gradualmente. Más adelante en este artículo expondré mi punto de vista sobre esta cuestión y la forma de abordarla.
En primer lugar, hay que cambiar la normativa relativa a los permisos de obras. Para las instalaciones del orden de 150-250 UGM, que serán gestionadas por granjas familiares, este camino debe facilitarse al máximo. Necesitamos, por ejemplo, que la normativa eleve el umbral a partir del cual se exiga un informe medioambiental. Si permitimos la expansión, la construcción de instalaciones para la producción de lechones del tamaño de 150-300 cerdas, permitiremos que las granjas familiares crezcan. ¿Por qué esos tamaños? Porque, sin dejar de ser granjas familiares, permiten producir lotes de animales suficientemente grandes.
La pregunta que surge aquí es por qué debemos apostar por la producción de lechones cuando estamos importando tanto... después de todo, hasta ahora nos ha bastado... La respuesta es sencilla: la situación del mercado porcino está cambiando. La propia Dinamarca avanza hacia el cierre de ciclos. Danish Crown, la mayor empresa de sacrificio y transformación de carne de cerdo del país, está instando a los ganaderos a que dejen de vender lechones para cerrar los ciclos y devolver los cerdos de engorde a sus plantas, a cambio de participaciones adicionales en los beneficios de la empresa. Con ello se pretende garantizar el suministro de materia prima y vincular permanentemente la planta a los ganaderos, un ejemplo que merece la pena seguir. Dado que se está instando a los ganaderos daneses a que abandonen el comercio de lechones, existe un vacío que hay que llenar para aprovechar las plazas de engorde presentes en Polonia, por lo que hay que aprovechar el desarrollo de la producción de lechones.
Otro aspecto es la PPA. En este caso, es necesario revisar la legislación. Tras 10 años de existencia de esta enfermedad en el país, ya está claro qué normativas son necesarias y cuáles sólo crean una burocracia innecesaria que dificulta la vida a los ganaderos. Además, habría que hacer más eficaces las medidas que tienen un efecto positivo en la lucha y prevención de la PPA, como la búsqueda de cadáveres y animales enfermos, que son un reservorio del virus en la naturaleza, utilizando perros rastreadores adiestrados para este fin. Si se logra frenar la PPA, es muy probable que se inicien conversaciones comerciales con terceros países sobre el comercio de carne y productos cárnicos procedentes de Polonia. Esto será sumamente importante para las plantas cárnicas y la industria en su conjunto.
El siguiente punto importante es educar al público sobre que la producción de carne de cerdo en el país es una producción segura, los productos son saludables y los animales tienen unas normas de bienestar elevadas para garantizar su salud y comodidad. El comercio exterior es muy importante, sin embargo, la fuerza de un sector reside en cuánto es capaz de utilizar a nivel interno. También es importante crear estructuras sectoriales para contrarrestar las falsas percepciones sobre la cría de cerdos, evitando ataques y acusaciones impunes contra los ganaderos.
Polonia necesita un programa de reconstitución de la cabaña porcina. Hasta la fecha, los programas se han basado principalmente en la financiación, que no ha resuelto los problemas del sector. El resultado ha sido el fracaso sucesivo de las convocatorias de financiación. En la actualidad, un grupo de sindicatos del sector y criadores colaboran con el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural para resolver los obstáculos y crear una estrategia de desarrollo viable para los próximos 10 años. Entre los puntos a realizar se encuentran los programas de subvenciones, sin embargo, éstos no son el objetivo principal. Los programas de ayudas, como su nombre indica, tienen por objeto contribuir al desarrollo, no ser la panacea de los problemas que aquejan al sector. En primer lugar, hay que eliminar las barreras para luego poder dar la proverbial caña de pescar mediante subvenciones, de modo que el propio ganadero pueda cosechar los beneficios de la cría y engorde de cerdos y el Estado pueda recoger los beneficios de los impuestos y el enriquecimiento de los ciudadanos.